domingo, 31 de mayo de 2015

Jakob, el mentiroso

de Frank Beyer. Alemania (RDA), 1975. 100’.
31 de mayo de 2015. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Jakob es un judío que escucha accidentalmente un parte de guerra en una emisora alemana. Según parece, los rusos están avanzando hacia Berlín. Al día siguiente se lo cuenta a un joven y la noticia se extiende por el ghetto en el que viven recluidos. Todos creen que Jakob tiene una radio. Él no lo desmiente porque sabe que eso les mantiene ilusionados con la idea de que la guerra terminará pronto. También a Lina, una niña huérfana de la que cuida y a la que también cuenta hermosas historias desde su radio imaginaria.

Treinta años habían pasado del fin de la guerra cuando se filmó esta película que ahora cumple cuarenta años. Nos la trae el Instituto Goethe en lo que parece un ciclo dedicado al cine de la Alemania del Este. De Frank Beyer vimos hace unas semanas una historia sobre nuestra Guerra Civil. En la de hoy sigue a unos pocos personajes en lo que podría ser el desolado ghetto de Varsovia en los momentos finales de la guerra. Aunque no oculta el drama, opta por contraponerlo a algunas ilusiones que ayudan a estos judios a sobrevivir: las de esa radio que extiende la esperanza de un inminente futuro liberador, las de las evocaciones de Jakob de su vida pasada y las de los cuentos sobre nubes de algodón que preservan la mirada infantil de Lina. Los gestos piadosos de algunos nazis nos hacen recordar que, aunque la película sea oriental, no deja de ser alemana.  POSTDATA: Me alegro de que haya coincidido en el Niemeyer la película que motiva esta reseña. Con esta ya son quinientas las que he comentado en este blog.

sábado, 30 de mayo de 2015

Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia

de Roy Andersson. Suecia, 2014. 101’.
30 de mayo de 2015. Cines Centro, Gijón. V.O.S.

Treinta y tantas escenas extrañas. Algunas repiten personajes. Tambien frases anodinas. Como las de esos tipos orondos que venden artículos de risa. Hay referencias al absurdo cotidiano, a la muerte, a la historia europea, al tiempo, a la filosofía... Treinta y tantas escenas hipnóticas que dan para mucha hermenéutica.

Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia es a Amanece que no es poco lo que la península escandinava es a la ibérica. Igual que José Luis Cuerda, Roy Andersson tiene otras películas (de hecho, con esta cierra una trilogía), pero intuyo que Una paloma... será la inolvidable. Cada viñeta de esta sorprendente película está hecha con colores fríos verdeazulados y planos fijos de elegantísimas composiciones interiores (hasta cuando no lo son). Siempre comienzan con unos personajes parados que parecen proceder de cuadros que deberíamos conocer (igual que comienzan las cálidas escenas de la cautivadora Shirley: Visiones de una realidad de Gustav Deutsch sobre la pintura de Hopper). Luego los personajes se mueven y hablan. Y uno se queda tan perplejo como cuando brotan cabezas en un huerto español, pero asumiendo que la hilaridad (si la hay) es bien nórdica. Como pasa con Gente en sitios de Juan Cavestany, comprendo que a muchos estas historias semiarticuladas les echen pronto del cine. Yo me quedo con ganas de saber más de la obra de Roy Andersson.

It follows

de David Robert Mitchell. EE.UU., 2014. 100’.
30 de mayo de 2015. Cines Los Prados, Oviedo.

Tras un inquietante preámbulo en el que una adolescente huye de algo, la vemos con su novio en la tarde en que acabarán teniendo su primera relación sexual en la parte trasera de un coche. Es así como él le transmite algo que lo tiene aterrorizado: la lenta persecución de unos seres que vienen a matarlo. Parece que el mal es transitivo y solo es posible librarse de él pasándoselo a otro de la misma forma. 

