de Visar Morina. Kosovo, 2020. 121’.
7 de noviembre de 2020. 17 Festival de Sevilla (sección: Las nuevas olas). Filmin. V.O.S.
En Take Shelter y en las atmósferas de Kaffka. En esas dos referencias pienso mientras disfruto de esta película que nos coloca en el punto de vista de un personaje atormentado. Visar Morina consigue un extraordinario equilibrio entre la comprensión por lo que el protagonista percibe y por la forma en que los demás pueden verlo. Evitando caer en las tentaciones de lo psiquiátrico, nos ofrece una historia que combina el suspense más sobrio y el existencialismo más elegante. De hecho, la singular banda sonora (casi siempre ausente, solo se manifiesta en puntuales notas que no llegan a ser melódicas) es casi una marca de estilo de una película magnética que propone también una reflexión de cierto calado en la que lo radicalmente personal, lo institucional y lo cultural se dan cita, pero se deja siempre espacio para que sea el espectador quien decida en qué clave interpretarla o, aún mejor, para manejar las tres claves a la vez sin ninguna incoherencia. Por lo demás, las sutiles simetrías entre algunas escenas (las de los encuentros finales en esas visitas presididas por un vaso de leche o una taza de té) o el equilibrio en el lugar asignado en esta historia a los personajes secundarios son también otros aspectos que hacen de Exil una película mayúscula. No he visto más obras suyas pero, a juzgar por esta, Visar Morina es un director con muchísimo talento.