28 de abril de 2013. Cines Marta, Avilés.
Una joven aparece asesinada frente a la facultad de derecho. Roberto Bermúdez sospecha que el autor de ese crimen podría ser Gonzalo, un alumno de su postgrado que lo habría cometido para retarle a investigarlo.
Un final más confuso que abierto no es el único problema de esta película. No se entiende por qué Roberto (y el guionista) se olvida por completo de leer (y mostrarnos) lo qué ha escrito Gonzalo en esa tesis sobre un homicidio que le entrega como trabajo final del curso. O que una conversación sobre una mariposa lleve a Roberto a quedarse con un colgante de la morgue y a seguir a su alumno por las salas del Malba para acabar creyendo que su comentario sobre el cuadro de Picasso es la prueba de que le está poniendo a prueba. Las imágenes tienen fuerza (la que le sobra a los enfáticos subrayados de su banda sonora), pero no compensan los baches de verosimilitud de la historia. De cualquier forma, se hace muy agradable volver a ver a Ricardo Darín haciendo de abogado obsesionado por resolver un crimen en Buenos Aires. Pero ahí acaba lo que Tesis sobre un homicidio tiene en común con El secreto de sus ojos, la película con la que Juan José Campanella hizo inolvidables las interpretaciones de Soledad Villamil, de Guillermo Francella y la química de ambos con un Ricardo Darín que es inmejorable en películas espléndidas como aquella y que consigue que parezcan mejores de lo que son películas limitadas como esta.