miércoles, 30 de septiembre de 2020

Eso que tú me das

de Jordi Évole y Ramón Lara. EE.UU., 2020. 65.
30 de septiembre de 2020. Cines Parqueastur, Corvera.

Después de luchar cinco años contra el cáncer, Pau Donés llama a Jordi Évole para que le haga una entrevista. Será en el Valle de Arán, solo dos semanas antes de morir. 

"Prefiero no preocuparme, ocuparme solo de las cosas que me gustan". La vida en un feliz presente continuo, también cuando se acaba. Ese es el conmovedor y alegre testamento vitalista que nos regala Pau Donés con la ayuda de su amigo en esta película magnífica y absolutamente imprescindible. Un canto a lo que de verdad importa hecho por alguien que sabe de qué habla y desde dónde está hablando. Eso que tú me das es un regalo extraordinario que nadie debería dejar pasar ahora que se puede ver en las salas de cine (televisar esta película será devaluar un poco su inmenso valor). Pau Donés termina esta despedida lleno de paz. Cantando, casi sin poder hacerlo, y agradeciendo, a todo y a todos, por haber tenido el inmenso privilegio de vivir una buena vida. Y de eso va esta hermosa película. No de la muerte, sino de la vida. De la vida buena.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Pinocho

de Matteo Garrone. Italia, 2019. 125.
27 de septiembre de 2020. Cines Parqueastur, Corvera.

El clásico de Collodi realizado (nunca mejor dicho) por el gran Matteo Garrone. Vemos a Geppetto fascinado ante ese tronco del que sacará a Pinocho, ilusionado por convertirse en un padre amoroso y luego desesperado por la desaparición de su criatura. Y vemos sobre todo las correrías peligrosas de esa marioneta infantil con alma desobediente y aventurera.

Tras aquella maravilla barroca que Garrone compuso en El cuento de los cuentos, se ha animado a seguir la misma senda formal para ofrecernos este Pinocho visualmente delicioso que, como el original de Carlo Collodi, está lleno de lecciones morales para niños desobedientes. De hecho, aunque es una película ideal para todos los públicos y le da mil vueltas estéticas a esos productos llenos de efectismos alienantes que llegan cada invierno de las factorías gringas, no me extrañaría que algunos padres consideren que resulta poco amable para sus hijos (aunque otros estarán encantados de que por fin alguien facilite una pequeña dosis de temor ante las consecuencias de algunos actos). Está claro que los cuentos clásicos mantenían atentos, fascinados y callados a los niños. Pero lo conseguían principalmente porque los intimidaban, aunque solo fuera de mentirijilla.  Así que ver esta maravilla, con o sin niños, en la que hasta Roberto Benigni está estupendo (y no excesivo) es una gran oportunidad para comprobar que la cinefilia es posible a cualquier edad. Los mayores luego pueden explorar otras obras estupendas de Garrone, como ese Cuento de los cuentos, que les encantará si les ha gustado este Pinocho, y otras películas suyas tan magníficas como Gomorra, Reality o Dogman.

jueves, 24 de septiembre de 2020

A este lado del mundo

de David Trueba. España, 2020. 96.
24 de septiembre de 2020. Cines Parqueastur, Corvera.

La empresa de Alberto le acaba de despedir pero, sin que figure en ningún sitio, le proponen que vaya a Melilla y diseñe un proyecto para modificar la valla. Para que pueda conocer el contexto, le asignan una guardia civil que le acompañará durante su estancia y le servirá de guía por la zona. Ella se llama Nagore y es mil veces más resuelta que Alberto. Él es un ingeniero pasmado que no acaba de tener muy claro si quiere reformar con su novia la casa que heredó de sus padres ni tampoco qué pinta realmente en Melilla. 

