22 de diciembre de 2016. Centro Galego de Artes da Imaxe, La Coruña. V.O.S.
Un pinchadiscos flipado y un proxeneta tranquilo llegan a la cárcel de Nueva Orleans por delitos que no cometieron. Allí coinciden con un alegre italiano que ha matado a un hombre. Los tres consiguen escapar y acaban divagando por los bosques de Luisiana. Hasta que llegan a una casa en la que otra italiana se enamora de su paisano y los otros dos fugitivos emprenden caminos separados.
En esta miniescapada a La Coruña en el comienzo de la Navidad nos encontramos en el CGAI con un pequeño ciclo sobre Jim Jarmusch del que la semana pasada vimos Paterson, su última película. En este 2016, en el que se han cumplido treinta años de tantas cosas, también cumple tres décadas Bajo el peso de la ley, una historia en blanco y negro con mucho carácter y con partes y estilos bien diferenciados. Antes de la cárcel, vemos las historias semihilvanadas de esos personajes menores que bien podrían dar para un thriller. Sin embargo, en la celda, la película cambia de tono y se apodera de ella el humor entre bondadoso y bobo del personaje de Roberto Benigni, desdibujándose los perfiles iniciales de los otros dos personajes. Tras el deambular por el bosque, con Begnini haciendo de las suyas, la historia concluye con la separación de los tres: el italiano por haber encontrado su amoroso lugar en el mundo y los otros encarando la muy jarmuschiana separación de caminos del hermoso plano final. Bien escrita y bien estructurada, la historia y las imágenes de Bajo el peso de la ley resisten muy bien estos treinta años que, con ese poderoso blanco y negro y esos escenarios tan bellamente meridionales, la hacen parecer un clásico.