jueves, 20 de febrero de 2014

Uranes

de Chema García Ibarra. España, 2013. 60.
20 de febrero de 2014. Centro Niemeyer, Avilés.

Aparecen ovoides que no vemos. Hay una abuela con Alzheimer. Un abuelo pedófilo. Un nieto que se considera científico. Otro que se siente cineasta. Frikismo rural que una voz en off detalla.

Va a morir mucha gente muy pronto es el título de la película de Chema García Ibarra que supuestamente íbamos a ver esta tarde según figura en la programación del Niemeyer. Pero esa película no existe. Si acaso es el tema de El ataque de los robots de Nebulosa-5, el primer trabajo de este director que se ha proyectado sin que supieramos su título ni que se trataba de un corto. Tras él se proyectó Protopartículas, otro corto suyo. Y finalmente Uranes, una historia cutre sobre biografías marginales en entornos rurales. Las tres resultan tan extrañas como la forma en que las hemos visto esta tarde: se anuncia una única película de ochenta y cinco minutos pero, sin que nadie nos prevenga, se proyectan dos cortos de siete minutos y un largo de sesenta (los minutos que faltan son los que corresponderían a Misterio, el último corto de este director que por problemas técnicos no se ha llegado a proyectar). Uranes comparte con los dos cortos que hemos visto el gusto por las frikadas que protagonizan unos personajes disminuidos con querencias paranormales. Extrañas historias presididas por un feismo subido que García Ibarra extrae sin pudor (y con poco respeto) de sus propios entornos familiares. En el coloquio que siguió a las proyecciones el director subrayó su intención de mezclar siempre el humor y el drama. Cuando un espectador señaló que estas historias le recordaban a las del José Luis Cuerda de Amanece que no es poco, García Ibarra aceptó esa referencia y añadió la de Buñuel. Me parece excesivo. El deliberado feismo de lo que muestra y el amaneramiento cutre de su cine  (que él atribuyó a su desconocimiento y desinterés por las técnicas cinematográficas) hacen que, por muy premiadas que estén, estas historias no me digan nada.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Camille Claudel 1915

de Bruno Dumont. Francia, 2013. 97’. 
19 de febrero de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

1915. Camille Claudel está internada en un hospital psiquiátrico del sur de Francia. Su lucidez hace que sufra lo indecible. Pronto irá a visitarla su hermano Paul. Ella espera que la ayude a salir de ese lugar. Pero no lo hace. Y Camille seguirá internada allí hasta su muerte. Casi treinta años después.

Si es una crítica a los encierros psiquiátricos, llega unas décadas tarde. Si es una reivindicación de la artista y una crítica a su hermano escritor, resulta obvia. Solo me queda pensar que Dumont ha querido ofrecerle a Juliette Binoche una nueva ocasión para interpretar como nadie uno de esos personajes heridos que Juliette Binoche interpreta como nadie. Nada nuevo, por tanto. Salvo mucho aburrimiento y una más que discutible utilización de las personas (no actores) que interpretan a los otros internos.

martes, 18 de febrero de 2014

Una vida sencilla

de Ann Hui. Hong Kong, 2011. 117’.
18 de febrero de 2014. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Desde hace sesenta años Chun Tao-Chung ha cuidado de la familia de Roger. Ahora es ella la que necesita cuidados. Un derrame cerebral cambia la vida de esta mujer sencilla y dulce que tendrá que dejar su trabajo e ingresar en una residencia. Pero no está sola. Roger, el niño al que ella cuidó, es ahora un adulto que aprenderá mucho estando pendiente de ella. Hasta el final.

¿Quién cuida a quien nos cuida? De eso trata esta historia que me ha hecho pensar (como simétrico amable) en Emilia, la inquietante y magnífica obra de teatro que Claudio Tolcachir estrenó en octubre aquí en Avilés. Pero también en Arrugas, aquel magnífico testimonio sobre el Alzheimer y la vida en una residencia de ancianos que Paco Roca creó en viñetas sobre las que Ignacio Ferreras hizo después una inolvidable película. Una vida sencilla trata de una relación (casi) filial y también del (no-)lugar de la vejez en las sociedades opresivamente urbanas (Hong Kong es un escenario paradigmático). La película no aborda mal ninguno de los dos temas, pero queda lejos de esas otras historias a las que me ha recordado.

domingo, 16 de febrero de 2014

El último de los injustos

de Claude Lanzmann. Francia, 2013. 220.
16 de febrero de 2014. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Benjamin Murmelstein fue el último presidente del consejo judío de Theresienstadt, un gueto que los nazis quisieron presentar como modélico. Él fue el único presidente de esos consejos que sobrevivió al holocausto. El papel de líderes judíos como Murmelstein en aquellos años es aún motivo de controversia. El director de Shoah lo repasa en la serie de entrevistas que grabó con él en Roma en 1975 y que ahora ven la luz en este documental. 

