martes, 16 de junio de 2015

Hablar

de Joaquín Oristrell. España, 2015. 75’.
16 de junio de 2015. Cines Los Prados, Oviedo.

Veinte historias en un plano secuencia de setenta y cinco minutos. Desde la boca de metro de Lavapiés hasta la del escenario de la Sala Mirador. La cámara salta de unos personajes a otros mientras baja por esas calles en una noche de agosto. Las historias se van cruzando. Como las palabras de la gente que habla.

Hablar comparte mucho con otras dos estupendas películas que han tenido distinta suerte. Con Birdman de Alejandro González Iñárritu comparte la evidente voluntad de transitar las fronteras entre el cine y el teatro. Con El triste olor de la carne de Cristobal Arteaga Rozas comparte cierto compromiso con la realidad española actual. Las tres son magníficos ejemplos de lo que se puede llegar a hacer con una cámara que no deja de grabar. Una de las historias de esta película ha sido la base de Lo que no te digo, una obra de teatro que he visto hace poco en la Sala Mirador. Es uno más de los fragmentos de vidas a las que asistimos durante este paseo nocturno. Como cuando escuchamos esos trozos de conversaciones que hacen que imaginemos grandes historias sin darnos cuenta de que la mejor es la que estamos viviendo mientras contemplamos esos fragmentos de vidas. Por eso ver Hablar es tan grato, porque la protagonizan las palabras que se escuchan en la calle. Y precisamente en esas calles que tanto me gustan de Madrid. Esas que unen el cine y el teatro. Como las deliciosas palabras de una película que algunos tildarán de muy teatralizada y otros de muy comprometida. Pero es que a mi no me molesta el compromiso y me gusta mucho el teatro. Y también las calles de Madrid. Y el buen hacer de esos estupendos actores a los que da gusto escuchar hablar. En el cine y en el teatro.