viernes, 28 de septiembre de 2018

Searching

de Anaeesh Chaganty. EE.UU., 2018. 101’.
28 de septiembre de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.

Tras la muerte de su mujer, David parece llevar una vida razonablemente feliz con su hija adolescente. Sin embargo una noche Margot desaparece. Las pesquisas que David va llevando a cabo en el ordenador de su hija y en las redes que frecuentaba le hacen darse cuenta de que había muchas cosas que no sabía de ella. Precisamente por eso será tan tenaz y descubrirá qué le ha pasado.   

El dispositivo narrativo es perfecto. Lo que vemos son siempre pantallas. De ordenadores, de móviles, también algunas de televisión. El repaso de los primeros minutos a la vida de esa familia antes de la muerte de la madre es impresionante. Por su agilidad, por su frescura y también por su ternura. Y lo que sigue es una historia que engancha y no engaña. Apenas hay trampas y son pocos los flecos de una historia que apuesta fuerte por los giros inesperados y las situaciones complejas. Pero la película de Anaeesh Chaganty tiene, además, una inmensa virtud. Saturada de pantallas en las que se lee y se escribe, se nos presenta en una versión en la que todo, absolutamente todo, está en español. Y no solo bien traducido, sino admirablemente trabajado para que el espectador nunca sienta que su lengua es vicaria en el relato. Toda una lección en este mundo de doblajes innecesarios (y muchas veces penosos), de papanatismo anglófilo y, en general, de notable falta de respeto al espectador. Así que ha sido un gustazo disfrutar de esta entretenidísima y singular película cuyo dispositivo me ha recordado a la forma en que Jaime Rosales resolvía un salto temporal en su magnífica Hermosa juventud o a la apuesta radical que Manuel Bartual hizo en Todos tus secretos, aquella película extraordinaria que casi nadie pudo ver.

Girl

de Lukas Dhont. Bélgica, 2018. 100’.
28 de septiembre de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.

Lara tiene quince años. No sabemos por qué ha cambiado de instituto, ni qué ha sido de su madre. Solo que se esfuerza lo indecible en las clases de ballet y que tiene muchas ganas de operarse. Y es que Lara se llamaba antes Víctor.

Víctor Polster, el joven bailarín que debuta como actor en esta película, hace un trabajo impresionante en este papel que le obliga a ponerse en la piel de una chica torturada por el deseo de serlo por completo. La cámara no le abandona ni un instante y hay que reconocer que se agradece. Y es que, a pesar de que ese doblaje adulto tan inoportuno nos distancia enormemente del personaje, la magnífica interpretación de este prometedor actor es lo mejor de una película en la que uno no acaba de tener claro qué es lo que se quiere contar en esta historia de una chica trans que, a pesar de tener todo a su favor, toma una decisión terrible. Siendo notablemente mejor que otras películas sobre el mismo tema, como Tomboy de Céline Sciamma, Girl (la anglofilia lingüistica también afecta al cine belga) se queda lejos de películas tan interesantes y singulares como XXY de Lucía Puenzo, El último verano de la boyita de Julia Solomonoff o They de Anahita Ghazvinizadeh.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

El crucigrama de Jacob

de Ana María López Martín. España, 2018. 74.
26 de septiembre de 2018. Cines Parqueastur, Corvera.

El Camino de Santiago entre Oviedo y Grandas de Salime. Lo recorre un peregrino de ficción. Y hablan de él en modo documental varios alcaldes y expertos .

"Dedicado a ti, cuya historia de superación solo tú conoces". La redacción de la dedicatoria es claramente mejorable. Y lo que viene después también.

martes, 25 de septiembre de 2018

La desaparición

de Constantin Popescu. Rumanía, 2017. 152.
25 de septiembre de 2018. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Una familia rumana muy feliz. Hasta que una mañana en la que el padre lleva al parque a sus hijos la niña desaparece. Nadie sabe dónde puede estar. Ni en los primeros instantes, ni en los días siguientes, ni cuando van pasando los meses. La espera es durísima y la madre acaba yéndose de casa con el niño. El padre se queda a solas con su dolor. Y con su obsesión por encontrar a un culpable.  

