viernes, 6 de enero de 2023

Vivir

de Akira Kurosawa. Japón, 1952. 143.
6 de enero de 2023. Filmin. V.O.S.

Watanabe es el jefe de la oficina municipal de atención al ciudadano, un lugar en el que se acumulan los expedientes y se simula trabajar. Cuando está a punto de jubilarse le diagnostican un cáncer de estómago y se da cuenta de que ha perdido el tiempo. Se quedó viudo joven y la dedicación a su hijo le servía de coartada para tener una vida monótona. Ahora querría aprender a vivir con la intensidad de esa joven que trabaja en su oficina y sabe que la felicidad consiste en compartirla con los demás. Así que Watanabe encuentra su oportunidad en la petición de unas mujeres para que se construya un parque infantil en su barrio.

Una joya en blanco y negro sobre la vida, el tiempo y la burocracia. Las escenas son realistas pero también tienen cierto aliento poético. Para lograrlo, Kurosawa cuida especialmente la composición de cada plano y la gestualidad de sus personajes. Lo hace con el protagonista de la película y con los que solo aparecen durante dos o tres segundos. Vivir plantea problemas existenciales sobre el paso del tiempo y la esencia de la vida, pero también es un alegato contundente contra la burocracia y la inercia de las organizaciones. La ambientación de las escenas en la oficina y en el velatorio son magníficas y la gestualidad en los diálogos corales y los medidos silencios contribuyen a que el guión sea perfecto. Viendo esta película, uno piensa en lo interesante que sería un ciclo en el que durante un mes pudiéramos repasar ordenadamente la filmografía de este gran director japonés. Una programación así podría ser paralela a la atención que merece el cine actual y permitiría que a lo largo del año se pudiera disfrutar de diez o doce retrospectivas inexcusables. Creo que para eso están las salas de cine de los centros culturales. En España hay muchos, pero me temo que ese uso que atiende, cultiva, educa y propicia la cinefilia ciudadana solo se da realmente en las salas de las filmotecas nacionales: la del cine Doré de Madrid o las del Raval en Barcelona. Me temo que de ese centralismo no son solo responsables los gestores culturales nacionales.