de Jeff Nichols. EE.UU, 2012. 130’.
8 de septiembre de 2013. Cines Los Prados, Oviedo.
8 de septiembre de 2013. Cines Los Prados, Oviedo.
En una isla del Mississippi, Ellis y Neckbone descubren una barca suspendida en un árbol. Allí se esconde Mud, un fugitivo que ha regresado para encontrarse con un amor por el que llegó a matar en el pasado. Con la ayuda de esos chicos logrará que la barca (y su vida) regrese al río.
Se podía esperar mucho de Jeff Nichols tras su magnífica Take Shelter, el impresionante relato sobre el pánico autodestructivo de una mente (o un mundo) en zozobra. Y con Mud no defrauda. Los afanes por devolver al río un barco extrañamente varado conectan unas vidas marcadas por el pasado (Mud) y temerosas del futuro (Ellis). La película puede ser vista como un magnífico relato de iniciación adolescente o como un interesante thriller de expiación y venganza. Pero también como un retablo de esas emociones esenciales que ligan a las personas con los paisajes sentimentales que determinan el curso de sus vidas. El miedo a perder el hogar (físico y familiar), la dificultad de las relaciones entre padres e hijos, la riqueza del contacto con otras edades, la posibilidad de un amor perdurable... Todo eso está en una película que no subraya ni expone tesis y que deja al espectador sacar sus propias lecciones. Como las recientes Bestias del sur salvaje (también en estos entornos del sur profundo norteamericano) y Todos tenemos un plan (en ese precioso Delta de Tigre unos miles de kilómetros más al sur) Mud demuestra lo propicios que son los paisajes fluviales para las historias sobre el devenir de las emociones.
Se podía esperar mucho de Jeff Nichols tras su magnífica Take Shelter, el impresionante relato sobre el pánico autodestructivo de una mente (o un mundo) en zozobra. Y con Mud no defrauda. Los afanes por devolver al río un barco extrañamente varado conectan unas vidas marcadas por el pasado (Mud) y temerosas del futuro (Ellis). La película puede ser vista como un magnífico relato de iniciación adolescente o como un interesante thriller de expiación y venganza. Pero también como un retablo de esas emociones esenciales que ligan a las personas con los paisajes sentimentales que determinan el curso de sus vidas. El miedo a perder el hogar (físico y familiar), la dificultad de las relaciones entre padres e hijos, la riqueza del contacto con otras edades, la posibilidad de un amor perdurable... Todo eso está en una película que no subraya ni expone tesis y que deja al espectador sacar sus propias lecciones. Como las recientes Bestias del sur salvaje (también en estos entornos del sur profundo norteamericano) y Todos tenemos un plan (en ese precioso Delta de Tigre unos miles de kilómetros más al sur) Mud demuestra lo propicios que son los paisajes fluviales para las historias sobre el devenir de las emociones.