27 de diciembre de 2016. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.
En diciembre de 1945 una monja está de parto en un convento polaco. Una novicia sale a buscar ayuda en el destacamento de la Cruz Roja francesa y consigue que una joven sanitaria vaya con ella al convento y le haga una cesárea. Pero son muchas más las que están embarazadas porque, al final de la guerra, soldados soviéticos las violaron durante los cuatro días terribles en que ocuparon el convento. La superiora quiere mantener el secreto para salvar a las monjas de un estigma que aún sería peor en ese tiempo de posguerra con el país ocupado. Así que la joven francesa mantiene el secreto y vuelve una y otra vez al convento para ayudarlas.
Un drama femenino e invernal magníficamente contado por Anne Fantaine y que, por fortuna, hemos podido ver esta tarde en versión original (en la película se habla francés, polaco y ruso). La elegante composición de cada plano, cuidada hasta el límite justo para evitar un preciosismo que resultaría impertinente en este drama, da el tono perfecto para un relato conmovedor en el que tan protagonista es esa joven francesa, que siempre hace lo que debe, como esas monjas polacas que, más o menos perfiladas, se convierten en mucho más que portadoras de hábitos. Ahora que el concepto de posverdad se está poniendo de moda, podríamos decir que esta magnífica película se sitúa en un nuevo género cinematográfico que podríamos llamar posrreligioso. Un cine que ni maltrata ni ensalza creencias, pero que consigue mostrar lo sublime que puede surgir cerca de ellas. Las inocentes es un drama contenido y, sin embargo, conmovedor que muestra mucho más de lo que parece sobre unos personajes marcados por un contexto histórico que, apenas esbozándolo, Anne Fontaine consigue retratar bastante mejor que muchas películas y libros pretendidamente históricos.