16 de noviembre de 2012. Cines Marta, Avilés.
Un profesor encarga a sus alumnos que escriban algo sobre el último fin de semana. Uno de ellos consigue cautivarle describiendo su incursión en la vida familiar de otro compañero. La relación entre el profesor y el alumno se va enredando con las nuevas entregas sobre la vida en la casa del otro alumno y los efectos que en esa familia va teniendo la presencia del alumno escritor y los juicios del profesor lector. La historia avanza combinando las escenas escritas por el alumno con los diálogos con su profesor y los que él tiene con su mujer. Hasta que las tres realidades se cruzan en un final inesperado.
François Ozon aprovecha brillantemente las oportunidades de esta sugerente historia teatral de Juan Mayorga en la que el espectador queda tan atrapado como el propio profesor. El profesor es el lector, pero también el crítico y un antiguo escritor fracasado. El alumno es el aprendiz de escritor, pero también el personaje principal de su historia (¿real o ficticia?) y un demiurgo que manipula la vida de los demás, incluida la del profesor. La forma en que se disecciona la intimidad de esa familia de clase media francesa ya es sutil y fascinante, pero incorporada en el preciso mecanismo metaliterario que trenza Mayorga/Ozon se convierte en una obra magistral. No está de más, por tanto, que la última escena nos recuerde el maravilloso palco de La ventana indiscreta y lo perturbador que resulta para los lectores y los autores descubrir e intervenir en la vida de los otros.
François Ozon aprovecha brillantemente las oportunidades de esta sugerente historia teatral de Juan Mayorga en la que el espectador queda tan atrapado como el propio profesor. El profesor es el lector, pero también el crítico y un antiguo escritor fracasado. El alumno es el aprendiz de escritor, pero también el personaje principal de su historia (¿real o ficticia?) y un demiurgo que manipula la vida de los demás, incluida la del profesor. La forma en que se disecciona la intimidad de esa familia de clase media francesa ya es sutil y fascinante, pero incorporada en el preciso mecanismo metaliterario que trenza Mayorga/Ozon se convierte en una obra magistral. No está de más, por tanto, que la última escena nos recuerde el maravilloso palco de La ventana indiscreta y lo perturbador que resulta para los lectores y los autores descubrir e intervenir en la vida de los otros.