Han pasado casi cuarenta años de una entrevista que habla de hechos de los que entonces ya habían pasado más de treinta años. Seguramente por eso Murmelstein la concedió. Y quizá también por eso Lanzmann la hace pública ahora. Aunque Murmelstein disienta radicalmente de las tesis de Hannah Arendt, sus testimonios vienen a corroborarlas. Especialmente las relativas a la cercanía entre los responsables del holocausto y los líderes judios cuya colaboración inicial con Eichmann para promover la emigración acabó facilitando la organización de las deportaciones hacia el exterminio. El entrevistado tiene excelente memoria, notable lucidez y suficiente perspicacia para decir exactamente lo que quiere decir (que no es poco). El entrevistador sabe dejarle hablar, pero también hacerle preguntas incómodas sin acorralarlo. Son casi cuatro horas de testimonios del mayor interés entre los que se intercalan las visitas que Lanzmann acaba de hacer a los lugares que se citan. Allí relata los terribles acontecimientos que sucedieron y lee testimonios clarificadores para comprender la trama que hizo posible aquel horror. Una oportunidad magnífica la de esta tarde en el Niemeyer para conocer nuevas claves sobre unos hechos fundamentales de la historia contemporánea.

viernes, 14 de febrero de 2014

La venus de las pieles

de Roman Polanski. Francia, 2013. 96’. 
14 de febrero de 2014. Cines Centro, Gijón.

Thomas está preparando una adaptación teatral de La venus de las pieles, la novela de Leopold von Sacher-Masoch. Al final de una jornada de pruebas llega al teatro Vanda, una actriz que se llama como el personaje. La actriz y el director interpretan la obra. Mientras dialogan entran y salen de los personajes interpretando también el significado de la historia.

En una tarde de lluvia una cámara subjetiva entra en un viejo teatro. Dentro solo está un director que se parece mucho a Polanski. Quien llega es su mujer. Una actriz que quiere interpretar (en todos los sentidos) a Vanda, la Afrodita intemporal de una historia que trata sobre los límites del amor (o del amor en los límites). Pero que en esta película también trata de la relación entre el autor y la obra, entre quien maneja a los personajes y quien es interpelado por ellos. Un maravilloso juego de espejos en el que la cuarta pared también es uno de ellos. En las dos direcciones. Como en Las Meninas de Velazquez. Porque en esta joya metarreflexiva Vanda somos nosotros. El público a cuyos designios el director siempre está sometido. Pero al que también él busca someter. Es la lucha hermenéutica entre una actriz banalmente lúcida cuando no está en el personaje y un director al que fascina interpretar su propio personaje. Y verse sometido por él. Vanda/Afrodita somos nosotros. Con la cámara de Polanski hemos entrado en un teatro en el que se desarrolla un diálogo que cruza una y otra vez los límites entre la literatura intemporal y la vida de un creador actual. Cuando al final de la obra Afrodita se muestre sin pieles y la cámara vuelva a la calle, también seremos nosotros los que dejemos con ella ese magnífico teatro que hoy hemos visto en un cine. Un sueño personal: ver otra vez esta singular película proyectada en un teatro. En un día cualquiera de teatro. Con un público que espere ver teatro. Y para el que la cuarta pared se convierta por una noche en una cautivadora pantalla de cine.

Alabama Monroe

de Felix van Groeningen. Bélgica, 2012. 112’. 
14 de febrero de 2014. Cines Centro, Gijón.

Elise hace tatuajes. Didier música folk. Se enamoran. Tienen una hija preciosa. Pero a los seis años Maybelle tiene cáncer. Y muere. Luego la debacle. Los dos reaccionan de manera distinta. Y tras el primer drama vendrá el segundo.

Demasiado drama. Un cáncer infantil ya da para toda una película (sea buena, como Camino, o sobrevalorada, como Declaración de guerra). Pero aquí la niña muere antes de que termine la primera hora. La historia quiere trascender esa desgracia y mostrar el amor y el desamor de esta pareja asolada por ella. La fragmentación temporal del relato busca subrayar los contrastes sentimentales. Quizá emulando a Cianfrance. Pero Alabama Monroe no tiene nada que ver con Blue Valentine. Por mucha música que le pongan.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Diamantes negros

de Miguel Alcantud. España, 2013. 100’. 
12 de febrero de 2014. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas

Como miles de adolescentes en Mali, Amadou y Moussa juegan al fútbol. Y sueñan con hacerlo en Europa. Un ojeador español los trae a Madrid con el dinero que han  reunido sus familias. Pero las cosas no salen bien y el sueño no se cumple.