David Trueba vuelve a ParqueAstur para presentarnos su última película (hay que felicitar al director de estas salas por organizar iniciativas como esta y por programar de vez en cuando joyas imprevistas). La proyección es casi una primicia porque, tras su presentación en el festival de Málaga, empieza ahora un recorrido por diversas ciudades antes de estrenarla en Madrid y en Barcelona. A este lado del mundo trata de la valla de Melilla, de la inmigración y de lo que está pasando allí y en todo el Mediterráneo. Pero David Trueba decide poner el foco en un tipo normal, un pánfilo sin maldad ni criterio que no resulta un personaje exótico. Es una de esas buenas personas que no saben nada de muchos temas y que siempre evitan los conflictos. Y a un tipo así es al que pone en el brete de proyectar una reforma de la valla, de vérselas con una mujer que se las sabe todas y con la que los contrastes son tan grandes como el excelente y conjuntadísimo trabajo de Vito Sanz y Anna Alarcón interpretándolos. A este lado del mundo es una película modesta en medios, sin asperezas ni tópicos y con un guión bien escrito que, sin llegar a ser una comedia, a veces obliga a sonreir. Sin embargo, más allá de esa apariencia menor, la historia está concebida con mucha intención. Más que llegar al corazón con resortes emotivos, David Trueba ha querido llegar a la inteligencia y hacerlo de forma sutil. Por eso ese personaje que nunca sabe lo que quiere nos pone de los nervios. Como esa vieja Europa que tampoco quiere saber nada de lo que le está pasando y, al renunciar a razonar sobre estos problemas, acaba por dejarlos al cuidado de la víscera y los viscerales. Nada parece más distante que las vidas de Alberto y la de Nagore. Quizá solo la de los dos frente a la del chico inmigrante que aparece en el tramo final de la película. Sin embargo, los tres, queriendo o sin querer, estarán inevitablemente unidos por las circunstancias. Y no será solo el chico africano quien, además de la valla, se salte las normas. Sin saberlo, también Alberto lo hace cuando, obligado por la necesidad, acepta un encargo irregular y, con menos justificación, se compra un coche sin ir a un concesionario. Así que espero que le vaya muy bien a David Trueba con esta nueva película que merece ser vista en muchas salas. Nosotros hemos tenido la suerte de poder conversar con él tras la proyección y digo conversar porque, igual que pasó en enero cuando vino a presentar Si me borrara el viento lo que yo canto (el estupendo documental sobre Chicho Sánchez Ferlosio), más que una presentación seguida de preguntas y respuestas, lo que ha habido esta noche ha sido un diálogo en sintonía en el que daba gusto escucharlo a él y también a quienes intervinieron desde las butacas. Así que ya sabes David, prepara pronto tu próxima película y vuelve por aquí. Estaremos encantados de recibirte.

martes, 22 de septiembre de 2020

Photographic memory

de Ross McElwee. EE.UU., 2011. 87.
22 de septiembre de 2020. Play-Doc, VIII Festival Internacional de Documentales. Filmin, Tui. V.O.S.

Ross Mac Elwee no se lleva muy bien con su hijo. Adrian ha entrado en una edad difícil que un padre solo es capaz de soportar porque se empeña en creer que ese ser extraño tiene dentro todavía a aquel niño adorable que fue. Para poner distancia entre los dos y también para recordar cómo era él en esa edad, Ross McElwee decide viajar a  Saint-Quay-Portrieux, un lugar en la Bretaña francesa en el que estuvo un tiempo trabajando como ayudante de un fotógrafo. Allí descubrió el amor con Maud, una chica de la que nunca volvió a saber más. Con un mapa en el que había anotado los lugares en los que estuvo y unas pocas fotografías de aquel tiempo, emprende un nuevo periplo filmado para reencontrarse con aquellos pueblos y aquellas gentes, para rescatar la memoria de aquel tiempo y para intentar comprender a su hijo. Al menos, a los dos les sigue uniendo la pasión por grabar con la cámara.

Hace casi diez años que vi esta película en el festival de Gijón y desde entonces la he citado muchas veces. Solo por ese último plano en el que Adrian parece emular al protagonista de Los cuatrocientos golpes en la escena final de la playa, pero con la sombra de su padre en una esquina del encuadre, ya se justifica sobradamente esa fuerza poética y reveladora que tanto había valorado en esta película. Y tantos años después, me sigue pareciendo cautivadora la voz de Ross McElwee como de hermeneuta existencial de aquel pasado francés, del encuentro entre la cámara y las viejas fotografías, del incomprendido hijo que él fue y del padre extrañado en que se está convertiendo ante de su hijo. Nuevamente su cine documental, por llamar de alguna manera a sus trabajos, puede parecer sencillo porque es completamente accesible. Pero en eso está precisamente el valor de un documento que es natural pero no naturalista, reflexivo pero no metafísico, autorreferencial pero no solipsista, y atento a captar la textura del tiempo sabiendo que solo retratando el instante en presente continuo hay alguna posibilidad de convertirlo en intemporal y universal. Así que no reniego de la mirada del espectador que yo era al comienzo de esta década. Quizá tras ver sus obras anteriores entienda mejor ahora el contexto de su cine, pero igual que entonces sigo pensando que McElwee ha aportado una forma especular de observar y mostrar la relación entre el creador y la obra. Un modo de entender el cine que ha tenido muchos y buenos seguidores, para fortuna de los cinéfilos. Ahora solo lamento dos cosas. Que él no haya vuelto a dirigir otra película desde esta y que yo todavía no sepa cómo podría ver las demás películas suyas. Sobre todo la de su querida Charleen y las de sus viajes a Berlín (Something to Do with the Wall) y a Paraguay (In Paraguay). Así que sería estupendo que se le dedicara en algún festival cercano una retrospectiva en la que se proyecten todas sus obras. Él creo que quedó encantado cuando estuvo hace dos años en el DocumentaMadrid. Lástima que yo no pudiera estar allí.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Bright Leaves