El miedo como enfermedad de transmisión sexual. Trescientos sesenta grados de alerta ante lo que pueda venir. Esas podrían ser las síntesis del fondo y la forma de esta película. Las historias de terror no me atraen, pero en esta no hay sustos ni aspavientos. Solo la necesidad de estar alerta ante esa normalidad que puede devenir terrorífica. Como cuando de niño tenía que vigilar en la noche toda la habitación desde la cama. Porque el peligro podía llegar lentamente desde cualquier lado. Los planos amplios que giran circularmente, los personajes que avanzan desde la lejanía con una lentitud temible, la ausencia de adultos en esta historia de adolescentes, la desolación de algunos barrios en un Detroit espectral... Son algunas de las cosas que me han interesado de esta película a pesar de los recelos que tengo hacia el género. Tan solo lamento que el final no me acabe de encajar con el magnifico preámbulo. Pero seguramente soy yo, que no habré estado todo lo alerta que requiere este género.

viernes, 29 de mayo de 2015

A cambio de nada

de Daniel Guzmán. España, 2015. 93.
29 de mayo de 2015. Cines Parqueastur, Corvera.

Darío repite tercero de la ESO. Pero sus padres, separados y pendientes de juicio, creen que está en cuarto. Tras intentar robar unos exámenes una noche en el instituto y descubrirse su situación, decide irse de casa. En los días siguientes solo tendrá el apoyo de su amigo Luismi, de un patético canalla que le utiliza en sus trapicheos y de una dulce anciana a la que ayuda a recoger cacharros viejos por la noche.

Hay voluntad de naturalismo periurbano. A lo Barrio de Fernando León de Aranoa, pero con menos poesía. Hay personajes muy logrados y estupendamente interpretados. Como el adolescente Darío (Miguel Herran) y, muy especialmente, su amigo Luismi (Antonio Bachiller). También la anciana Antonia (Antonia Guzmán), que tiene un texto magnífico, y Caralimpia (Felipe Vélez), ese delincuente maduro y cutre que por momentos me ha recordado a un Harvey Keitel ibérico. Pero aunque la historia se sigue bien, quedan sin rematar algunas tramas paralelas (como el Caralimpia encarcelado) y se acaba moralizando y culpando a los padres de lo que le pasa a este adolescente. Por lo demás, si se busca el naturalismo no debe haber errores tan increíbles como que un responsable de un instituto público expulse a un alumno y diga que solo le quedaría la oportunidad de ir a la privada. Ni siquiera en el Madrid asolado por las políticas ultraconservadoras, un directivo de un instituto público diría una cosa así.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Mis hijos

de Eran Riklis. Israel, 2014. 105’.
27 de mayo de 2015. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Un adolescente palestino es enviado a estudiar en un internado israelí. Allí va adoptando una nueva identidad. La de un amigo judio con una enfermedad degenerativa con el que tiene una relación muy estrecha. Hasta el final.

El conflicto político queda en segundo plano. Tan solo parece tener cierta presencia en la alegre primera parte sobre la infancia del protagonista. Luego el tono de la película adopta una frialdad bastante europea (no parece casual el guiño a Cielo sobre Berlín, cuyas palabras iniciales oímos en una sala de cine). Mis hijos reduce al mínimo sus intenciones políticas, pero como retrato psicológico resulta un tanto impreciso y quedan demasiado desdibujadas las motivaciones de ese joven camaleónico. La relación con la madre del amigo podría dar cierto juego en el relato, pero apenas se desarrolla. Quizá lamentablemente.

martes, 26 de mayo de 2015

Arijanos

de Isaac Bazán Escobar. España, 2015. 57.
26 de mayo de 2015. Casa de la Cultura, Avilés.

Hace sesenta años cinco mil personas de la comarca de Arija llegaron a Avilés. Bajo las aguas del embalse del Ebro quedaban parte de las instalaciones de Cristalería Española, la empresa que había dado vida a esa zona del norte de Burgos y que por esos años abría una fábrica aquí. Los recuerdos de aquel desarraigo, que lo fue menos por ser compartido, llenan los testimonios de estos ancianos que antes de ser avilesinos fueron coreanos sin dejar de ser arijanos.