Al maestro Kore-Eda lo conocimos en España por aquella sobrecogedora joya filmada que se titulaba Nadie sabe. Con La desaparición Popescu nos sitúa ahora al otro lado del desamparo. En la perspectiva de unos padres felices que sufren el hachazo insoportable de la desaparición de una hija de cinco años. Y nos muestra con contenida maestría la lenta angustia de una situación que da dolor con solo pensarla. Es magistral la forma en que presenta la degradación del personaje del padre, pletórico al principio y devastado hasta la locura conforme van pasando los meses. También son impresionantes los largos planos secuencia que jalonan la historia. Especialmente esos dos hitos singularísimos que son la magistral escena del parque, luminosa hasta el impresionismo, y la opresiva y terrible escena final en un interior que acabará tan arrasado como la vida de esos padres. La desaparición no es una historia grata. Pero es una excelente película.

lunes, 24 de septiembre de 2018

El capitán

de Robert Schwentke. Alemania, 2017. 118’.
24 de septiembre de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.

A punto de terminar la Segunda Guerra Mundial un soldado alemán que huye encuentra, abandonado pero impecable, el uniforme de un oficial nazi. Solo por llevarlo y atreverse a fingir ese grado adquiere una autoridad que le permitirá liderar a un grupo de desertores con los que cometerá toda clase de fechorías. En nombre del führer.

Una de las muchas cosas en las que estoy de acuerdo con José Luis García Martín es en el desagrado que a él y a mi nos produce tanto mandar como obedecer. Me repugna por igual ejercer cualquier jefatura o someterme a la voluntad de otro. No nací ni para amo ni para esclavo pero tengo una especial capacidad para reconocer a los que sí. A mi juicio las claves del mal están en los dos polos de una dialéctica que algunos creen propia de la condición humana y que otros consideramos infrahumana: la tentación de ejercer un poder sin límites y la de usar la obediencia como coartada para evitar la responsabilidad. Sobre lo segundo reflexionó muy acertadamente Hannah Arendt a propósito de Eichmann. Sobre lo primero Albert Camus aportó una interesantísima mirada en su Calígula teatral (me encantó el montaje que Mario Gas estrenó en Mérida el año pasado protagonizado por Pablo Derqui -la semana próxima se podrá ver en Avilés-). Creo que El capitán puede interpretarse como una exploración sobre esos dos polos del mal. Singularmente, sobre la manera en que se forja esa tentación de averiguar hasta dónde se puede llevar el poder cuando hay humanos dispuestos a someterse a él. Con un blanco y negro elegante que hace un poco más llevadera la crueldad de las imágenes y con una interpretación perfecta de Max Hubacher en el papel del canalla, Robert Scwentke nos sitúa en los mismos momentos y en los mismos escenarios extremos de aquella Alemania derrotada que cruzaban Lore y sus hermanos en la también extraordinaria y crudísima película de Cate Shortland. Pero si en Lore se mostraba el sufrimiento inocente de los hijos de las bestias aquí se reconstruye, basándose en un episodio real, la forja de otro Calígula que es capaz de interpretar y llevar al límite la impostura del poder. Viendo la forma en que se lo apropia este joven que primero se refugia en él como medio de supervivencia y luego aprende a gozar del hedonismo sádico que le permite me doy cuenta de que, por la truculencia de lo mostrado, Schwentke está a un paso de parecerse a Tarantino. Pero a diferencia del director americano, que pone al espectador en la tesitura de huir o de disfrutar con la truculencia, el alemán se queda en el punto justo que nos permite pensar en Hannah Arendt y en Albert Camus sin la incomodidad de sentir que al público se le ofrece esto por otros motivos. Así que salgo de la película pensando en esos dos autores, en la naturaleza del mal más o menos absoluto y en la actitud que José Luis García Martín y yo compartimos hacia el poder sufrido o ejercido. Y también pienso en la explicación que suele dar un amigo sobre los motivos por los que algunos se empeñan en hacer todo el mal del que son capaces en sus lugares de trabajo. Porque pueden. Igual que el capitán de esta historia.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Liebig

de Christian Ercolano. Argentina, 2016. 68.
23 de septiembre de 2018. Casa de la Cultura, I Festival Internacional de Cine sobre Patrimonio Industrial y Paisajes Culturales, Avilés.

La vida en Liebig mucho después de que la industria de conservas cárnicas que le dio nombre dejara ese lugar. Un pueblo argentino hecho a la medida de aquella fábrica inglesa. Unos ancianos que recuerdan y veneran aquellos tiempos felices. Y un lugar varado en la memoria a orillas del río Uruguay.

