15 de noviembre de 2012. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.
Una rubia madura llega a El Cairo para pasar unos días de vacaciones con su marido, un funcionario de la ONU muy ocupado. Tanto que es un sujeto elíptico u omitido casi toda la película. Su lugar como cicerone de la rubia Juliette es ocupado por un Romeo egipcio de nombre Tareq. Su aspecto es tan cautivador como aquel Yamam, que volvió loca a Ana Belén en Estambul. Pero Tareq es mucho más educado. Lógico. Juliette es una lánguida norteamericana high level, no como aquella Desideria de Huesca que Antonio Gala imaginó tan febril. La rubia y el moreno se entienden y nos muestran lo bonito que es El Cairo para el amor y lo bonito que es el amor en El Cairo. Al final de la película aparece el marido y los discretos amantes lamentan que acabe su historia. El espectador solo lamenta que el marido no hubiera llegado antes.
¿Qué habrá hecho El Cairo para merecer esto? ¿Y el Centro Niemeyer? Aunque quizá la película sea más sutil y lo que quiera presentar no sea una historia de amor imbécil, sino una historia imbécil para desvelar la belleza del mundo musulmán frente a los prejuicios occidentales o una aún más imbécil propuesta de entendimiento entre los dos mundos basada en el amor y la belleza. ¡Por favor Woody, vuelve a programar en el Centro Niemeyer! (¡Y anímate a hacer una peli en El Cairo!)
¿Qué habrá hecho El Cairo para merecer esto? ¿Y el Centro Niemeyer? Aunque quizá la película sea más sutil y lo que quiera presentar no sea una historia de amor imbécil, sino una historia imbécil para desvelar la belleza del mundo musulmán frente a los prejuicios occidentales o una aún más imbécil propuesta de entendimiento entre los dos mundos basada en el amor y la belleza. ¡Por favor Woody, vuelve a programar en el Centro Niemeyer! (¡Y anímate a hacer una peli en El Cairo!)