19 de noviembre de 2012. Cines Centro, 50º Festival de Cine de Gijón (sección: Amir Naderi). V.O.S.
Gretchen tiene un reto. En veinticuatro horas quiere hacer más de setenta y siete crucigramas. Ese es su record en el maratón personal que una vez al año hace mientras recorre Manhattan. Los vagones del metro, los andenes y los pasillos de las estaciones son sus espacios preferidos en este viaje urbano por las entrañas más ruidosas de la ciudad. Allí es donde mejor se concentra para hacer sus crucigramas. La cámara la sigue durante ese día en que ella está sola entre tanta gente. En medio de los sonidos urbanos, los mensajes de apoyo de su madre en el contestador son el contrapunto de este maratón solipsista por la ciudad.
Manhattan by numbers mostraba una jornada desquiciada contra el reloj del desahucio para George. Marathon (que también se habría podido titular Manhattan by letters) muestra otro periplo urbano en el que ahora son las letras las que Gretchen ha de encajar contra el reloj. Seguirla es también apasionante. Pero aún sin ella, Marathon seguiría siendo una película hipnótica cuyo protagonista es Manhattan. En el coloquio Amir Naderi dijo que alguien había incluido estas dos obras suyas entre las veinticinco mejores películas sobre Nueva York filmadas en el último siglo. No parece exagerado. Su cámara no nos muestra Manhattan, nos lleva por Manhattan para que veamos (y oigamos) el pulso de la vida cotidiana en la ciudad. La tensión de la chica que intenta que todas las letras encajen en todas las cuadrículas es una buena metáfora de la vida en esa ciudad. La belleza de los encuadres y la precisión del montaje hace que en esos setenta y cuatro minutos vivamos al lado de Gretchen un día inútil pero perfecto. Como Manhattan by numbers, Marathon es una película en la que tensión avanza con el día, pero al final espera una recompensa en forma de regalo desde el invierno de Manhattan.
Manhattan by numbers mostraba una jornada desquiciada contra el reloj del desahucio para George. Marathon (que también se habría podido titular Manhattan by letters) muestra otro periplo urbano en el que ahora son las letras las que Gretchen ha de encajar contra el reloj. Seguirla es también apasionante. Pero aún sin ella, Marathon seguiría siendo una película hipnótica cuyo protagonista es Manhattan. En el coloquio Amir Naderi dijo que alguien había incluido estas dos obras suyas entre las veinticinco mejores películas sobre Nueva York filmadas en el último siglo. No parece exagerado. Su cámara no nos muestra Manhattan, nos lleva por Manhattan para que veamos (y oigamos) el pulso de la vida cotidiana en la ciudad. La tensión de la chica que intenta que todas las letras encajen en todas las cuadrículas es una buena metáfora de la vida en esa ciudad. La belleza de los encuadres y la precisión del montaje hace que en esos setenta y cuatro minutos vivamos al lado de Gretchen un día inútil pero perfecto. Como Manhattan by numbers, Marathon es una película en la que tensión avanza con el día, pero al final espera una recompensa en forma de regalo desde el invierno de Manhattan.