Aquí sería la Real Compañía Asturiana de Minas y después Asturiana de Zinc. Lo que vemos en la pantalla y lo que aún queda en Arnao son ejemplos de aquellas lejanas utopías paternalistas que tenían su corazón en una fábrica. Las palabras de estos venerables argentinos me resultan deliciosas por lo que dicen y por cómo lo dicen. Pero también muy próximas porque algunos somos hijos de aquella generación heroica que vivió con orgullo (como el protagonista brasileño de Construindo pontes) aquellos tiempos felices en los que sentían que el trabajo no alienaba sino que la fábrica y sus aledaños ponían esperanza en sus vidas y alegría para vivir. Entre la ironía y la nostalgía se sitúa la caligrafía fílmica de una película que encaja perfectamente en las intenciones de este festival. Antes de que se proyectara Liebig hemos visto dos cortometrajes danzantes. El primero, más discreto, fue Mon patriimonie tu t'animes à thiers de Lisa Robert y Clotilde Amprimoz. El segundo, magnífico, se titulaba Time subjectives in objective time de Kati Kallio y muestra como, en lo que se enciende y se apaga una cerilla, una cámara y tres bailarines pueden recorrer lugares de una industria abandonada especialmente propicios para la poesía. Así que han sido dos jornadas estupendas en las que hemos visto películas interesantes sobre las hibridaciones entre la industria, la cultura y la naturaleza (también humana). Gracias INCUNA por esta iniciativa y mucho ánimo para ir preparando la segunda edición del festival.

Construindo pontes

de Heloisa Passos. Brasil, 2017. 72.
23 de septiembre de 2018. Casa de la Cultura, I Festival Internacional de Cine sobre Patrimonio Industrial y Paisajes Culturales, Avilés. V.O.S.

La directora quiere hacer una película sobre su padre y con su padre. Él tiene buenos recuerdos de los tiempos de la dictadura en los que era un ingeniero que dirigía grandes obras públicas y sentía que su trabajo formada parte de un proyecto ilusionante para Brasil. Ella reniega de todo aquello y, a diferencia de su padre, no puede soportar lo que esta pasando con Lula y con Dilma Rousseff. Las tensas conversaciones en casa son muy distintas a las del final de la película, cuando los dos viajan para filmar algunos de los puentes que él construyó.

Una película que empieza explicando lo que significa en guaraní Itaipú y nos muestra viejas imágenes de las siete cascadas que quedaron sumergidas bajo sus aguas ya me tiene ganado desde el primer minuto. Pero no me pierde mi cariño por esos lugares. Heloisa Passos ha conseguido componer un documental delicioso y equilibradísimo exponiéndose mucho ante nosotros. Ella es progresista y su padre derechoso. Ella es artista y él no entiende más progreso que el económico. Sin embargo, es ella la que queda malparada cuando discute agriamente con ese hombre mayor que siempre se muestra flemático. Así que hay mucho riesgo, mucha honestidad y mucho buen hacer en esta estupenda película que nos habla de puentes, de obras, de paisajes y de política. Pero también de la obra que es cualquier vida, de la política que siempre impregna a cualquier familia y de la necesidad de reconstruir puentes entre generaciones. Con un final triple y un epílogo perfecto Construindo pontes es una joya que por si sola ya justifica un festival. Remember, thou art clay de David Heinemann y Elvina Nevardauskaite fue el corto lituano que precedió a esta estupenda proyección. Apenas nueve minutos con una serie de imágenes en clave poética en la que el barro es metáfora además de materia.

Demi-vie à Fukushima

de Francesca Scalisi y Mark Olexa. Francia, 2016. 61.
23 de septiembre de 2018. Casa de la Cultura, I Festival Internacional de Cine sobre Patrimonio Industrial y Paisajes Culturales, Avilés. V.O.S.

Un hombre maduro sigue viviendo en la zona de Fukushima cinco años después. Con él recorremos esos espacios solitarios en los que el tiempo parece detenido y la naturaleza va borrando los vestigios de lo humano.

Un robinsón sin miedo. Eso me parece este hombre que recorre parajes solitarios que me recuerdan, en clave menos poética, los que hace poco retrató en blanco y negro Doris Dörrie en la estupenda Recuerdos desde Fukushima. Las imágenes son sobrias como corresponde a esos desangelados paisajes. El sonido es siempre oportuno y a veces evoca, quizá en la cabeza del protagonista, aquella jornada tremenda en la que el mar se adueñó de todo. Este primer largometraje de la segunda jornada del festival ha estado precedido por la proyección del corto taiwanés Cinema Zone de Cheng Li-Ming, una alegoría algo surrealista sobre una sala de cine abandonada que expresamente recuerda a la película Cinema Paradiso de Guiseppe Tornatore pero que a mi me ha hecho pensar en lo mucho que me gustaría volver ver Serbis, aquella historia sórdida y extraña que dirigió el genial director filipino Brillante Mendoza.

sábado, 22 de septiembre de 2018

La ciudad del Sol

de Rati Oneli. Georgia, 2017. 104.
22 de septiembre de 2018. Casa de la Cultura, I Festival Internacional de Cine sobre Patrimonio Industrial y Paisajes Culturales, Avilés. V.O.S.