"Ellos se habían marchado de sus aldeas, exiliados como yo, aunque los hubiera corrido la economía y no la policía, y al cabo de muchos años estaban de vuelta en su tierra de origen, y nunca habían olvidado nada. Y ahora tenían dos memorias y tenían dos patrias". Lo dice Eduardo Galeano en El libro de los abrazos y es seguramente a eso a lo que se refiere Isaac Bazán Escobar con la frase que abre el documental y que casi lo resume: "Uno es de donde nace y de donde pace". La historia de los Arijanos es menos dura que la de los Campaneros, el magnífico documental que abrió esta serie tan necesaria sobre nuestra memoria (intra)histórica. En los testimonios de estos ancianos que esta tarde hablaban en la pantalla (y murmuraban emocionados en el patio de butacas) seguramente se podrían reconocer los millones de emigrantes interiores que hace medio siglo cambiaron la historia de nuestro país. Por eso resulta tan universal una historia como esta que es tan radicalmente local. Y singular, porque el traslado de una comarca entera a una misma ciudad en torno a una misma fábrica aporta una perspectiva distinta a esas historias en presente continuo que son siempre las de la emigración. Arijanos impresiona menos que Campaneros. Quizá porque lo que cuenta es menos dramático y porque sus testimonios son más homogéneos. Pero sirve para seguir mostrando que la memoria histórica de Asturias tiene en Avilés episodios muy singulares que merecen ser recuperados porque son muy universales. Aunque sean menos tópicos.

domingo, 10 de mayo de 2015

En tierra extraña

de Icíar Bollaín. España, 2014. 72’.
10 de mayo de 2015. Centro Niemeyer, Avilés.

Españoles en Edimburgo. Jóvenes (bien) formados que han encontrado allí un (mal) trabajo. El que no había aquí para ellos. Hablan de lo que (les/nos) ha pasado. Pero no se resignan al extrañamiento. La metáfora del guante perdido les sirve para organizarse y mantenerse unidos. El contrapunto lo ponen las imágenes del Autorretrato de un joven capitalista español, el monólogo de Alberto San Juan que hace del Teatro del Barrio un escenario perfecto para el análisis político.

De emigrantes e inmigrantes. De nosotros y de ellos. De los nuestros. De eso trata esta película. Mientras la veía pensaba en Luis de Guindos. En que la próxima vez que diga que estamos saliendo de la crisis alguien debería obligarle a ver este documental (y también Margin Call, la magnífica película de J. C. Chandor sobre cómo comenzó todo esto en su Lehman Brothers). Pero no. El destinatario de este alegato no son gentes como él. Son los ciudadanos. Los que nunca debieron llevarlos al gobierno y los que podrían sacarlos de él en las próximas elecciones. Solo hay que saber escuchar el mensaje de estos guantes desparejados en tierra extraña.  

sábado, 9 de mayo de 2015

Something better to come

de Hanna Polak. Dinamarca, 2014. 98’.
9 de mayo de 2015. Cineteca, Madrid. XII Festival Internacional de Documentales de Madrid. V.O.S.

Yula (sobre)vive en un inmenso vertedero de las afueras de Moscú. La seguimos durante catorce años. Desde que es una niña hasta que comienza una nueva vida fuera de allí.

Los he visto en las afueras de San Salvador. Allí los llaman pepenadores y se disputan con los zopilotes lo que descargan los camiones que llegan al vertedero. Son los nadies de Galeano. Aquí tienen nombres y rostros, algunos muy bellos. Una se llama Yula y empezamos a verla cuando es una niña. Es una más de un lumpen aún más extremo que el que conoció Marx. La directora también es llamada por su nombre. Su cámara pocas veces parece molestar mientras nos muestra la vida cotidiana de Yula en un Moscú exterior en el que nunca hay primaveras. La vemos jugar, crecer, amar. También tener un hijo cuando solo es una adolescente y dejarlo en el hospital. Y varios años después tener otro y empezar una nueva vida lejos del vertedero. Si el Boyhood de Linklater ficcionaba la maravilla de acompañar durante doce años una vida que crece, Hanna Polak hace lo mismo durante catorce con una vida verdadera en medio del infierno. La película conmueve más allá de todo límite. Porque por una vez los nadies tienen rostro, hablan, anhelan y se preguntan por la razón de su destino. El espectador también. Y sale del cine pensando en los costes éticos de hacer esta película. De no intervenir en esa vida que se acompaña. O de hacerlo solo al final. Porque Hanna Polak conoce desde hace años a esa adolescente que deja a su recién nacido en el hospital. Y no aparta la cámara en ese momento. Nos lo muestra con toda crudeza sabiendo que un día ese niño podría ver esta película y preguntarse por qué la directora no ayudó entonces a su madre. El final feliz desactiva solo en parte ese reproche. En todo caso, la película es más que merecedora de ese segundo premio del jurado de este festival con el que, aunque solo hoy, hemos podido coincidir de nuevo en el Matadero.

jueves, 7 de mayo de 2015

Güeros

de Alonso Ruizpalacios. México, 2014. 107’.
7 de mayo de 2015. Teatro Filarmónica, I Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo.

