2 de noviembre de 2017. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.
Una mujer hierática con variaciones mínimas en el gesto. A veces vestida de rojo. Otras de azul. También de amarillo. Contemplarla es hipnótico y a su alrededor genera expectación y silencio. Como si fuera una diosa o un extraño ser procedente del mundo de los sueños.
Trece minutos con un plano fijo del rostro y la mano de una mujer que apenas se mueve. Así comienza este documental sobre Amanda Coogan y sus performances duracionales. La vemos mientras las realiza en la galería RHA de Dublín. Y también deambulando lentamente por el interior de la cúpula y sobre la marquesina de este centro. Las performances que vemos son las mismas que se muestran en la exposición que ahora le dedica el Centro Niemeyer. Ella estuvo hace tres semanas aquí y durante una jornada realizó una de ellas. Ahora ha vuelto para presentar este documental junto a su director y el domingo cerrará la exposición realizando otra performance en la cúpula. Es un arte extraño y minoritario, como la propia película que lo documenta. En el coloquio que siguió a la proyección la artista irlandesa puso de manifiesto lo encantada que está con poder mostrar su trabajo en un espacio arquitectónico tan fascinante como este.
Mil. Con esta ya son mil las películas que he reseñado en este blog que dentro de cinco días cumplirá cinco años. Me encanta haber llegado a esa cifra precisamente aquí, en el cine del Niemeyer.