de Ross McElwee. EE.UU., 2003. 107.
20 de septiembre de 2020. Play-Doc, XVI Festival Internacional de Documentales. Filmin, Tui. V.O.S.

John Harve McElwee, el bisabuelo de Ross, cultivaba tabaco en Virginia del Norte. Sus disputas con Jake B. Duke forman parte de la memoria de su familia. Pero los enormes males que causa el tabaco en todo el mundo no pueden atribuirse a los McElwee porque aquel antepasado resultó perdedor frente al magnate. Así que sus descendientes se dedicaron más bien a la medicina (y alguno al cine) y no a vivir del emporio más importante de la industria tabaquera mundial.

Ross McElwee vuelve a Virginia del Norte para indagar sobre su bisabuelo y su contrincante tabaquero y sobre las posibles conexiones de sus disputas con una novela (Bright leaf, escrita por Foster Fitz-Simons) y con una película (El rey del tabaco, protagonizada por Gary Cooper). Ambas ficciones bien podrían haberse inspirado en la contienda real que mantuvieron aquellos dos tipos hace más de un siglo. También buscará hablar con personas que sufren o se enfrentan a esa adicción con la que tanta gente pretende sentir la detención del tiempo mientras fuma un cigarrillo. Una sensación y una adicción que McElwee confiesa entender muy bien. Son las mismas que él siente cuando juega a parar el tiempo con su cámara. Y yo también debo reconocerlo: empiezo a sentirme enganchado a su cine y no puedo soportar la idea de que haya hecho una película titulada In Paraguay (¡nada menos que Paraguay!) y no esté incluida en la retrospectiva que le dedica este festival. Lo peor es que solo me queda recibir una segunda dosis de Photographic memories. Ya estoy temiendo el mono que vendrá después.

Six O'Clock News

de Ross McElwee. EE.UU., 1996. 103.
20 de septiembre de 2020. Play-Doc, XVI Festival Internacional de Documentales. Filmin, Tui. V.O.S.

Tras el nacimiento de su hijo, Ross McElwee es más sensible a la vulnerabilidad de los seres humanos. Los noticiarios de las seis están llenos de tragedias inesperadas que cambian en un instante la vida de las personas. Viajando al sur y al oeste grabará con su cámara a algunas de ellas. Como la que acaba de sufrir su amiga y antigua profesora Charleen que, después de haber perdido hace unos años su casa en un incendio en el que murió su marido (nos lo contó en Time Indefinite) vuelve a padecer en su nueva casa las consecuencias de un tremendo huracán. O la de un coreano que perdió a su mujer asesinada en un crimen horrendo. O el drama de un salvadoreño llamado Salvador que quedó atrapado bajo los escombros en un terremoto de Los Ángeles.

McElwee sigue con su autobiografía filmada en este documental que nada tiene que ver con la truculencia sino con la apertura de la condición humana a lo imprevisto y al azar. Por eso, entre los muchos hilos que se trenzan en esta película que tiene, como todas las suyas, una apariencia muy sencilla pero un notable calado existencial, también está la religión. Y, por supuesto, la centralidad a la vez visible y transparente de la cámara y la posibilidad de especular con ella y sobre ella. En este caso, casi literalmente porque las cámaras de los reporteros televisivos que (re)construyen el realismo de las tragedias cotidianas reflejan y se ven reflejadas como en un espejo en la cámara de McElwee. Como siempre, sus palabras añaden una segunda capa reflexiva a las imágenes. Por lo demás, cada vez parece poner más cuidado en el encuadre y en el montaje, logrando una belleza sobria y sutil que en cada escena y en el conjunto de la obra.  Así que en esta nueva joya este director único nos ofrece, además de un periplo americano, un nuevo capítulo en su intento por atrapar el tiempo de una vida en un presente continuo radical.

sábado, 19 de septiembre de 2020

Time indefinite

de Ross McElwee. EE.UU., 1993. 114.
 19 de septiembre de 2020. Play-Doc, XVI Festival Internacional de Documentales. Filmin, Tui. V.O.S.

