23 de septiembre de 2018. Casa de la Cultura, I Festival Internacional de Cine sobre Patrimonio Industrial y Paisajes Culturales, Avilés. V.O.S.
Un hombre maduro sigue viviendo en la zona de Fukushima cinco años después. Con él recorremos esos espacios solitarios en los que el tiempo parece detenido y la naturaleza va borrando los vestigios de lo humano.
Un robinsón sin miedo. Eso me parece este hombre que recorre parajes solitarios que me recuerdan, en clave menos poética, los que hace poco retrató en blanco y negro Doris Dörrie en la estupenda Recuerdos desde Fukushima. Las imágenes son sobrias como corresponde a esos desangelados paisajes. El sonido es siempre oportuno y a veces evoca, quizá en la cabeza del protagonista, aquella jornada tremenda en la que el mar se adueñó de todo. Este primer largometraje de la segunda jornada del festival ha estado precedido por la proyección del corto taiwanés Cinema Zone de Cheng Li-Ming, una alegoría algo surrealista sobre una sala de cine abandonada que expresamente recuerda a la película Cinema Paradiso de Guiseppe Tornatore pero que a mi me ha hecho pensar en lo mucho que me gustaría volver ver Serbis, aquella historia sórdida y extraña que dirigió el genial director filipino Brillante Mendoza.