domingo, 30 de abril de 2017

FtWTF (Female to what the fuck)

de Katharina Lampert y Cordula Thym. Austria, 2015. 92.
30 de abril de 2017. Centro Niemeyer, II Festival de cine LGBTIQ, Avilés. V.O.S.

Reflexiones en primera persona de seis jóvenes transexuales. Vemos cómo viven unos cambios que han decidido conscientemente y sobre los que tienen mucho que decir. Y lo dicen muy bien.

Sinceros, lúcidos y reflexivos. Así son los testimonios que llenan esta película en la que se habla de todas las palabras que componen el acrónimo de este festival pero se centra sobre todo en vidas trans. Pocos tópicos y lugares comunes aparecen en este recorrido por unas experiencias vitales en las que el mayor mérito es, sin duda, la selección de los protagonistas. Seis personas que reivindican algo que me parece crucial: la prioridad de la sustancia primera sobre la sustancia segunda. De la identidad individual sobre los géneros y las especies. Es verdad. Si igual que sobre el color de los ojos o el grupo sanguíneo, los nombres propios también fueran mudos sobre el género o el origen de cada cual, seguramente serían más fáciles las vidas de quienes no quieren definirse por las patrias, ni siquiera las sexuales. Pero lamentablemente nombres como Práxedes (o Mani, como se llama una de las personas de este documental)  hay pocos. Y siguen provocando perplejidad.

La noche

de Edgardo Castro. Argentina, 2016. 135.
30 de abril de 2017. Centro Niemeyer, II Festival de cine LGBTIQ, Avilés.

Martín deambula por la noche porteña. Busca sexo, cocaína, cerveza y quizá también amistad. Sus querencias eróticas son homosexuales y eso es lo que vemos durante casi toda La noche. También hay tiempo para el afecto con una amiga travesti con la que comparte algunos momentos del día.

No apta para todos los públicos. Mejor dicho, apta para muy pocos. De hecho, fueron muchos los espectadores que abandonaron la sala durante la proyección. Sexo muy explícito, sonido muy sucio y duración desmesurada para una historia que casi no lo es. Así es muy difícil soportar una película en la que la cámara se mueve mucho pero no perturba nada la vida íntima de unos personajes que quizá tampoco lo sean. Para algunos La noche puede resultar una película pornográfica. Para otros puede ser un recorrido antropológico (o soporífero) por esas intimidades de la noche que fascinan (o espantan) según lo noctámbulo (o amigo de lo sórdido) que sea cada cual. Yo lo soy poco, así que me quedo con esa escena final en la que, tras el tedio de las muchas de sexo y drogas, vemos a Martín y a su querida travesti compartiendo amistad.

Strike a pose

de Ester Gould y Reijer Zwaan. Holanda, 2016. 83’.
30 de abril de 2017. Centro Niemeyer (auditorio), II Festival de cine LGBTIQ, Avilés. V.O.S.

Veinticinco años después de hacerse famosos acompañando a Madonna, seis bailarines (el séptimo falleció) rememoran aquellos tiempos que también fueron documentados en su momento por la película Truth or Dare. Qué significó para ellos todo aquello y qué hacen ahora es lo que vemos en este documental.

Comienza la segunda edición del Festival LGBTIQ con esta película en la que la efervescencia juvenil, el influjo de Madonna, la homosexualidad y el sida tienen más presencia que la danza. Salvo la fugaz y deliciosa aparición de la madre de José Xtravaganza (al que no hemos podido escuchar en el coloquio porque una descuidada programación lo hizo incompatible con la segunda película) lamentándose en español de que su hijo no hubiera aprovechado bien aquella oportunidad, Strike a pose no aporta mucho a lo que ya sabemos sobre Madonna, sobre los años noventa y sobre el sida. Son seis chicos majos que provocan mucha empatía en el público. Pero nada más.

sábado, 29 de abril de 2017

Lady Macbeth

de William Oldroyd. Reino Unido, 2016. 89’.
29 de abril de 2017. Cines Los Prados, Oviedo.

En la Inglaterra rural de mediados del XIX una joven se casa con un hombre que la desprecia. Él y su suegro quieren tenerla encerrada en su mansión, pero en su ausencia ella se encapricha de uno de los hombres que trabajan para ellos. Por ese apasionado amor ella cometerá tres asesinatos.