El sorpresivo anuncio de la boda. La alegría de su familia. La ceremonia. La comunicación del embarazo. El aborto inesperado y, pocos días, después la repentina muerte de su padre. Y será en ese tiempo indefinido del duelo posterior cuando Ross McElwee emprenderá un viaje de reencuentros familiares y amistosos en el que, entre otras cosas, reflexiona sobre el significado de las imágenes. Las que él está grabando y las que recupera de los tiempos en que vivían sus padres. Quizá para mantenerlos presentes en ese tiempo indeterminado en que las vidas de los seres queridos parecen seguir existiendo mientras alguien las mire a través del celuloide. La película termina con la apertura de un tiempo nuevo para McElwee. El del nacimiento un año después de su hijo Adrian.

Momentos como el de la reflexión en el sillón sobre la muerte de su padre apostillados por su propia voz superpuesta muestran la maestría de un director que con una cámara autobiográfica es capaz de hacer que el cine más sencillo tenga la mayor hondura existencial. Esta miscelánea de encuentros y reflexiones filmadas hacen que uno piense en el efecto, en cierto modo balsámico, para el autor y para el lector de textos sobre el duelo y la evocación como El balcón en invierno de Luis Landero, Inconsolable de Javier Gomá, Ordesa de Manuel Vilas o A corazón abierto de Elvira Lindo. La diferencia es que Ross McElwee esculpe esta magnífica reflexión sobre el tiempo con esa cámara que él parece usar no solo para crear y compartir. También para vivir.

Sherman's March

de Ross McElwee. EE.UU., 1986. 157.
 19 de septiembre de 2020. Play-Doc, VIII Festival Internacional de Documentales. Filmin, Tui. V.O.S.

Durante la Guerra de Secesión el general Sherman hizo estragos en los estados del sur. Ross McElwee sigue un itinerario similar al que él siguió encontrándose (por interés propio o por recomendaciones de su familia) con una serie de chicas con las que podría (o no) llegar a tener relaciones. La película es, por tanto, un diario filmado de diversos encuentros previstos o incidentales desde una radical primera persona en un presente continuo en el que se evocan hechos de un pasado remoto y se advierte la sombra del miedo al desastre nuclear que aún estaba presente a mediados de los ochenta.
No había oído hablar de Ross McElwee cuando en 2011 me encontré en el Festival de Gijón con esa última joya suya titulada Photographic Memory. Así que poder ver varias de sus películas anteriores que se programan en este festival de Tui (que ahora podemos ver en Filmin) es un lujo inesperado. Sherman's March es ya un clásico que nos sitúa casi en los precedentes de ese mundo de los diarios filmados que tres décadas después ha dado tantos frutos, buenos y malos. Una de las cosas que más me ha llamado la atención de esta película es poder ver esa manera tan distinta (natural, pero no naturalista) de relacionarse con la cámara de unas personas que a mediados de los ochenta ya no posaban sorprendidas por su presencia, como en los tiempos de la fotografía en blanco y negro, pero que nada tenían (teníamos) que ver con esa socialización radical en el (auto)paroxismo audiovisual propia de esta última década. Las reflexiones y soliloquios de McElwee pueden tratar de la pesadilla nuclear, del sadismo de Sherman o de sus cuitas sentimentales. Pero todas tienen esa sinceridad que se convierte en testimonio de un tiempo biográfico precisamente porque no parecen tener la intención de serlo. Y, también resultan, más que sugerentes esos comentarios metavisuales en los que McElwee reflexiona sobre la separación (o no) del fluir de su vida convertida a la vez en sujeto y objeto para la cámara.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Uno para todos

 de David Ilundain. España, 2020. 94.
 18 de septiembre de 2020. Cines Ocimax, Gijón.

Con el curso ya comenzado, un profesor interino tiene que hacerse cargo de un grupo de sexto de primaria en un pueblo aragonés. Él tiene dominio de las situaciones, buena mano y no se le escapa nada de lo que ocurre en el aula. Pero tendrá que lidiar con un problema complicado. Uno de los niños, que está siendo tratado de un cáncer, es recibido con tensión cuando regresa al aula. Es un chico hábil y listo pero, durante el curso pasado, varios compañeros sufrieron sus maldades. 

