9 de septiembre de 2013. Parqueastur, Corvera.
Un motorista de feria descubre que tiene un hijo. Su deseo de cuidarle y de recuperar a su madre le lleva a atracar bancos. La vida de un policia cambia tras el encuentro con el atracador. A partir de entonces mira de otro modo a su hijo. Quince años después dos adolescentes entablan relación. El padre de uno de ellos ha hecho una brillante carrera política. El otro no sabe quién fue su padre.
Tras la magnífica Blue Valentine tenía ganas de ver The place beyond the pines, la nueva película de Derek Cianfrance que aquí han titulado de modo innecesariamente interpretativo. Aunque esta tercera película (segunda que vemos en España) no tenga la intensidad emocional de aquella joya, es evidente que Cianfrance sabe hacer cine mayúsculo. No solo por el virtuosismo que demuestra desde el primer plano-secuencia o por su capacidad para provocar emociones con casi nada (el bebé comiendo su primer helado, la foto de una familia imposible...), sino también porque se atreve a sorprender con su manejo del tiempo. En Blue Valentine contaba en paralelo los dos tiempos del amor. En Cruce de caminos coloca en serie tres mediometrajes que ya serían poderosos aunque sus historias no estuvieran relacionadas. Ha cambiado el coche por la moto, pero Ryan Gosling vuelve a ser el de Drive. Atreverse a dejar al espectador sin él en medio de la película demuestra que Cianfrance es capaz de riesgos que parecían reservados a maestros como Hitchcock. Por lo demás, Eva Mendes y Craig Van Hook están también magníficos. Pero no puedo dejar de destacar a Ben Mendelsohn que borda el personaje, aparentemente menor, de ese ángel de la guarda con forma de pobre mecánico que conectará lo mejor de un padre y un hijo cuyos caminos nunca llegaron a cruzarse.
Tras la magnífica Blue Valentine tenía ganas de ver The place beyond the pines, la nueva película de Derek Cianfrance que aquí han titulado de modo innecesariamente interpretativo. Aunque esta tercera película (segunda que vemos en España) no tenga la intensidad emocional de aquella joya, es evidente que Cianfrance sabe hacer cine mayúsculo. No solo por el virtuosismo que demuestra desde el primer plano-secuencia o por su capacidad para provocar emociones con casi nada (el bebé comiendo su primer helado, la foto de una familia imposible...), sino también porque se atreve a sorprender con su manejo del tiempo. En Blue Valentine contaba en paralelo los dos tiempos del amor. En Cruce de caminos coloca en serie tres mediometrajes que ya serían poderosos aunque sus historias no estuvieran relacionadas. Ha cambiado el coche por la moto, pero Ryan Gosling vuelve a ser el de Drive. Atreverse a dejar al espectador sin él en medio de la película demuestra que Cianfrance es capaz de riesgos que parecían reservados a maestros como Hitchcock. Por lo demás, Eva Mendes y Craig Van Hook están también magníficos. Pero no puedo dejar de destacar a Ben Mendelsohn que borda el personaje, aparentemente menor, de ese ángel de la guarda con forma de pobre mecánico que conectará lo mejor de un padre y un hijo cuyos caminos nunca llegaron a cruzarse.