Elegantísima puesta en escena, estudiados encuadres de interiores, una ambientación impecable y unas interpretaciones rotundas hacen de Lady Macbeth una película muy grata aunque la historia que cuenta casi pase del sadismo masculino a la amoralidad femenina. El nombre le va muy bien a la protagonista porque los caminos sin retorno que se abren para ella y su amante con cada asesinato recuerdan a las derivas de aquel rey manipulado por la más mala de las mujeres shakesperianas.

viernes, 28 de abril de 2017

El último maestro ruso

de Anaís Berdié. España, 2016. 79’.
28 de abril de 2017. Centro Niemeyer, Avilés.

El último maestro ruso es Ángel Gutiérrez, un venerado profesor y director de teatro que fue niño de la guerra, actor y director de cine en Rusia y maestro de actores en Madrid con estricta observancia del método Stanislavski. En las vísperas del desahucio del lugar en que desde hace décadas impartía su magisterio, vemos en cuatro actos cómo prepara con sus actores su última obra: El jardín de los cerezos de Chejov.

No sé si Marcos Ordóñez se refería a Ángel Gutiérrez cuando hace unos meses criticaba a los directores despóticos en un emotivo artículo (El mejor de los públicos, El País, 15 de diciembre de 2016 -sobre ese texto preparé un material didáctico que está en la web de Contenedores-). Pero bien pudiera ser él a juzgar por esa veneración trufada de miedo con que hablan de su maestro los actores que aparecen en este documental (Eduardo Noriega, Javier Gutiérrez, Luisa Martín, además de los que trabajan en el montaje de Los cerezos). En todo caso, El último maestro ruso es interesante como reivindicación del teatro y de los actores y como homenaje a la singular biografía de este director que vino de Rusia.

miércoles, 26 de abril de 2017

La chica desconocida

de Jean-Pierre y Luc Dardenne. Bélgica, 2016. 113’.
26 de abril de 2017. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Una médica muy diligente tiene un mal día con el estudiante que está haciendo prácticas en su consulta. Una hora después de terminar la jornada alguien llama a la consulta pero ella decide no abrir la puerta. A la mañana siguiente sabe por la policia que era una joven negra que ha aparecido muerta cerca de allí. Sintiéndose culpable por no haberle prestado ayuda, intenta averiguar quién era esa chica a la que tienen que enterrar sin nombre. Finalmente consigue identificarla y conocer las circunstancias de su muerte. Y también superar la culpa convirtiéndola en duelo compartido con la hermana de la chica.

No me habían gustado nada las anteriores películas de los Dardenne, las muy aclamadas El niño de la bicicleta y Dos días, una noche. Así que temía un nuevo desencuentro con estos directores belgas. Pero no. La chica desconocida me parece una película magnífica que va más allá del delicado y sosegado thiller ético que aparenta ser esta emotiva historia. La honesta tenacidad de la médica y la contemplación de las rutinas de su profesión ya hacen muy estimable esta película que los Dardenne filman de manera sobria y con menor presencia cinética de la cámara. La historia puede verse como una intriga que atrapa sin sobresaltos o como una conmovedora historia en la que el abrazo final entre la médica y la hermana de la joven muerta es tan conmovedor que hasta el espectador siente la necesidad de cruzar la pantalla y unirse a ellas. Pero también puede verse como una poderosa metáfora. La de la dignidad de una Europa que tendría en la conducta de esta joven médica un espejo en el que contemplarse. En efecto, alguien extranjero con muchas dificultades llama a nuestra puerta. Ocupados con nuestros problemas internos no hemos abierto. Pero inmediatamente tomamos conciencia del mal causado e intentamos paliarlo. En la escena final la médica vuelve a su rutina y avanza hacia su consulta acompañando a una anciana. Ha conseguido recuperar la dignidad de saberse defendiendo valores venerables. Como los de esta vieja Europa que también podría recuperar la suya si tomara conciencia del mal que causa cuando desprecia a quienes, buscando ayuda, llaman a su puerta.

martes, 25 de abril de 2017

La vida de Calabacín

de Claude Barras. Suiza, 2016. 66.
25 de abril de 2017. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Tras la muerte de su madre Calabacín entra en un horfanato. Allí se hace amigo de otros niños y de una niña que será especial para él. Al final los dos son acogidos por el buen policia que se ocupó de él cuando su madre murió.