Prefiero mil veces a Merlí (el profe de filosofía de esa serie que tanto gustó a muchos alumnos) que al protagonista de La clase (la película de Laurent Cantet que tanto gustó a muchos profesores). Con el primero apetece ir al aula, aunque solo sea para ver qué pasa cada día. Con el segundo apetece cerrar los institutos, aunque ese de París sea más bien una caricatura. Por fortuna, David Ilundain toma el modelo del primero trasladando al final de la primaria el tipo de cuitas cotidianas de aquella serie. Así que los alumnos son aquí más jovencitos y el profesor también. Lo interpreta David Verdaguer que la da una pinta menos convencional que la del estupendo personaje de Francesc Orella en esa serie que desgraciadamente teníamos que ver en versión doblada. Y es precisamente el personaje del profe el que me resulta menos verosímil de esta película. Y no porque, como Merlí, tenga líos personales pero sepa llevar muy bien a los chicos, sino porque lo encuentro demasiado guapo y demasiado gestual y me parece que en lugar de un profesor real lo que veo es a un actor muy apto para películas sobre otros temas. Supongo que eso es más un inconveniente para mi que para muchos otros espectadores (incluidos los adolescentes), pero en todo caso me quedo con lo bien dirigidos que están los actores juveniles de esta historia y con el acierto de David Ilundain (que ya lo tuvo, y grande, cuando llevó al cine las declaraciones de Bárcenas ante el juez Ruz en B, la película basada en el texto teatral de Ruz-Bárcenas) al defender que lo importante en el aula no es esa tensa frontalidad entarimada y curricularizada que muestra tramposamente la dramática y pesimista película de Cantet, sino las relaciones humanas, con sus dificultades y sus posibilidades, que siempre (visibles o no) se dan cita en un aula. Por lo demás, aunque tiene su punto melodramático y moralizante, me parece bien que el desenlace de la película reivindique el perdón y la empatía. En todo caso, si se quiere realismo y sutileza en la presentación de dilemas propios de la profesión docente, recomiendo leer Apenas unos milímetros, el magnífico relato de Sara Mesa en su libro Mala letra. Además de literatura excelente contiene una historia nada complaciente que debería dar mucho que pensar a cualquiera que tenga interés en la educación.

sábado, 5 de septiembre de 2020

Las niñas

de Pilar Palomero. España, 2020. 108.
5 de septiembre de 2020. Cines Los Prados, Oviedo.

Celia estudia sexto de EGB en un colegio de monjas de Zaragoza. Es una edad con más dudas que certezas y en la que resulta difícil mantener la complicidad con las amigas y evitar sus desprecios. Sobre todo porque Celia no tiene más familia que  su madre y cree que su padre murió antes de que ella naciera.

La cámara de Pilar Palomero sabe mantener la distancia y la neutralidad necesaria para que nos sintamos en medio de esta colección de estampas sobre la intimidad preadolescente (así se llamaba entonces a esa edad) en un colegio de monjas. Eso y la estupenda interpretación de las niñas (sobre todo la de Andrea Fandós en el papel protagonista) son lo mejor de una película que nos devuelve a 1992, aquel tiempo en que en España pasaron muchas cosas. Entre otras, que comenzara a implantarse en los institutos públicos la LOGSE, algo que aún tardaría en suceder en centros privados como el de Celia (y eso se nota). La buena acogida de esta ópera prima hace pensar en otras historias con inspiración más o menos autorreferencial sobre la misma época. Pero la atmósfera de Estiu 1993, la magistral película de Carla Simón, es mucho más sugerente y conmovedora que la de Las niñas. Y no solo porque estas vayan a un colegio de monjas.

viernes, 4 de septiembre de 2020

The way back

de Gavin O'Connor. EE.UU., 2020. 108.
4 de septiembre de 2020. Cines Parqueastur, Corvera.

Jack Cunningham es un hombre a la deriva que, tras la muerte de su hijo y la separación de su mujer, solo encuentra consuelo en el alcohol. De joven había sido una promesa del baloncesto, así que cuando le llaman para entrenar al equipo de su instituto acepta la propuesta e intenta cambiar a la vez su vida y los resultados del equipo.

