26 de diciembre de 2017. Cines Ocimax, Gijón. V.O.S.
Como aprendiz de escritor, Mickey nos va contando la historia de su relación amorosa con Ginny. Ella está casada con Humpty, un trabajador del parque de atracciones de Coney Island que hace tiempo que no tiene relación con su hija Carolina porque se casó con un mafioso que ahora la persigue y quiere martarla. Carolina viene a refugiarse a casa de Humpty y Ginny, pero conoce a Mickey y la relación entre los dos desquicia a Ginny.
Woody Allen nos lleva a los años cincuenta en Coney Island para contarnos una historia que tiene mucho que ver con las de Eugene O'Neill o Tennessee Williams. De hecho, las referencias y homenajes teatrales no están solo en la estructura de la historia, en las relaciones entre los personajes y en lo que expresamente dice la voz narrativa. También están en la manera tan radical con que Vittorio Storaro plantea una impresionante fotografía de colores clásicos y saturados y de luces crepusculares y horizontales que parecen más propias del teatro que del cine. Los dilemas amorosos, los desequilibrios que trae consigo alguien que llega (como en Blue Jasmin, pero también como en Un tranvía llamado deseo) y lo que cada cual busca o encuentra en las diferentes parejas, son algunos de los asuntos que trata esta nueva película del maestro que, además de ser visualmente muy poderosa y de contar con una excelente interpretación de Kate Winslet, es también un hermoso homenaje a las imágenes y a las historias de los años cincuenta. La compañía de Vittorio Storaro y el regreso a unas épocas especialmente lucidas para el teatro y el cine americanos hacen que Wonder Wheel tenga cierta continuidad con Cafe Society. Y eso está muy bien. Ojalá esta sea la tendencia y, después de estas historias tan bien ambientadas en los años treinta y cincuenta, podamos ver en su película del año que viene cómo ve ahora Woody Allen aquellos años setenta en que muchos empezamos a quererle.