Cuidadas animaciones de apariencia sólida. Diálogos tiernos de naturalismo infantil. Menos original e interesante para el público adulto que otras películas de animación recientes (por ejemplo, La tortuga roja de Michael Dudok de Wit o Psiconautas de Pedro Rivero y Alberto Vázquez), La vida de Calabacín es una historia bonita con lindas imágenes que dura lo justo para no cansar.

lunes, 24 de abril de 2017

Amar

de Esteban Crespo. España, 2017. 105.
24 de abril de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

Laura y Carlos se aman con pasión. A sus discisiete y dieciocho años están descubriendo la abducción amorosa, la obsesión sexual y la certeza de que nada hay ni habrá más importante que lo que están viviendo ahora.

En este primer largometraje Esteban Crespo demuestra que tiene cosas que contar y que sabe hacerlo. Amar es una historia de amor desde dentro. Desde la intimidad de esos encuentros clandestinos en los que el ardor compensa el temor de que alguien aparezca. Desde el vértigo de lo que significaría para los dos un embarazo. Desde la complicidad de unas amigas a las que se les cuenta todo. Desde el dolor que genera la decisión de darse un tiempo para pensar. De Amar entiendo y me interesa todo lo que le pasa a esta pareja que contemplo desde dentro. Y también me atraen esas dos familias de las que, contando muy poco, Esteban Crespo ya sugiere mucho. Si fuera francesa Amar seguramente sería una de las películas más promocionadas del año. Pero no lo es.

sábado, 22 de abril de 2017

Stefan Zweig: Adiós a Europa

de María Schrader. Austria, 2016. 106.
22 de abril de 2017. Cines Renoir Plaza de España, Madrid. V.O.S.

Los últimos años de Stefan Zweig. En Brasil, en Buenos Aires y en Nueva York. Fueron tiempos de exilio, pero también de aprecio y de reconocimiento en América. Unos años terribles para Europa en los que este hombre intentaba ser moderado y no hablar mal de Alemania en aquellos países. Brasil era para él un lugar de esperanza. Pero no tanta como para evitar que junto a su mujer decidiera suicidarse en Petrópolis en 1942.

Una jornada coherente en Madrid. Hemos comenzado la mañana en el Reina Sofía contemplando, rodeados de franceses, la magnífica exposición Piedad y terror en Picasso: el camino a Guernica. Luego hemos visto la pequeña pero interesantísima exposición que el Instituto Cervantes acaba de inaugurar sobre Max Aub. Y terminamos el día volviendo a aquellos años aciagos con la figura de este otro ilustre exiliado. La película está muy bien ambientada y el tema  tiene mucho interés. Pero, aunque no fuera así, solo por contemplar las tres primeras escenas y los dos planos-secuencia con que comienza y termina la historia, ya merece la pena ver esta elegante película de María Schrader.

La idea de un lago

de Milagros Mumenthaler. Argentina, 2016. 82’.
22 de abril de 2017. Cine Estudio Círculo de Bellas Artes, Madrid.

Inés está a punto de ser madre y de terminar un libro. También quiere saber qué fue de su padre, desaparecido en la dictadura. Es un momento especial de su vida en el que no deja de evocar los veranos que pasaba con sus padres y con su hermano junto a un hermoso lago.

Una historia sosegada sobre sentimientos singulares que también afectan a otros. Al padre de su inminente bebé, que no sabe a qué atenerse. A su madre, que no parece querer dar por muerto al padre. A ese hermano que la acompaña y apoya como lo hacía cuando eran niños. La idea de un lago es una historia fragmentaria y sencilla que está muy bien contada. Y que tiene imágenes poderosas, como las de ese Renault 4 verde que  flota majestuoso en medio del lago.

viernes, 21 de abril de 2017

Últimos días en La Habana

de Fernando Pérez. Cuba, 2016. 98’.
21 de abril de 2017. Cine Renoir Princesa, Madrid.

Miguel y Diego viven juntos en el centro de La Habana. Miguel es un apático compasivo que cuida de Diego en casa y friega platos en un restaurante. Diego es un homosexual hedonista al que el sida dejó postrado en la cama. Son dos maduros rezongones que se aprecian desde hace mucho tiempo. A Miguel solo le interesa aprender inglés y señalar en un mapa las ciudades de Estados Unidos a las que quizá se vaya a vivir cuando le dejen salir de Cuba. A pesar de su situación, Diego sabe disfrutar de la vida e intenta pegar la hebra con cualquiera que se acerque a su cama. Los dos son muy distintos pero les une una amistad que debió fraguarse en complicidades lejanas.

