22 de noviembre de 2012. Cines Centro, 50º Festival de Cine de Gijón (sección: Amir Naderi). V.O.S.
Eddie y Tracy viven con su hijo Mitch en las afueras de Las Vegas. Parecen haber superado tiempos difíciles en los que ambos fueron adictos al juego. A pesar de las penurias económicas, Tracy cuida con esmero el jardín de su casa prefabricada. El verde y las flores sorprenden en ese no-lugar en el que la ciudad limita con el desierto. Un día un extraño marine se interesa por la casa. Según dice, allí fue enterrada hace años una maleta con una gran fortuna. Aunque inicialmente Tracy se resiste, poco a poco van levantando el jardín en busca del tesoro. La creciente ambición les lleva a una progresiva destrucción de su hogar y de su propia vida familiar. Un policía les informa de que el supuesto marine forma parte de una trama de juego en la que ellos y su comportamiento son motivo de apuestas, pero Eddie no le cree y continúa con su búsqueda. Tracy termina por abandonarle y al final también él deja la casa. Tan solo la actitud del niño, que en la última escena devuelve unas flores a ese patio desolado, deja lugar a la esperanza.
Nuevamente una búsqueda centra un relato de Amir Naderi. Como en algunas escenas de Marathon y de Sound Barrier, son los propios personajes (ahora una familia) los que en su ansiosa búsqueda van generando el caos que les desequilibra. Su fragilidad conmueve al espectador que contempla cómo el juego acecha letalmente el espacio y el tiempo de esta familia. El skyline de Las Vegas está siempre en el horizonte de unos personajes que antes eran ludópatas y ahora son motivo de apuestas. Hay algo de honda metáfora existencial en ese patio horadado en el que el padre va regresando a una condición casi prehumana. La actitud de Eddie recuerda la angustia autodestructiva del protagonista de Take Shelter, la película de Jeff Nichols que estuvo el año pasado en el festival. Y, como ya sucedía en Manhattan by numbers, también es fácil ver en lo que le pasa a esos personajes una metáfora de los problemas que hoy sufren nuestros países. Pero ese patio, a cuya destrucción asistimos, es intemporal. Lo que allí sucede parece el negativo siniestro, pero también magistral, de lo que hace veinte años se filmó en aquel otro patio en el que un artista buscaba un tesoro mejor: capturar la belleza en el sol de unos membrillos.
Nuevamente una búsqueda centra un relato de Amir Naderi. Como en algunas escenas de Marathon y de Sound Barrier, son los propios personajes (ahora una familia) los que en su ansiosa búsqueda van generando el caos que les desequilibra. Su fragilidad conmueve al espectador que contempla cómo el juego acecha letalmente el espacio y el tiempo de esta familia. El skyline de Las Vegas está siempre en el horizonte de unos personajes que antes eran ludópatas y ahora son motivo de apuestas. Hay algo de honda metáfora existencial en ese patio horadado en el que el padre va regresando a una condición casi prehumana. La actitud de Eddie recuerda la angustia autodestructiva del protagonista de Take Shelter, la película de Jeff Nichols que estuvo el año pasado en el festival. Y, como ya sucedía en Manhattan by numbers, también es fácil ver en lo que le pasa a esos personajes una metáfora de los problemas que hoy sufren nuestros países. Pero ese patio, a cuya destrucción asistimos, es intemporal. Lo que allí sucede parece el negativo siniestro, pero también magistral, de lo que hace veinte años se filmó en aquel otro patio en el que un artista buscaba un tesoro mejor: capturar la belleza en el sol de unos membrillos.