2 de noviembre de 2017. Cines Los Prados, Oviedo.
Un hombre mata a otro y luego quema su cadáver. Se ha confesado culpable, así que su nuevo abogado solo podrá defenderlo buscando motivos distintos a los del robo para lo que ha hecho. La mujer y la hija del hombre asesinado tienen bastante que ver con lo sucedido. Al principio el abogado solo se preocupa por la estrategia para la defensa. Pero al final querrá saber la verdad. Y no será fácil.
Nadie sabe. Ese era el título de la primera película que vi de Kore-Eda. Y también podría ser el de esta última porque trata precisamente de eso, de la verdad y de la dificultad para determinarla cuando afecta a la vida de los seres humanos. Con El tercer asesinato este cineasta japonés, del que hace tiempo que me declaré devoto, parece alejarse de las historias sobre la textura de las relaciones familiares para adentrarse en un ámbito completamente nuevo, el del thriller judicial. Pero lo hace rompiendo las reglas del género. Sustituyendo la agilidad y la tensión propias de este tipo de historias por una parsimonia y una atmósfera que resultan especialmente propicias para esos momentos reflexivos de los que está trufado un guión impecable que, como en el buen teatro, casi apetece leer además de verlo convertido en película. El cine judicial suele partir de la premisa de que hay una verdad que permanece oculta hasta que es descubierta por la inteligencia y el empeño de algún protagonista o al menos por el espectador. Pero Kore-Eda no pretende desvelarnos nada. Más bien al contrario. Hace que problematicemos la densidad ontologia de las verdades en las que creemos. También las que vemos al comienzo de una historia como esta. Y es ahí, en la duda, donde nos quiere situar el director. En ese juego de espejos entre verdad y apariencia que preside los encuentros entre el abogado y su defendido en esos magníficos planos en los que el cristal que los separa (y su transparencia) parece desaparecer o se convierte en un dispositivo para que sus discursos se superpongan ante nosotros. El tercer asesinato (quizá también el de nuestras certezas) es una joya cinematogrática. Por su planteamiento formal y por el relato reflexivo que contiene. Otra más en la extraordinaria trayectoria de Kore-Eda.