¿Quién no vio Fresa y Chocolate? ¿Quién no tiene un buen recuerdo de aquella película? Estas preguntas no tendrán la misma respuesta a propósito de Últimos días en La Habana cuando pasen los años. Y no porque esta joya no vaya a dejar un magnífico recuerdo en quien la haya visto, sino porque casi nadie habrá podido hacerlo. En Asturias no se ha llegado a estrenar. Y en Madrid solo se proyecta en esta sala. Eso es lo que sucede en un país que no sabe la fortuna que supone compartir una lengua y una cultura que no dejan de producir maravillas a los dos lados del Atlántico. Como lo es esta película que con la de Tomás Gutiérrez Alea compone un díptico memorable. Fresa y Chocolate era joven, crítica y en cierto modo esperanzada. Últimos días en La Habana es madura (ha pasado casi un cuarto de siglo), sosegada y algo más amarga. Pero en su contención destila una alegría profunda. La de la fascinación y el aprecio hacia unas gentes (esa adolescente deliciosa, ese jinetero conversador, esas buenas vecinas...) que componen un precioso retablo humano que aún hace aún más hermosa esta historia de empatía y amistad entre dos hombres maduros admirablemente interpretados por Jorge Martínez y Patricio Wood. Últimos días en La Habana es una película imprescindible en la que se habla ese delicioso español caribeño y en la que, entre los desconchones más hermosos del mundo, palpitan unos corazones con los que es muy difícil no sintonizar.

martes, 18 de abril de 2017

Un lugar propicio a la felicidad. Alrededores de José Luis García Martín

de Marciano Martín Manuel. España, 2017. 42’.
18 de abril de 2017. Centro de Servicios Universitarios de Avilés.

Aldeanueva del Camino. Avilés. Una biblioteca que ya no existe en la calle Jovellanos. Otra bien viva en Hervás. El valle de Ambroz. Sus pueblos. El Café Arcadia. Las tertulias en Oviedo. La crítica literaria. El debate cotidiano. Una fuente extremeña. Jardines secretos. Rincones públicos en centros comerciales. Lugares propicios a la felicidad. Los de los alrededores de José Luis García Martín.

Si José Luis García Martín se dedicara a la epistemología en vez de a la literatura habría conseguido algo inaudito. Desvelar como nadie los contextos de descubrimiento y ser un fino analista de los contextos de justificación. Por lo primero lo temen muchos escritores, por lo segundo lo apreciamos mucho sus lectores. Aunque en mi caso los motivos de aprecio son más. Además de un apellido, compartimos muchas cosas. Compartimos orígenes en ese precioso rincón en que la Sierra de Béjar y Extremadura casi se funden. El despertar de ambos a la cultura le debe mucho a un edificio curvo que fue biblioteca. Los dos defendimos con pasión lo que significaban para Asturias otros bellos edificios curvos que hoy se asoman a nuestra ría. También compartimos las mismas filias y fobias políticas. Somos profesores que no renegamos de los alumnos. Y nos gusta hacer de los viajes rutinas y de las rutinas viajes constantes. Así que el fiel lector que soy desde hace muchos años de su diario solo tenía un temor al ir esta tarde a la presentación de este documental: que pudiera no estar a la altura de mis expectativas. Pero no. Igual que yo, José Luis García Martín no es capaz de callarse. Ni en el documental ni luego en el coloquio. Y a él, además de leerle, da gusto escucharle. Sobre todo acompañado con las imágenes de esos alrededores hermosísimos que el otro Martín ha sabido componer estupendamente en su documental. Claro que Marciano lo tenía bastante fácil. Con paisajes como los del Ambroz y aquella sierra y con un personaje como este escritor y su circunstancia era difícil que su película no mostrara lugares propicios a la felicidad.

lunes, 17 de abril de 2017

Rosalie Blum

de Julien Rappeneau. Francia, 2015. 97’.
17 de abril de 2017. Cines Los Prados, Oviedo.

Vincent es un joven tímido con una vida rutinaria presidida por su madre. Haciendo un encargo para ella se encuentra con Rosalie, una mujer triste a la que cree haber visto antes en alguna parte. Obsesionado con ella comienza a seguirla para saber más de su vida. Pero no repara en que ella también va conociendo la suya con la ayuda de su sobrina Aude, que le está siguiendo a él. El puzzle acaba encajando con Vincent y Aude emparejados y Rosalie finalmente feliz. 