La vida cotidiana de un valle minero en declive. Un teatro, un coro y algunos encuentros son los escasos signos de vida de una población minera de Georgia que debió tener tiempos de esplendor, pero que hoy apenas sobrevive entre las ruinas en un valle intensamente verde.

Industria, cultura y naturaleza. Esas son las palabras que componen el acrónimo INCUNA, el nombre de la asociación de arqueología industrial que organiza la primera edición de este festival que se celebra este fin de semana en Avilés, Gijón y Langreo y en el que se proyectarán dieciséis películas internacionales (cuatro de ellas largomentrajes) sobre la temática. Con irónica referencia al libro de Campanella, La ciudad del Sol es un retrato áspero del vivir cada día en un hermoso valle que debió tener una intensa actividad minera pero que hoy es un lugar olvidado lleno de imágenes subyugantes para quienes saben valorar las reliquias de la arqueología industrial. Con una banda sonora muy oportuna, una contención notable en la manera de poner la cámara sin importunar a los protagonistas y unas imágenes cenitales de singular belleza no me sorprende que esta película obtuviera el premio al mejor largometraje el año pasado en el DocumentaMadrid. Así que no empieza mal la selección de los largos de este festival que hoy comienza en Avilés. Por lo que hace a los cortometrajes (que no lo son tanto: los de hoy duraban entre veinte y treinta y pico minutos) también domina la sobriedad en el estilo. Los que más me han gustado son los tres últimos de la jornada: L'or dans les cendres de Magali Rougat (el retrato postrero de una industria urbana relacionada con la joyería en la que ya solo trabajaba un hombre), Notown de Emmanuelle Bayart y Timo Kirez (un recorrido por Detroit acompañado por las siluetas y las voces de los cineastas) y especialmente  Matria de Álvaro Gago (la intensa jornada de una mujer que trabaja en una conservera gallega en el día del cumpleaños de su nieta). Así que no ha estado nada mal la jornada de hoy. Mañana más.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Todos lo saben

de Asghar Farhadi. España, 2018. 130.
15 de septiembre de 2018. Cines Parqueastur, Corvera.

Laura vuelve a su pueblo desde Argentina para la boda de su hermana. Será un grato reencuentro familiar. Pero la noche de la boda su hija adolescente es secuestrada. Nadie sabe quién se la ha llevado pero parece que el pasado de esa familia y la relación que Laura tuvo con Paco podrían tener algo que ver.

Excepto A propósito de Elly creo que he visto todas las películas de Asghar Farhadi que se han estrenado en España. También Dancing in the Dust, su magnífica ópera prima que se proyectó en la Seminci hace tres años. Todo su cine me parece extraordinario. Por la urdimbre de las historias. Por la trama de las relaciones entre los personajes. Por la textura de los dilemas éticos que plantea, siempre alejados del maniqueísmo y apuntando hacia la complejidad de la condición humana. Además de unos guiones impecables, Farhadi nos ofrece imágenes con simbolismos oportunos y nunca amanerados. Es un guionista y un director reconocible que sabe ser universal aunque sus historias sean radicalmente locales. Todos lo saben comienza con una descripción impecable de un españolísimo reencuentro familiar. Lo que vemos hasta la noche de la boda rezuma alegría y una comprensión tan atinada del carácter español que uno no se explica cómo puede ser obra de un director iraní. Luego la historia deviene en un contenidísimo thriller familiar quedando para el tramo final la mayor emoción y también la mayor densidad de los dilemas que, como era de esperar, no podían faltar en una película de Farhadi. Los actores están soberbios en todos los registros de una historia que los exije muy variados. Además del peso del pasado, Farhadi explora los vericuetos de los vínculos parentales, de los amores pretéritos que siguen afectando al presente, de las presiones familiares y de las presunciones propias de las comunidades pequeñas. Por eso son tan oportunas esas metáforas visuales tan bien colocadas en la historia (la torre de la iglesia con un reloj roto por el que escapan los pájaros, la verja en la puerta que da a los viñedos en la casa de Paco, la catártica limpieza de la picota del pueblo en la mañana en que se resuelve el drama...) Así que Farhadi ha vuelto a hacer una película estupenda. Por fortuna ha decidido que sea muy española y que incluso tenga también su puntito argentino. Así que muchas gracias Farhadi. Por hacer otra película magnífica y por conseguir que se haya estrenado en tantos cines de España. También en los asturianos.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Alpha

de Albert Hughes. EE.UU., 2018. 96.
14 de septiembre de 2018. Cines Parqueastur, Corvera.

