jueves, 9 de julio de 2015

Habitar la utopía

de Mariano Agudo. España, 2015. 69.
9 de julio de 2015. Auditorio Príncipe Felipe, Oviedo. III Festival Internacional de Cine y Arquitectura.

En mayo de 2012 treinta familias ocupan un edificio vacío en Sevilla. Allí constituyen la Corrala Utopía, una comunidad con la que quieren poner de manifiesto que disponer de una vivienda digna es un derecho de las personas, no de los bancos. Van pasando los meses y se mantienen unidos aunque durante ese tiempo se ven obligados a recuperar formas de vida antiguas como arreglarse sin electricidad o no tener agua corriente. Al final Ibercaja parece ser más fuerte que el Defensor del Pueblo andaluz y el 6 de abril de 2014 la policia los desaloja para que el banco que acaba de comprar las viviendas pueda disfrutar de ellas vacías y los desahuciados lo sean una vez más.

Dedicamos la tarde a ver algunos documentales de la sección Arquitecturas filmadas del Ficarq. El primero es María Elena, un mediometraje que muestra la vida cotidiana en el último pueblo salinero del mundo. Maria Elena está en Atacama y su aridez contrasta con la ternura de unas gentes que son tratadas con sobriedad y respeto por la cámara de Rodrígo Lepe Cavagnaro. A continuación vemos Habitar la utopía, una de esas películas reivindicativas de temática social que bien podría haber sido programada por El Documental del Mes. Mariano Agudo retrata el día a día de casi dos años de resistencia solidaria en una pequeña comuna, en una corrala sevillana del siglo XXI, formada por unos vecinos que han decidido responder al verbo desahuciar (tan conjugado en estos años en España) con el de ocupar. Su reivindicación es la de un derecho constitucional, obscenamente conculcado en un país en el que la burbuja financiera se ha nutrido del vacío que suponen los millones de viviendas desocupadas. Habitar la utopia es una bofetada moral a la que seguramente algunos darían respuestas jurídicas para intentar justificar lo injustificable: que haya personas sin hogar mientras hay tantos hogares vacíos que solo sirven para sostener las ficciones económicas de los bancos.