En los títulos de crédito se contextualiza la historia: 20.000 jóvenes africanos que han sido traídos a Europa para convertirlos en estrellas deportivas deambulan por nuestras calles sin papeles. Ni esperanza. Es la otra cara de esa burbuja que al parecer supone el 2 % de nuestro PIB. Un espectáculo mediático que sofroniza a millones de personas a sol y sombra. Nuestro fútbol se ve mucho más que nuestro cine. Por eso historias tan reveladoras como ésta tienen pocas probabilidades de aleccionar a alguien (y aún menos en África) sobre los efectos secundarios de ese narcótico social. Un deporte (?) en el que, como decía José Luis Cuerda hace unos días, "veintidós millonarios en calzoncillos se dan patadas y empujones". Uno quiere pensar que, si Eduardo Galeano o Enric González le han dedicado libros apasionados, el fútbol debe ser algo más que opio para el pueblo. Pero no resulta fácil.

martes, 11 de febrero de 2014

Lore

de Cate Shortland. Alemania, 2012. 109’. 
11 de febrero de 2014. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Termina la guerra. Los padres de Lore forman parte de la élite nazi. Por eso huyen. Y la dejan a cargo de sus cuatro hermanos. Con ellos atravesará una Alemania dominada por americanos, británicos y rusos. Van hacia el norte. A casa de su abuela. En el viaje solo contarán con la ayuda de un joven solitario. Y judío.

El punto de vista se hace extraño. Es el de los hijos de las bestias. Un bebé, dos niños y dos adolescentes cruzan un país que descubre, y no acaba de creer, el horror causado. No cabe más dramatismo. Por eso sorprende la belleza de los planos cortos. Y la elegancia, casi malickiana, de los movimientos de una cámara atenta a una naturaleza bella y hostil. La recelosa atracción entre Lore y el joven judío hace pensar en la intención metafórica de la historia. Y también su gesto final ante una abuela protectora que parece salida de La cinta blanca.

lunes, 10 de febrero de 2014

Nebraska

de Alexander Payne. EE.UU., 2013. 115’. B/N
10 de febrero de 2014. Cines Ocimax, Gijón.

Woody Grant es un anciano obsesionado con ir a Lincoln para recoger un millón de dólares. Ese es el premio que le corresponde según la carta publicitaria que ha recibido. Incapaz de disuadirlo, su hijo David decide ir con él. De camino se detienen en el pueblo del que proceden. Allí se reencuentran con familiares y amigos que lo imaginan rico y quieren sacar tajada. Finalmente terminan el viaje. Y regresan.

Otro periplo magnífico de Alexander Payne. Tras A propósito de Schmidt y Entre copas, nos lleva de nuevo de viaje con unos personajes fascinantes: un padre pasmado que volverá feliz como un niño y un hijo comprensivo que le cuida como un padre. Este recorrido por paisajes y paisanajes toscos del Medio Oeste podría recordar la epopeya sentimental de aquel otro anciano con el que David Lynch nos contó Una historia verdadera sobre un viaje en cortacesped entre Iwoa y Wisconsin. Pero esta Nebraska en blanco y negro tiene también otros referentes mayúsculos. Sus encuadres y las composiciones de algunas escenas me han recordado a los Cuentos de Tokio de Ozú. La armonía de aquella pareja nipona contrastaba con el distanciamiento de sus hijos urbanizados. En Nebraska también hay una pareja de ancianos que encaran el final. La crispación entre esta pareja americana se compensa con la cercanía de ese hijo amable que recuerda a aquella dulce nuera de la obra maestra de Ozú. Y no exagero. Nebraska es una delicia que muestra con imágenes hermosas (y una música magnífica) lo cerca que pueden estar la rudeza y la ternura.

jueves, 6 de febrero de 2014

I used to be darker

de Matt Porterfield. EE.UU., 2013. 89.
6 de febrero de 2014. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Kim y Bill son dos cantantes irlandeses que viven en Baltimore con su hija Abby. Inesperadamente aparece Taryn, la sobrina de Kim. Sus padres no saben que ha ido a Estados Unidos. Ni que está embarazada. Pero ha llegado en mal momento. Kim y Bill se están separando. 