Tomás va al DF a casa de Sombra, su hermano mayor que comparte piso y amistad con Santos en los tiempos de la huelga estudiantil de 1999. Con Ana, una activista más que amiga de Sombra, recorrerán la ciudad en un viejo coche. Van en busca de Epigmenio Cruz, el autor de las canciones de una vieja cassette que Tomás le ha llevado a su hermano.

Una decisión difícil la de hoy. Ver Adiós al lenguaje en el Niemeyer o acompañar a estos Güeros que esta tarde estaban en la Semana del Audiovisual Contemporáneo. Con permiso de Godard, creo que la elección ha sido más que acertada. En estos tiempos de homenajes al cine del pasado (el premio que recibirá aquí Coppola en octubre ya huele a veneración de paraísos clausurados), yo soy de los que piensan que lo mejor en el cine siempre está por venir. Y que llega varias veces cada año. Por ejemplo, esta tarde con esta obra maestra de Alonso Ruizpalacios. Una película que es una declaración de amor al DF, a los instantes de intensidad infinita de cualquier juventud, a la poesía en las palabras, en los sonidos y en las imágenes. Toda la película está hecha en blanco y negro en formato 4:3. Por eso y por la belleza de muchos de sus encuadres me he acordado varias veces de los de Pawlikowski en Ida. Pero Ruizpalacios no se regodea en su extraordinaria capacidad para subyugar con un guión literariamente magnífico, con unas imágenes poderosísimas y con un sonido extraordinariamente significativo (también en esa omisión para el espectador de la música de la cassette). Desde otra edad, otro tiempo y otra ciudad, estos Güeros pueden recordar también al periplo urbano de Paolo Sorrentino en La gran belleza, pero Ruizpalacios tiene el acierto de no caer en el manierismo. De hecho, combina escenas sublimes y reposadas con instantes en los que la cámara corre tras sus protagonistas, para girarse y captar su sombra. O se da la vuelta y les permite decirnos cómo ven ellos la propia película o incluso ironizar sobre ese cine mexicano en blanco y negro que tanto puede gustar a la crítica europea. Una crítica a la que no le será difícil encontrar en esta película lo que tanto apreciaba en Los cuatrocientos golpes de Truffaut. Una obra mayor, por tanto, estos Güeros con los que Ruizpalacios me fascina por partes y en conjunto. De películas como esta tendrían mucho que aprender esos que piensan que el cine mayúsculo es solo cosa del pasado.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Ciutat morta

de Xavier Artigas, Xapo Ortega. España, 2014. 120’.
6 de mayo de 2015. Sala Cajastur, I Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo.

En la noche del 4 de febrero de 2006 se produjeron enfrentamientos en la calle Sant Pere més Baix de Barcelona entre la Guardia Urbana y los participantes en una fiesta que se celebraba en un edificio ocupado desde hacía años. Un policia resultó gravemente herido en la cabeza. Según los primeros testimonios, por el impacto de una maceta que alguien arrojó desde lo alto del edificio. Pero los detenidos fueron tres jóvenes que estaban en la calle y a los que se acusaba de atacar al policia con una piedra. Tras ser maltratados en la comisaría, fueron llevados al Hospital del Mar. Y allí los guardias detuvieron también a un chico y una chica que ni siquiera habían estado en esa calle. Los cinco pasaron varios años en la cárcel por un delito sobre el que se les había presupuesto todo, menos la inocencia. Patricia Heras no pudo soportarlo y se suicidó el 26 de abril 2011. Dos años después ochocientas personas ocuparon el antiguo Palau del Cinema para rebautizarlo con su nombre y proyectar un documental que quiere denunciar aquella injusticia: Ciutat morta.

