martes, 8 de marzo de 2022

Flee

de Jonas Poher Rasmussen. Dinamarca, 2021. 90.
8 de marzo de 2022. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.

Un refugiado afgano que vive en Dinamarca se tumba y nos cuenta su historia. La de la pérdida de su padre al comienzo de la guerra. La de la llegada con su madre y sus hermanos a un Moscú miserable. La de los intentos por llegar a Suecia para reunirse con su hermano y la forma en que acabó en Dinamarca teniendo que ocultar que su familia estaba viva. Por eso su relato, crudo y sincero, es también para él bastante catártico.

Una huida. Eso retrata esta película titulada en lengua ajena a los espectadores y a la historia. Hay algunas imágenes reales de archivo pero la mayor parte de lo que vemos está hecho con una animación muy sobria cuando el protagonista nos cuenta su periplo y con trazos expresionistas en blanco y negro cuando lo que evoca es aún más terrible. Escuchamos su voz mientras vemos las imágenes del sufrimiento de una familia afgana que era feliz en su tierra y tuvo que abandonarla. Y lo hacemos trece días después de comenzar la invasión rusa de Ucrania y cuando ya son más de millón y medio las personas que han tenido que dejar sus casas. Igual que Ser o no ser (la obra que vimos el viernes en el Palacio Valdés) la realidad se impone al relato que contemplamos. Pero, a diferencia de aquella ficción, a esta película le añade una capa más de verdad para que no olvidemos que el sufrimiento de los ucranios es el mismo que el de los millones de afganos, sirios, venezolanos, sudaneses y rohingyas que se han visto obligados a dejar sus hogares o que, como los palestinos, tienen que vivir desde hace décadas bajo la amenaza de las bombas. Rasmussen pone rostro y relato en primera persona (aunque sea de animación para proteger al protagonista) a un drama que han padecido y padecen millones de personas en el mundo. Por eso ACNUR, Cruz Roja, Unicef o Médicos sin Fronteras siguen siendo para ellos mucho más importantes que el Kremlin, la OTAN y todos los vendedores de armas y traficantes de dolor que siguen dominando el mundo.