Todos están mal. Viven cambios cruciales que les hacen sufrir. Así que ese encuentro inesperado resulta incómodo para los cuatro. Es una historia sencilla que pretende contagiar emociones. Pero a mi no me llegan. Comprendo lo que les pasa a los personajes, pero no me conmueven.

lunes, 3 de febrero de 2014

El último verano de la boyita

de Julia Solomonoff. Argentina, 2009. 93’. 
3 de febrero de 2014. Teatro Filarmónica, Oviedo.

Un verano especial para Jorgelina. El de la curiosidad por los cambios que ya vive su hermana. Pero entre la infancia y la adolescencia intuye que hay un abismo que se resume en una frase: "respeta mi intimidad". Por eso se va a pasar unos días a la hacienda que tiene su padre en el campo y en la que Mario, el hijo de los empleados, también está viviendo cambios. Pero los suyos son más extraños. Y no parecen saber nada de ellos los adultos que les rodean.

El último verano de la boyita se integra en un pequeño ciclo de cine (Realizadoras conscientes) que organiza este mes Feminismo y más, un colectivo ovetense próximo a Izquierda Unida.  El tema de la película es cercano al de (la malísima) Tomboy y al de (la estupenda) XXY. Julia Solomonoff lo trata magníficamente en lo que parece una evocación de vivencias estivales en ese tiempo crucial en que la infancia intuye la transformación que se le avecina. Los retratos contenidos y sencillos de la vida familiar en ese entorno rural me han recordado a las maneras de la más reciente El verano de los peces voladores, de la chilena Marcela Said, que se presentó en noviembre en el festival de Gijón. En las dos películas es una hija la que desvela realidades que los adultos obvian o silencian. La de Solomonoff apunta hacia dramas personales. La de Said hacia conflictos históricos. Pero las dos comparten un tono contenido, una forma de narrar atenta a los detalles y una capacidad notable para construir historias poderosas a partir de fragmentos mínimos de la vida cotidiana. Buen cine sobre familias y lugares desde interesantes miradas en femenino singular.

domingo, 2 de febrero de 2014

La gran estafa americana

de David O. Russell. EE.UU., 2013. 138’. 
2 de febrero de 2014. Parqueastur, Corvera.

Una pareja de estafadores son obligados a usar sus habilidades para un agente del FBI. Con él simulan oscuros negocios con los que tienden trampas a políticos y mafiosos.

Los estafadores cazados. Y el cazador de los estafadores también estafado. Una historia setentera basada en hechos reales con personajes bien singulares. El puntito Torrente del estafador principal, sus relaciones con las dos mujeres, con su socio involuntario y con el alcalde amigo trenzan una historia que se ve con agrado. Y que recuerda lo grandes que eran las gafas (¿y los escotes?) en aquellos años.

sábado, 1 de febrero de 2014

Nymphomaniac. Parte 2

de Lars von Trier. Dinamarca, 2013. 117’. 
1 de febrero de 2014. Cines Centro, Gijón.

El relato de la ninfómana sigue hasta el amanecer. El masoquismo terapéutico, la maternidad culpable y la tutela lésbica son algunos de los temas con los que Joe continúa su confesión con Seligman.

La catársis de la mujer ninfómana sigue motivando las reflexiones del hombre célibe.  La iglesia oriental y la iglesia occidental (el pato silencioso), El espejo y La pistola son los tres capítulos de la segunda entrega de esta indagación sobre la condición humana y el sexo. Las confesiones de von Trier siguen estando muy presentes en este relato vital (en femenino) que es a la vez una meditación conceptual (en masculino). Von Trier cuestiona expresamente la mutilación del lenguaje por su uso políticamente correcto y asume riesgos importantes como su matizada reivindicación del mérito de aquellos pedófilos (según él la mayoría) que llevan una vida irreprochable reprimiendo siempre la realización de sus deseos. Incluso cuando su discurso expreso puede parecer más aceptable y feminista (como en el repaso absolutorio que Seligman hace de los pecados de Joe con solo imaginarlos en su versión masculina) un comentario desganado de ella disipa cualquier duda sobre las pretensiones edificantes de von Trier. Es una historia compleja que resume (a veces de forma expresa, como en la escena que recupera el dramático detonante del Anticristo) muchos de los temas que obsesionan al director danés. El fundido en negro final vuelve a ser muy relevante. Porque marca el disonante punto de llegada de un periplo emocional que ha trastocado los roles de quien relata y de quien valora. Los dos parecen querer cruzar al otro lado. Aunque quizá eso que no vemos al final de la película haya sido solo lo que ella sueña cuando él se va. Un buen final para la historia de una noche que ha llegado a nuestras pantallas escindida y con una espera demasiado larga.