sábado, 13 de octubre de 2018

Taxi driver

de Martin Scorsese. EE.UU., 1976. 113’.
13 de octubre de 2018. Teatro de La Laboral, Gijón. V.O.S.

Travis es un ex-marine insomne y torturado que trabaja de taxista nocturno en las calles de Nueva York. Desde su coche contempla y desprecia el lumpen de las malas calles. Pero también se enamora en ellas. Primero de una hermosa joven que trabaja en la campaña de un candidato a presidente. Luego de una joven prostituta a la que quiere redimir. Un atentado nihilista contra aquel político o una masacre tremenda contra unos proxenetas son los propósitos de este ser extremo que podría terminar como Lee Harvey Ostwald pero que seguirá siendo taxista en las noches de Nueva York.

El excelente programa de la Fundación Princesa de Asturias hoy nos depara esta proyección especial con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. La película bien lo merece porque es un verdadero clásico que pone de manifiesto la capacidad del cine de ficción para documentar de forma muy precisa un tiempo y un espacio y porque abre paso a todo un género especialmente cultivado en las últimas décadas como es el thriller elegante. Es verdad que Scorsese puede haber inspirado esa sed de mal adictiva que caracteriza al cine de Tarantino. Pero también ha servido de modelo a tantos otros cineastas que han encontrado en los personajes ambivalentes y torturados o en las calles de Nueva York motivos para contar historias que cautivan con o sin violencia. Taxi driver es toda una lección de buen cine. Ayer Rodrígo Cortés decía muy acertadamente que Scorsese es un maestro en conseguir que el cómo de una película trasmita el qué de su historia. Además Scorsese ofrece aquí una magnífica lección de que la música en el cine no debe ser acompañamiento ni subrayado y por eso ha sido tan acertada (como el jueves con Toro salvaje) la decisión de interpretarla en directo. Pero Taxi driver es también Robert de Niro. Su extraordinario Trevis es de algún modo un Don Quijote americano obsesionado con sus Dulcineas urbanas que se siente seguro de si mismo y capaz de deshacer todos los entuertos a bordo de su jamelgo amarillo. Por eso hay algo de mítico y de universal en este personaje que por momentos inspira compasión y por momentos percibimos como el sustrato que encumbra a los Trump y los Bolsonaro de cualquier época. Taxi driver es existencialismo filmado. Un regalo magnífico en esta semana de homenaje a Scorsese que continuará en los próximos días. Por ejemplo, el miércoles con el encuentro en el Teatro Jovellanos con el maestro americano para el que esta mañana ya conseguí dos entradas (haciendo, por cierto, una inmensa cola presidida por ese civismo impecable que haría las delicias de Michael J. Sandel, otro premiado merecidísimo que también tendremos esta semana en Asturias). En el instituto también celebraremos a Scorsese con la proyección para los alumnos el miércoles de La invención de Hugo y el viernes de Historias de Nueva York, aquella trilogía que dirigieron Woody Allen, Coppola y Scorsese. Será un gusto verla justo en el día en que recibe el premio que ya tienen sus dos compatriotas.