Un grupo prehistórico emprende un viaje de caza iniciatico con jóvenes elegidos. Mientras despeñan a unos bisontes el hijo del jefe resulta malherido. Todos lo dan por muerto así que tendrá que arreglárselas sin más ayuda que la de un lobo (luego sabremos que es loba).

No nos confundamos. No es una alegoría prehistórica sobre la domesticación de los animales. Es un cuentecito sonrojante sobre un muchacho guapísimo y su mascota. A pesar de mis prevenciones, el recuerdo de En busca del fuego de Jean-Jacques Annaud y de esa magnífica serie documental llamada La odisea de la especie me hacían no querer perderme una historia ambientada en escenarios de hace 20.000 años. Pero la esperanza de una buena película llena de gestos y silencios se disuelve a los pocos minutos cuando empieza a hablar el padre de la criatura. A partir de ese momento solo espero que la cosa acabe pronto y que el chico y su mascota lleguen cuanto antes a su casa. Cada año está más claro que Asturias en verano es un desierto cinematográfico. Las salas comerciales excluyen casi por completo las películas que merecen la pena y las salas públicas de versión original (Centro Niemeyer, Casa de la Cultura de Avilés, Valey, Laboral Cineteca...) echan el cierre considerando que el receso cultural debe ser todavía mayor que el escolar. Pareciera que entre mayo y octubre los que disfrutamos con el cine debemos ser castigados por nuestro vicio. Así que nada de cine en verano. Ni de noche ni de día. Sequía pública y privada en todas las carteleras al norte de la cordillera. Vivir aquí es una maravilla por muchos motivos. Si a uno le gusta el teatro en Avilés estará encantado durante todo el año (como puede comprobarse en mi otro blog). Pero si a uno le gusta el cine, el verano asturiano es insoportable. Viendo, por ejemplo, la cartelera gijonesa no se entiende que las mismas salas que durante el festival de noviembre se llenan para ver películas independientes, apenas ofrezcan nada digno durante estos meses (y más bien poco durante el resto del año). Va a ser que los responsables públicos y privados de la programación cinematográfica de esta región están empeñados en que durante el verano los cinéfilos asturianos suframos por serlo. Cinéfilos y asturianos.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Yucatán

de Daniel Monzón. España, 2018. 130.
12 de septiembre de 2018. Cines Parqueastur, Corvera.

Un crucero de lujo desde Barcelona hasta Yucatán pasando por Marruecos, Canarias y Brasil. En él trabaja un estafador que les saca todo lo que puede a los turistas más pardillos. En este viaje también se embarca un colega que habitualmente trabaja en el Mediterráneo pero que quiere hacerle la competencia y aprovecharse de unos incautos con un suegro panadero al que le han tocado más de cien millones y que, muy sensatamente, no quiere cambiar su vida. 

Yucatán es una comedia amable con intenciones edificantes sobre los males que el dinero  puede causar. No molesta ni ofende, pero tampoco cautiva. De hecho, tiene poco que ver con Celda 211 o El niño, esas dos estupendas películas que había hecho antes Daniel Monzón. 

sábado, 8 de septiembre de 2018

Un océano entre nosotros

de James Marsh. Reino Unido, 2018. 101’.
8 de septiembre de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.

Donald Crowhurst es un padre de familia con mucha inventiva que queda fascinado por la propuesta de participar en una competición para dar la vuelta al mundo solo en un velero y sin escalas. Así que consigue apoyos financieros y mediáticos para construirlo y lanzarse a la aventura. Sin embargo, el tiempo resulta escaso y tiene que salir sin haber podido preparar bien su barco. El itinerario debería ser por el sur de Índico y del Pacífico pero Crowhust solo consigue llegar a las costas de Argentina. Había hipotecado su casa y su empresa de modo que, para evitar poner en riesgo a su familia, decide cortar casi todas las comunicaciones y simular que sigue el plan previsto. Cuando cree que podría quedar segundo comunica que ha doblado el Cabo de Hornos y ya está de vuelta. Por desgracia para él, el único competidor que quedaba ha abandonado con lo que solo le quedan dos alternativas: ganar falsamente la competición o no regresar.