Una historia grata sobre buenas gentes francesas que quieren alegrar sus vidas. Los puntos de vista de los tres personajes principales se nos van mostrando de manera sucesiva. Así esta historia amable de redenciones compartidas va encajando como cabe esperar de una agradable comedia francesa: con encanto, sosiego y alguna ironía.

domingo, 16 de abril de 2017

Negación

de Mick Jackson. Reino Unido, 2016. 110.
16 de abril de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

En los años noventa Deborah Lipstadt criticó en un libro a los negacionistas del Holocausto. David Irving era uno de ellos y la demandó ante los tribunales londinenses. Los abogados de Lipstadt decidieron que ni ella ni los supervivientes declararían en un juicio que se acabó convirtiendo en una confrontación académica, mediática y ética.

Dos episodios cruciales en la historia universal de la infamia. El de los hechos para los que Lipstadt reclamaba respeto y el del litigio judicial emprendido por Irving en favor del negacionismo. El límite de la respetabilidad de las opiniones, el alcance de la flexibilidad interpretativa en la ciencia  histórica o la relevancia ética de que la mentira sea o no intencionada son algunos de los aspectos sobre los que nos invita a reflexionar esta apasionante película. Tras el juicio de Matar a un ruiseñor que hemos visto esta tarde, el de Negación no se queda atrás en interés y emoción. Y es que si Gregory Peck estaba soberbio hace cincuenta y cinco años en aquella película, las interpretaciones de Rachel Weisz y Tom Wilkinson son asimismo magníficas en el bando de los buenos de esta historia también verdadera. Pero, como siempre, merece punto y aparte el trabajo de un Timothy Spall que hace aquí de un malo tan cínico como mediático (primo hermano de los de la posverdad de ahora). Y es que da gusto ver a este actorazo capaz de expresar una bondad conmovedora en las películas de Mike Leigh, que ha creado los ademanes y los ruidos con que siempre asociaremos a Turner y que consigue hacerse repulsivo en el papel de este pretendido historiador que logró ser tan hábil ante los medios como canalla ante los hechos.

Matar a un ruiseñor

de Robert Mulligan. EE.UU., 1962. 129’.
16 de abril de 2017. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Scout y Jem disfrutan del verano con su amigo Dill. El padre de los dos hermanos es Atticus Finch, un abogado que se encarga de la defensa de un hombre acusado de haber violado a una joven. Asistimos a las correrías de los niños, a su fascinación por el enigma de la casa vecina donde vive un joven que nunca ven, a las hermosas lecciones morales que cotidianamente reciben de su padre y, sobre todo, a la contemplación del ejemplar comportamiento de ese abogado que en los difíciles años treinta defendió a un hombre negro en un pueblo de Alabama.

La semana pasada leí Los niños perdidos, el magnífico texto teatral que Laia Ripoll escribió desde la mirada de unos niños en la peor tragedia española. Matar a un ruiseñor retrata la misma época y lo hace desde la manera en que veían el mundo otros niños que aprendieron de su padre los valores opuestos a los que para nuestro país supuso aquella guerra y lo que vino después. No digo más sobre el extraordinario texto de Laia Ripoll, tan solo animo a leerlo y a contrastar la mirada de aquellos niños españoles con la de los pequeños norteamericanos que esta magnífica y ya clásica película ha hecho inmortales. En Matar a un ruiseñor tanto los niños como el espectador no dejan de recibir lecciones edificantes en una historia ambientada en una época en la que el racismo y los prejuicios dejaban poco espacio para la ética. La novela de Harper Lee y la película de Robert Mulligan seguramente influyeron notablemente en el imaginario de muchos blancos comprometidos con los movimientos por los derechos civiles de los sesenta.  Y es comprensible porque, aunque la película está hecha desde la bondadosa mirada de una infancia blanca (faltaba aún algún tiempo para que pudiera ser negro el sujeto narrativo), esta historia venerable viene a quintaesenciar lo mejor del espíritu demócrata norteamericano. Justo la antítesis de la manera de estar en el mundo de ese individuo inefable que ahora es presidente allí.

sábado, 15 de abril de 2017

Nieve negra

de Martín Hodara. Argentina, 2017. 90’.
15 de abril de 2017. Cines Ocimax, Gijón.

Marcos regresa con su mujer desde España a Argentina para hacerse cargo de las cenizas de su padre. Aunque no lo desea, tendrá que hablar también de la herencia con su hermano Salvador que vive aislado en un bosque nevado. La muerte del tercer hermano cuando su padre los iniciaba en la caza sigue muy presente entre ellos. Especialmente en Salvador, al que su padre consideró culpable de lo que parecía el trágico accidente de unos niños.  

