1 de noviembre de 2017. Cines Golem Alhóndiga, Bilbao. V.O.S.
Durante la primera guerra carlista un padre guipuzcoano tiene que decidir cuál de sus hijos va a la guerra. Será Martín que vuelve con un brazo inútil tras recibir un disparo en el campo de batalla. Cuando regresa al caserío su hermano Joaquín se ha convertido en un gigante. Handía, así se dice en euskera y así quiere él que le llamen en las ferias y espectáculos en los que se exhibe por Europa.
En esta fugaz escapada a Bilbao para visitar algunas exposiciones (magnífica la retrospectiva de Bill Viola en el Guggenheim y muy agradable la de la colección de Alicia Koplowitz en el Bellas Artes) nos encontramos con que podemos ver Handía en versión original en los Golem de la Alhóndiga (que afortunados son los bilbaínos teniendo un lugar como este). Así que no nos hemos perdido matices de la película como que el gigante solo hablaba euskera y hemos podido conocer el significado de su título conversando con una amable espectadora que nos lo explicó a la salida. Magníficamente ambientada, Handía es un relato con cierta voluntad poética sobre la vida de aquel grandullón que nació en Guipúzcoa hace casi dos siglos. Es una película de atmósferas y sentimientos que nos muestra una intrahistoria peculiar en los tiempos y los espacios en que se forjó el carlismo cuando todavía no era un mito. Pero el gigante no es el único protagonista de esta hermosa historia. Lo es también la intensa relación fraternal que tiene con Martín, ese hermano que renuncia a su sueño americano para acompañarlo en unos espectáculos que ahora parecerían pateticos, pero que la película sabe presentar de forma conmoverora. Está claro que quienes hicieron Loreak no han perdido aliento poético y han sabido contarnos, con el tono más adecuado, una singular historia radicalmente local que, quizá por eso, se hace tan interesante.