viernes, 13 de marzo de 2015

Quelques heures de printemps

de Stéphane Brizé. Francia, 2012. 108.
13 de marzo de 2015. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Tras pasar dieciocho meses en la cárcel Alain vuelve a vivir con su madre. Pero no se entienden. Yvette es una mujer ordenada y apacible. Su hijo también tiene un carácter tranquilo pero a veces reacciona de forma muy agresiva con ella. Él está pasando un mal momento y ni siquiera es capaz de conservar una relación amorosa que parece perfecta. Ella está perdiendo la batalla contra un cáncer en el cerebro y ha decidido pedir ayuda a una organización suiza para el suicidio asistido. Los dos comparten la incapacidad para expresar los afectos. Casi hasta el final. 

Vincent Lindon y Hélène Vincent tienen unas interpretaciones superlativas en esta película en la que los gestos y los silencios lo dicen todo. También  están magníficos  Olivier Perrier y Emmanuelle Seigner en esos papeles secundarios tan amorosos (la despedida entre Yvette y su vecino o el último encuentro entre Alain y su novia son instantes preciosos que apuntan hacia las otras vidas que podrían haber tenido esa madre segura pero triste y ese hijo agradable pero pasmado). Hasta la perra está magnífica como puente afectivo entre los dos. Quelques heures de printemps es una película de interpretaciones sobresalientes, pero también una historia con un guión y una dirección memorables. Una cámara que se mueve poco deja que los personajes y los ambientes se hagan tan naturales que Stéphane Brizé recuerda a Jaime Rosales en esa perfección hiperrealista con que retrata delicadamente unas vidas de tristeza bien cercana. Pero en el último tramo esta historia de (des)afectos fluye hacia una mirada muy directa a la cuestión de la eutanasia. Y ahí uno piensa en Haneke y en el intensísimo drama que su veterana pareja componía en aquel Amor que casi exigía el llanto del espectador. Stéphane Brizé apuesta por la contención al tratar el mismo tema y, al hacer que sea filial e inexpresado el amor de esta pareja, consigue casi más con mucho menos. De esas últimas horas de primavera en Suiza no salimos con un nudo en la garganta, pero sí sabiendo que hemos visto una película delicadamente impresionante.