Relaciones gélidas entre dos hermanos con secreto remoto. Entornos helados para una historia áspera de una familia con pasado turbio. El que vamos sabiendo sobre la muerte del hermano, pero también el que apenas se esboza sobre un padre violento y una madre que no aparece ni en fotografía. El contrapunto de la joven esposa española de Marcos, en principio solo espectadora del conflicto, se convierte en elemento clave de la parte psicológica de la historia con esa oportuna escena final que renueva el daño que puede provocar un secreto. La historia está bien contada, con un equilibrio muy adecuado entre las tensiones del presente y las evocaciones del pasado (especialmente las de Marcos en la cabaña). Leonardo Sbaraglia sabe dar el tono justo a un personaje que se debate entre la sensatez, la cobardía y la culpa. Y con una interpretación magnífica y contenida de este personaje solitario, Ricardo Darín desmiente que solo sea su sonrisa lo que fascina a la cámara. Ha hecho menos papeles rudos y torturados pero en interpretaciones como esta demuestra que es un actor extraordinario en cualquier registro. Además de una buena historia con dos actores soberbios, en Nieve negra también está muy bien Laia Costa (de la que tengo muchas ganas de ver Victoria, esa película singular que casi no se ha exhibido en España) y, por supuesto, las breves pero poderosas escenas del gran Federico Luppi, del que nunca olvidaré el papel de anciano reflexivo que le vi hacer en agosto pasado en un teatro de Corrientes.

viernes, 14 de abril de 2017

Órbita 9

de Hatem Khraiche. España, 2017. 95.
14 de abril de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

El largo viaje hacia otro planeta es el motivo de un gran experimento del que forma parte Helena, una joven que no ha conocido otro entorno que el de una nave. La reparación de una avería en el sistema de oxígeno lleva hasta allí a Alex, un ingeniero que luego volverá para rescatarla. Esa historia de amor pondrá en peligro el gran experimento del que forma parte Órbita 9.

Tiene razón Juanma Agulles cuando en La destrucción de la ciudad, el interesante libro que acaba de publicar sobre urbanismo, hace referencia al cine de ciencia ficción como expresión de ese ingenuo imaginario emergente según el cual solo con la huida de la Tierra podrá sobrevivir nuestra especie a los desastres que está causando en ella. Elysium, de Neill Blomkamp planteaba esa posibilidad con un satélite artificial para las élites. Interstellar de Christopher Nolan proponía un viaje de exploración a un lejano planeta a través de un agujero de gusano. Y la reciente Passengers de Morten Tyldum nos situaba en un escenario próximo al de esas naves generacionales que ya van teniendo cierto recorrido en la ciencia ficción. Aunque aquí el príncipe no despierta malevolamente a la bella durmiente sino que intenta salvarla, Órbita 9 tiene cierto parentesco con esta última. Pero también contiene elementos propios del cine de intriga y una ambientación radicalmente iberoamericana con unos personajes que hablan el español de España y otros su bellísima modalidad colombiana (solo la jefa de los malos habla en inglés). Los recursos son limitados, pero un guión bien construido con giros inesperados demuestra que en nuestro cine también se hacen películas de ciencia ficción dignas. Películas muy diferentes entre si pero aptas para muchos públicos como Los últimos días de Alex y David Pastor, Eva de Kike Maíllo, Proyecto Lázaro de Mateo Gil o esta Órbita 9 de Hatem Khraiche. Un género modesto en el cine español pero que merecería un trato similar en nuestras carteleras comerciales al que se da a sus, tantas veces mediocres, competidoras estadounidenses.

domingo, 9 de abril de 2017

Solo el viento

de Benedek Fliegauf. Hungría, 2012. 98’.
9 de abril de 2017. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Una familia gitana vive en un bosque húngaro. Son una madre que trabaja en lo que puede, una adolescente responsable que va a la escuela, un chico listo que no lo hace y un abuelo incapacitado que apenas puede salir de la infravivienda en la que viven. El padre está en Canadá y espera que pronto puedan reunirse con él. Todos tienen miedo porque una banda de racistas ha asesinado en la noche a otra familia gitana.

