21 de noviembre de 2017. Cines Ocimáx, 55º Festival de Cine de Gijón (sección oficial). V.O.S.
Vemos pasar los días con Lucky, un anciano que vive en un pequeño pueblo de Arizona y que sabe entender y disfrutar cada instante de la vida. Aunque a la suya ya le quede poco.
John Carroll Lynch ha filmado una joya. Con un testamento interpretativo tan extraordinario como el que nos ofrece Harry Dean Stanton, con un acompañamiento tan inesperado como el de David Lynch, con un guión y una música tan pertinentes y con una parsimonia tan oportuna para contar una historia como esta, uno no puede dejar de pensar en Jim Jarmusch y en Wim Wenders. En el coloquio se resaltó la relación entre esta magnífica historia crepuscular y la delicia en plenitud que es Paterson. John Carroll Lynch reconoció su deuda con el primer Jarmusch pero confesó que aún no había visto esta última (prometió hacerlo cuanto antes). Así que, tras una película tan fascinante como la de esta noche que merecerá todos los premios que reciba (también el de actor protagonista, que ya sería póstumo), uno siente que acaba de presenciar una de esas historias que se harán inolvidables y que darán mucho que hablar. Un tipo de película que por ser americana tendrá más probabilidades de ser distribuida en todo el mundo (ojalá que sí) que otras joyas parecidas filmadas en otros países. Estoy pensando, por ejemplo, en aquella historia fascinante del brasileño Marcelo Galvão sobre una jornada particular en la vida de un hombre de noventa y dos años que se titulaba A despedida y que tuvimos la suerte de ver el año pasado en el Niemeyer.