20 de mayo de 2020. Festival DocsBarcelona. Filmin, Avilés. V.O.S.
Martín Perino era un gran pianista argentino antes de que una crisis le llevara al Hospital psiquiátrico José T. Borda. Allí lo vemos intentando superarla. Luego lo acompañamos en esa nueva normalidad (la expresión de moda) en que, más que cualquier otra cosa, necesita volver a tocar el piano. Cuando no lo tiene, sus dedos tocan sobre mesas, bancos y hasta en el suelo.
La película es sobria en las formas. Sin más subrayado que una cámara neutra siempre al lado del protagonista. No hay declaraciones ni valoraciones. Solo momentos cotidianos de este ser musicalmente apasionado que ha quedado a la deriva. No sabemos qué le ocurrió. Quizá la obsesión familiar por la música haya tenido algo que ver con su drama. Él mismo parece apuntar hacia ello con una frase inigualable: "Que quede el niño pero que se vaya el prodigio". Solo es un documental que tiene tanto interés cuando apunta hacia lo musical como cuando se centra en lo psiquiátrico. No tiene nada que ver con Whiplash de Damien Chazelle ni con Hombre mirando al sudeste de Eliseo Subiela, pero que me haya acordado de ellas no es poco.