Un ejemplo de cine activista. De buen cine y de noble activismo. El relato de los hechos está magnificamente documentado y estructurado. Los testimonios transmiten tanta verdad que cuando, tras su muerte, la compañera de Patricia Heras lee en público ese texto duro y emocionado pienso en las palabras de Lluis Llach en Campanades a Morts: "que mai no tingueu repòs en cap dels vostres dies i que en la mort us persegueixin les nostres memòries". Ciutat morta es un relámpago que hace sentir que Barcelona será una ciudad viva mientras su ciudadanía se siga rebelando contra la barbarie de que los prejuicios puedan ser la base de algunos juicios. En el coloquio, los directores nos contaron lo importante que ha sido la buena acogida que la película ha tenido en los festivales para que fuera imposible no programarla en la televisión catalana. Seguramente la noche en que se puso en TV3 no durmieron tranquilos los que provocaron o consintieron que la presunción de inocencia pudiera ser torturada impunemente en alguna comisaría. Magnífica tarde, por tanto, la de hoy en que he podido acercarme a Oviedo para ver algunas de las películas que se proyectan en esta interesante Semana del Audiovisual Contemporáneo.

La lección

de Kristina Grozeva y Petar Valchanov. Bulgaria, 2014. 107.
6 de mayo de 2015. Sala Cajastur, I Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo. V.O.S.

Una profesora de inglés quiere dar una lección al ladronzuelo que tiene en su aula. Pero le será difícil cuando sus problemas económicos la obliguen a pedir un préstamo que no puede devolver.

Lo que pasa en el aula es solo el contrapunto de unos días difíciles en la vida de esta mujer. Al principio el relato tiene una fría parsimonia, pero luego adquiere la intensidad de un buen thriller. Seguimos a esta profesora angustiada por la deuda que tiene y por el tiempo que le falta. Pero el interés de la película está también en los leves trazos con que intuimos su vida en la relación con los demás personajes: con la madre muerta que aún tiene tan presente, con el padre que ahora vive con una joven, con el marido pusilánime que cuida de su pequeña hija. Y también con unos alumnos a los que ya no podrá dar lecciones morales.

domingo, 3 de mayo de 2015

Tiempo sin aire

de Samuel Martín Mateos y Andrés Luque Pérez. España, 2015. 106.
3 de mayo de 2015. Cines Parqueastur, Corvera.

Tras perder a su hija mayor, María deja Colombia con su hijo para buscar en Santa Cruz de Tenerife a uno de los tres paramilitares que causaron la tragedia. Era un mercenario español del que solo tiene un nombre, Iván, y una fotografía. Gonzalo, el psicólogo de la escuela de su hijo, la ayuda en esa búsqueda.

El puzzle acaba casando en el dramático tramo final, lo mejor de la película. Pero cuando todo encaja desde la mirada del niño escondido, uno siente que estaba de más aquel tiro que solo parecía destinado a confundirnos. Por lo demás, me faltan acentos (más colombiano el de la protagonista, más canarios los de los personajes insulares) y me sobran algunos subrayados musicales.

sábado, 2 de mayo de 2015

La fiesta de despedida

de Tal Granit y Sharon Maymon. Israel, 2014. 95’.
2 de mayo de 2015. Cines Los Prados, Oviedo.

Un anciano con una enfermidad terminal pide a sus amigos que le ayuden a morir. Aprovechando que uno era veterinario y otro es un manitas, preparan una máquina para que él mismo pueda oprimir un botón y poner fin a su vida. Pronto se corre la voz y llegan más peticiones a esta cuadrilla. Entre ellas la de una mujer con Alzheimer que es la esposa del bondadoso anciano que diseñó la máquina.

La eutanasía, el Alzheimer y los afectos en la edad tardía. En los últimos años son muchas las películas que se acercan a estos temas con enfoques diferentes pero con notable calidad. Una familia de Pernille Fischer Christensen, Arrugas de Ignacio Ferreras, Amor de Michael Haneke,  Quelques heures de printemps de Stéphane Brizé, Miel de Valeria Golino o Still Alice de Richard Glatzer y Wash Westmoreland, son algunas de las mejores. La fiesta de despedida quiere parecerse a ellas, pero aportando un toque de comedia dulce al relato sobre la rebeldía de unos ancianos solidarios. Es una historia amable para todos los públicos que se ve bien, pero que queda muy lejos de la sutileza y calidad de cualquiera de aquellas películas. Por eso sorprende que se le haya condedido la Espiga de Oro en la última Seminci. Sobre todo porque en la sección oficial había películas mucho mejores, como Diplomacia de Volker Schlöndorff. El año anterior se quiso premiar a Ozu dando la Espiga de Oro al mal remedo de los Cuentos de Tokio que hizo Yôji Yamada en Una familia de Tokio. En la útima edición parece que, más que una película, se ha querido premiar un tema. O un país.