8 de septiembre de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.
Donald Crowhurst es un padre de familia con mucha inventiva que queda fascinado por la propuesta de participar en una competición para dar la vuelta al mundo solo en un velero y sin escalas. Así que consigue apoyos financieros y mediáticos para construirlo y lanzarse a la aventura. Sin embargo, el tiempo resulta escaso y tiene que salir sin haber podido preparar bien su barco. El itinerario debería ser por el sur de Índico y del Pacífico pero Crowhust solo consigue llegar a las costas de Argentina. Había hipotecado su casa y su empresa de modo que, para evitar poner en riesgo a su familia, decide cortar casi todas las comunicaciones y simular que sigue el plan previsto. Cuando cree que podría quedar segundo comunica que ha doblado el Cabo de Hornos y ya está de vuelta. Por desgracia para él, el único competidor que quedaba ha abandonado con lo que solo le quedan dos alternativas: ganar falsamente la competición o no regresar.
Mercy (que no Un océano entre nosotros -los distribuidores españoles parece que siguen empeñados en traicionar los títulos de las películas en lugar de traducirlos-), es la recreación de un dramático fracaso que ocurrió hace ahora cincuenta años. La ambientación es muy correcta y los dilemas que se le plantean al protagonista son muy conmovedores. Sin embargo, el dramatismo de este viaje agónico no se percibe con la suficiente intensidad. Quizá es que, tratándose de soledades marítimas, yo no puedo olvidar la de Robert Redford en Cuando todo está perdido, aquella fenomenal película del siempre magistral J. C. Chandor. Y claro, no hay color.