Ben Affleck protagoniza esta historia que parece combinar la amargura del personaje que protagonizó su hermano Casey en Manchester frente al mar con la redención por el baloncesto que lograba el personaje de Javier Gutiérrez en Campeones. Comparada con películas tan buenas como la de Kenneth Lonergan o la de Javier Fesser The way back  (el título debe tener sutilezas intraducibles al español según los distribuidores) se queda en algo bastante menor. En todo caso, la historia se ve con interés y el trabajo de Ben Affleck es más que convincente. Así que, en estos tiempos en que tenemos más ganas de ver cine que variedad en la oferta de nuestros cines, tampoco podemos pedir mucho más.

jueves, 3 de septiembre de 2020

Tenet

de Christopher Nolan. EE.UU., 2020. 150.
3 de septiembre de 2020. Cines Parqueastur, Corvera.

Un agente de inteligencia tendrá un encargo del que tiene información incompleta. Se trata de enfrentarse a los tratos que ha hecho un traficante de armas con  los socios más peligrosos. No se trata de la mafía rusa ni de terroristas internacionales. Se trata de quienes ya le han facilitado tecnologías y armas sorprendentes que producen la inversión temporal. Si ese hombre malvado consigue sus propósitos el encargo que le llega del futuro acabará con el mundo.

En Dunkerque la inmersión en las escenas bélicas era radical y el equilbrio con las intenciones del relato era muy correcto. Algo que también conseguía Christopher Nolan en otra película igualmente espectacular pero conceptualmente más ambiciosa como era Interstellar.  Lo mismo sucedía en Origen, cuyos encabalgamientos oníricos eran visualmente magnéticos sin ser demasiado exigentes. En lo que ofrece de espectáculo no hay nada que reprocharle en este Tenet palindrómico que nos habla (y nos muestra) pinzas temporales más complejas que los ya clásicos viajes en el tiempo. Como el cine es precisamente el arte cuya materia es el tiempo, se agradece que Nolan haya jugado con esa idea a través de la narración (y casi el montaje) invirtiendo escenas con estrategias que dan mucho que pensar y cuya comprensión requeriría algo más que las referencias nominales y puntuales a la entropía y a la física de partículas. El espectáculo se disfruta pero el espectador, igual que los personajes, está acostumbrado (también en el sentido de Hume) a la prioridad temporal de la causa sobre el efecto, así que, además de invertir el tiempo, convendría dedicarlo no solo a lo exhibición de lo trepidante, sino también a la explicación de la urdimbre conceptual de esas pinzas temporales. Y es que cuando se tratan conceptos mayores de la física (o la metafísica) conviene manejarlos con ese sutil equilibrio entre el disfrute visual y el intelectual. Un ejemplo de cómo hacerlo: La llegada de Denis Villeneuve.

martes, 1 de septiembre de 2020

Un amigo extraordinario

de Marialle Heller. EE.UU., 2019. 108.
1 de septiembre de 2020. Cines Los Prados, Oviedo. V.O.S.

Lloyd Vogel es un periodista crítico y poco condescendiente al que, a finales de los noventa, su revista le encarga escribir un artículo sobre Fred Rogers, el bondadoso protagonista de un programa de televisión para niños muy exitoso en Estados Unidos. Vogel piensa que tiene que haber algo de doblez o de impostura y que la bondad y empatía del personaje televisivo de Rogers no puede venir del propio carácter de Fred. Sin embargo, los sucesivos encuentros para preparar el reportaje le irán convenciendo de que se equivoca. Al final el entrevistador se acabará sintiendo personalmente interpelado y la amistad con Fred Rogers le servirá para retomar la relación con su padre.

Hay dos historias que se cruzan en esta estupenda película de Marialle Heller (una directora que ya había demostrado su buen pulso narrativo para historias con densidad sentimental en sus dos películas anteriores: The diary of a teenage girl y ¿Podrás perdonarme algún día?). Por una parte está la que protagoniza un Tom Hanks inconmensurable que tendrá bien merecido el Oscar al mejor actor secundario interpretando a este personaje delicioso que seguramente será mejor apreciado por el público estadounidense que lo conoció en televisión. La otra historia es la Lloyd Vogel que también defiende magníficamente Metthew Rhys y que se inspira en el periodista Tom Junod, autor del artículo "Can You Say... Hero" cuya redacción es el nexo de unión entre los dos personajes. Como acabo de leer A corazón abierto de Elvira Lindo encuentro aún más interesante el drama (y el peso) de la relación del periodista con su padre. Y como las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos están intensificando allí la exhibición del mal en estado puro, no puedo dejar de pensar que el Fred Rogers de Tom Hanks (y seguramente el real) representa el negativo exacto de los valores que encarna ese tipo racista que habita en la Casa Blanca.