Ayer se celebró el Día Internacional del Pueblo Gitano y eso seguramente explica que el miércoles se proyectara en el Valey una mejorable película francesa y hoy veamos en el Niemeyer esta estupenda película húngara. Las dos proyecciones han ido precedidas de sendos anuncios de la Fundación Secretario Gitano, tan pertinentes y compartibles como es costumbre en sus cuidadas campañas. A diferencia de Geronimo, Solo el viento no se recrea en los tópicos sino que aporta una impresionante denuncia sobre la marginación y el miedo que se puede sentir siendo gitano en Hungría (un país que últimamente parece empeñado en que le expulsen de Europa). Con maneras cámara en nuca, a lo Dardenne, pero con un magnífico manejo del tiempo y del encuadre, Solo el viento es un áspero retrato de la cotidianidad de una familia gitana durante una jornada que comienza antes de que amanezca y termina muy mal en la noche. Como decía en la reseña de ayer a propósito de la de Aki Kaurismäki, estaría muy bien que vieran esta película ciertos individuos. En este caso los que propagan cada día el odio y el miedo hacia los gitanos. Y es que a lo que realmente hay que temer es a esa inoculación del miedo que ellos practican. De eso en Hungría (y también aquí) se sabe bastante.

sábado, 8 de abril de 2017

El otro lado de la esperanza

de Aki Kaurismäki. Finlandia, 2017. 98’.
8 de abril de 2017. Cines Los Prados, Oviedo.

Un refugiado sirio llega a Helsinki en un carguero de carbón. Allí pide asilo pero no lo consigue. Cuando está a punto de ser deportado a Turquía decide huir del centro de acogida y buscarse la vida en la ciudad. Las cosas mejorarán cuando se encuentre con un hombre maduro que ha decidido dejar de vivir con su mujer y cambiar de vida comprando un restaurante.

La ironía y la bondad que Aki Kaurismäki derrochó en la luminosa Le Havre siguen presentes en esta película que, con tintes más oscuros, sigue manteniendo una mirada solidaria hacia el extranjero, en este caso hacia un refugiado que tiene muy difícil serlo. El otro lado de la esperanza tiene tanta verdad y compromiso en su postura ética, como originalidad y voluntad de estilo en su desarrollo. Los ademanes hieráticos de sus personajes componen estampas que por momentos me recuerdan a las escenas de Edward Hooper. Unas maneras que hacen que también encuentre cierta vecindad entre este restaurante surrealista de Helsinki y el que Kaurismäki retrató en Guimarães en su interesante contribución a Centro Histórico. El otro lado de la esperanza debería ser de visionado y comentario obligatorio para esos gobernantes que han conseguido que los ciudadanos de bien solo podamos sentir vergüenza por la reacción de Europa ante una catástrofe como la de Siria. Gracias Aki. Por hacer tan buen cine y por reivindicar la solidaridad.

miércoles, 5 de abril de 2017

Geronimo

de Tony Gatlif. Francia, 2014. 104’.
5 de abril de 2017. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Vestida de novia una joven turca se escapa con su amante, un joven gitano. Las familias los buscan porque quieren ajustar cuentas. En medio está Geronimo, una joven educadora comprometida que intenta que la sangre no llegue al río.

Lo mejor de la película es ese comienzo que parece inspirado en Bodas de sangre (en versión motocicleta). A partir de ahí no es ni una película social a lo Dardenne (el personaje de Geronimo parece que daría para eso), ni un retrato esteticista del mundo gitano y flamenco a lo Saura. Lo peor es que esta envidia francesa de nuestras pasiones gitanas poco aporta a esa causa. A la comunidad gitana no le viene bien que se sigan reforzando esos tópicos que unen belleza, pasión y violencia.

martes, 4 de abril de 2017

Cantábrico

de Joaquín Gutiérrez Acha. España, 2017. 101.
4 de abril de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

Osos, lobos, armiños, ciervos, jabalíes, corzos, gatos monteses, lirones, urogallos, buitres, pitos, picos, mirlos acuáticos, halcones abejeros, perdices pardillas, pechiazules... Y también arañas, mariposas, sapos, hormigas y, por supuesto, salmones. Habitantes vertebrados e invertebrados de un cantábrico salvaje que vemos entre un invierno y un otoño.

