25 de febrero de 2018. Centro Niemeyer, Avilés.
Diego de Zama es un funcionario de la corona española que, tras años destinado en un lugar del corazón de América, sigue a la espera de un traslado que nunca llega. El interés por las mujeres indígenas, el tímido cortejo a la esposa de otro funcionario y finalmente la participación en una expedición en busca de un bandolero brasileño marcan esta historia sobre la forma en que la esperanza puede convertirse en desesperación.
Lucrecia Martel se atreve con la novela de Antonio Di Benedetto en esta película hermosísima que bien merece la excelente calidad de proyección que distingue a esta sala. Daniel Gimenez Cacho está perfecto en este personaje varado en un lugar a la vera de un río que podría ser la ribera de Asunción a finales del XVIII. Las imágenes son siempre bellísimas, el sonido variadísimo (hasta casi escuchar los acúfenos de este personaje que se va desquiciando) y la historia se nos presenta con una cadencia en la que esa ambientación subyugante y lo que aparece en el segundo plano importa tanto como lo que sucede en cada escena. Hay muchos animales entre los hombres, mucha presencia del río y sus metáforas (esos peces rechazados de su centro) y mucha intensidad en una película bastante más esteticista que La ciénaga o La mujer sin cabeza pero igualmente atenta a lo incidental y a la cotidianidad propia de unos seres anclados en un tiempo y un espacio. Viendo las imágenes de esta Zama de Lucrecia Mertel apetece leer la novela de Antonio Di Benedetto. Si el texto es tan poderoso como dicen, la película no lo desmerece ya que es difícil pensar en imágenes más fascinantes y mejor elegidas para una historia como esta.