Mercy (que no Un océano entre nosotros -los distribuidores españoles parece que siguen empeñados en traicionar los títulos de las películas en lugar de traducirlos-), es la recreación de un dramático fracaso que ocurrió hace ahora cincuenta años. La ambientación es muy correcta y los dilemas que se le plantean al protagonista son muy conmovedores. Sin embargo, el dramatismo de este viaje agónico no se percibe con la suficiente  intensidad. Quizá es que, tratándose de soledades marítimas, yo no puedo olvidar la de Robert Redford en Cuando todo está perdido, aquella fenomenal película del siempre magistral J. C. Chandor. Y claro, no hay color.

viernes, 7 de septiembre de 2018

Las distancias

de Elena Trapé. España, 2018. 100’.
7 de septiembre de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.

Cuatro treintañeros viajan a Berlín para dar una sorpresa por su cumpleaños a un amigo que vive allí desde hace tiempo. Estarán en su casa de un viernes a un domingo pero el momento es malo porque la novia con la que llevaba dos años viviendo acaba de abandonarlo. Ellos no sabían nada de esa relación. De hecho, sus vidas se han ido distanciado sin saberlo. Podrán comprobarlo en estos días en Berlín.

Las distancias podría componer con Las amigas de Àgata y Julia Ist una magnífica trilogía generacional sobre la soledad y los afectos. Los personajes de las dos primeras están en la tercera década de la vida. Los de Las distancias están en la cuarta. Pero todos comparten un desasosiego larvado que solo se manifiesta cuando amaina la cotidianidad. Igual que en aquellas estupendas películas, la cámara de Elena Trapé nos sitúa al lado de los personajes para que sus palabras, y sobre todo sus silencios, nos afecten casi tanto como a ellos. Es cine de distancias cortas sobre las distancias crecientes de unos seres a los que es muy fácil comprender y también compadecer. Elena Trapé ha hecho una magnífica película que solo se resiente de una cosa. De esa terrible obsesión de la industria cinematográfica española por exhibir las películas impidiendo que en la mayoría de las salas se pueda escuchar en catalán a los personajes que hablan esa lengua. Ya es grave la excepcionalidad de las versiones originales en la exhibición de películas hechas en lenguas extranjeras, pero debería estar prohibido hacer doblajes cuando los personajes de una misma película están hablando en las lenguas de España. Me temo que algunos (seguramente nada independentistas) no se dan cuenta de que al doblar el catalán casi lo están declarando extranjero. ¿Doblarían a todos los personajes si en una misma película española unos hablaran nuestra lengua y otros hablaran inglés? Pero qué digo. Después de la ausencia de críticas ante ese despropósito titulado Loving Pablo está claro que es creciente entre nosotros la anglopatía lingüística y el desprecio generalizado hacia las lenguas de España. Tanto hacia la que compartimos con cientos de millones de americanos, como hacia las que hacen tan maravillosamente rica esta península. Pero no me enrollo más con esto, que Elena Trapé no lo merece. Insisto. Su película es magnífica y se tiene bien ganados los tres premios que le han dado en el festival de Málaga. Ojalá que reciba muchos más.

jueves, 6 de septiembre de 2018

La gaviota

de Michael Mayer. EE.UU., 2018. 98’.
6 de septiembre de 2018. Cines Ocimax, Gijón.


Una exitosa actriz madura se entiende muy bien con su hermano y bastante peor con su hijo. Él es un joven que quisiera llegar a ser un escritor de tanto éxito como el que tiene el amante de su madre. Por eso lleva tan mal la incipiente relación de ese hombre con su joven novia que también quisiera ser actriz. Hay cruces generacionales, envidias artísticas y amores transitivos y encadenados. También hay conversaciones superficiales que no consiguen ocultar la frustración de estos seres que coinciden en una hermosa finca junto a un lago.

Ese encuentro estival que centra la historia está muy bien enmarcado por el regreso invernal imprevisto que abre y cierra la película. Con una ambientación perfecta, unas interpretaciones más que notables y un guión bien estructurado Michael Mayer consigue que el espectador pueda sentir ante la pantalla la fascinación que suele generar en el escenario esta estupenda obra de Chéjov. Así que La gaviota es una nueva prueba de que, contra lo que algunos suponen, el cine y el teatro pueden llevarse muy bien.