Otra delicia para quienes disfrutamos contemplando y conociendo nuestra fauna. La más llamativa de estas tierras, como el oso o el urogallo. La que, como el lobo o el salmón,  sirve de testigo de la salud ambiental de esta península y de esta cornisa entre las montaña y el mar.  Esa que los ignorantes alimañeros que habitan en lo peor de nuestra política (rural y no tanto) usan de coartada para pedir el exterminio de cormoranes y nutrias o para justificar cacerías de una especie como el lobo que algunos quieren contraponer a la ganadería para satisfacer sus instintos masacradores. Ellos lo ignoran, pero el lobo es un lujo ambiental que tenemos el privilegio de tener en España, un país que por su biodiversidad es la envidia de Europa pero que, como nos pasa con la lengua y con tantas otras cosas, nosotros no sabemos apreciar en su inmenso valor. Las imágenes de Cantábrico son cautivadoras y de una calidad excepcional. El relato es amable y oportuno. El ritmo, marcado por las estaciones, es simplemente el natural para una película que continua el buen hacer que Joaquín Gutiérrez Acha demostró en Guadalquivir. Habrá quienes reprochen la convencionalidad del formato naturalista o de la música que acompaña a las imágenes. Yo no lo voy a hacer. Ver Cantábrico me resulta tan grato como ver Océanos o Nómadas del viento, esas películas ya clásicas del cine ambiental francés a las que nadie pondría un pero. Así que Joaquín Gutiérrez Acha no tiene que innovar nada para tenerme con seguridad entre su público si se anima a continuar la serie y aumentar su frecuencia. Propongo algunos posibles títulos: Pirineo, Duero, Tajo, Dehesa, Rías, Baleares, Canarias, Humedal, Monfragüe, Delta del Ebro, Cíes, Cabo de Gata,  Ria Formosa... Y para otra vida, para cuando la fauna de esta península ya esté bien recogida en el cine puede cruzar el Atlántico y seguir filmando en otras tierras con las que la nuestra comparte lengua y belleza.

sábado, 1 de abril de 2017

Park

de Sofia Exarchou. Grecia, 2016. 100.
1 de abril de 2017. Laboral Cinemateca, Gijón. V.O.S.

Adolescentes griegos entre las ruinas de un verano postolímpico. Los vemos retozar en entornos destartalados que unos años atrás concentraron la atención  de todo el mundo. Emparejando perros y merodeando entre los turistas van matando el tiempo estos chicos que parecen vivir a la deriva. Con mucha vitalidad pero sin ningún proyecto.

Un tratado de etología humana. Eso parece este retrato naturalista de un grupo de jóvenes que, más que palabras, intercambian tactos y gestos. Hay cierta amargura en la contemplación hiperrealista de esta juventud arrabalera en momentos de galbana y estío. La pareja en la que Sofia Exarchou centra algo más su mirada tiene una intimidad que inspira una ternura no muy distinta a la que se siente cuando uno se queda embobado mirando como retozan los perros. El contrapunto de los turistas (al borde de la desazón y el drama en la magnífica escena de la noche en el hotel) hace que la película tenga también algo de metáfora de la relación entre el norte y el sur en esta Europa en que los ideales griegos parecen tan pretéritos como desvencijados. Un cautivador retrato de las conductas gregarias de unos púberes periféricos, un interesante tratado de etología humana en estos tiempos amargos. Eso es Park.

Memorias del subdesarrollo

de Tomás Gutiérrez Alea. Cuba, 1968. 97.
1 de abril de 2017. Laboral Cinemateca, Gijón.


Primeros tiempos de la revolución  desde la mirada de un burgués caribeño con maneras cosmopolitas. Vemos la forma en que percibe las cosas. Desde su casa, desde su ciudad y desde su perspectiva masculina. Y también la manera en que contempla unos tiempos de cambio y de incertidumbre en La Habana.

Ni un revolucionario ni un gusano. Así es este habanero radicalmente masculino y reflexivo que querría parecerse a un parisino de los años sesenta. Por eso siente esa mezcla de fascinación y extrañamiento hacia lo que está sucediendo en su país, un lugar que a él le parece condenado al subdesarrollo. Su mirada no es tan diferente a la del joven salmantino que tan magníficamente retrató Basilio Martín Patino en Nueve cartas a Berta.  Tiene razón Chema Prado al seleccionar esta película (que hemos visto en una calidad excepcional tras su reciente restauración) como una de las más relevantes de las últimas décadas. También lo es la de Martín Patino. Las dos componen un díptico revelador de una manera de mirar el cine (y de mirar la vida desde el cine) en un tiempo tan especial como aquellos años sesenta que en España y en Cuba seguían siendo en blanco y negro. Memorias del subdesarrollo y Nueve cartas a Berta comparten muchas cosas: la mirada reflexiva de sus personajes masculinos, el distanciamiento y extrañeza que manifiestan ante su entorno, la condición de soliloquios filmados con imágenes a las que el paso del tiempo aún da más valor, el protagonismo que esas ciudades tienen en unos relatos melancólicos con nostalgias de universalidad. Cine mayúsculo que está cumpliendo medio siglo y que debería ser mucho más conocido.