22 de noviembre de 2017. Cines Ocimáx, 55º Festival de Cine de Gijón (sección oficial). V.O.S.
Un hombre que tiene un taller a punto de ser embargado sobrevive conduciendo un taxi por las calles de Sofía. Tras dejar a su hija en el instituto va a ver al banquero con el que tiene la deuda. Este lo chantajea y ordena que se ejecute el embargo. Desesperado, el taxista le dispara y luego se suicida. La noticia genera debates en la radio. Esa noche los escuchamos mientras acompañamos a varios taxistas por las calles de Sofía.
Taxi Teherán es el referente en el que uno piensa. Pero si el retrato urbano de la espléndida película de Panahi es luminoso y pintoresco, el que Komandarev hace de Bulgaria (y en general de Europa) desde los taxis de Sofía es nocturno y conmovedor. El naturalismo de esos recorridos, casi reales, con clientes variopintos se combina con una poética que apela directamente al corazón, el protagonista literal de las historias que abren y cierran esta extraordinaria película. En el coloquio Stephan Komanderev demostró que no es solo un tipo estupendo y muy honesto, sino un gran cineasta que haciendo un cine muy grande con recursos muy pequeños consigue conmover y dar que pensar. Así, que tras el premio que el cine bulgaro consiguió aquí el año pasado con Un minuto de gloria de Kristina Grozeva y Petar Valchanov, no sería extraño que Bulgaria volviera a estar este año en el palmarés. Eso prueba algo que ya debería ser evidente: que el cine, el buen cine, no es cosa gringa o francesa.