de Pablo Larraín. Chile, 2023. 110’.
17 de septiembre de 2023. Netflix
Al final creo que Kissinger, Nixon, Reagan, Thatcher, Aguirre y Ayuso se han salido con la suya. Medio siglo después del bombardeo de La Moneda es imposible ver la última película de Pablo Larraín fuera de Netflix, ese vampiro audiovisual que (junto con Amazon y algunos otros) vive de chuparle la sangre al cine hincando el diente al espectador. Que Pinochet era un vampiro yo lo supe cuando vino a España en noviembre de 1975 para el funeral de Franco y lo vi con su capa en televisión. Así que Larraín acierta plenamente con ese blanco y negro elegante y sangriento que nos presenta al príncipe chileno del neoliberalismo a sangre y fuego como un ser que nació con los albores del capitalismo y, en cierto modo, sigue sobrevolando nuestras ciudades. Ir más allá de la recreación documental, haciendo que la bestia trascienda su tiempo, quizá sea la mejor manera de tratar con el horror. El Conde tiene además un guion impecable en el que lo más verosímil resulta obscenamente cómico, y tiene también una escenografía y una fotografía cautivadoras que por momentos parecen expresionistas o el contrapunto trágico de aquel ángel que Wim Wenders puso en el Cielo sobre Berlín. Para tanto y tan acertado atrevimiento (ya marca de la casa) ha contado con un elenco magnífico en el que (sin caracterizaciones manieristas) Jaime Vadell está soberbio en el papel del general vampiro. Le acompañan intérpretes chilenos de los que soy siempre devoto (Alfredo Castro, Antonia Zegers) o a los que había visto menos pero también están espléndidos (Amparo Noguera, Gloria Münchmeyer, Paula Luchsinger). Ojalá que Pablo Larraín siga siendo tan original y chilenísimo y pueda volver a hacer cine para el cine. No para esas plataformas vampíricas que atomizan al público y vacían las ciudades.