miércoles, 27 de noviembre de 2019

Hasta siempre, hijo mío

de Wang Xiaoshuai. China, 2019. 175.
27 de noviembre de 2019. Centro Cultural Valey, Piedras Blancas. V.O.S.

Dos matrimonios unidos por la amistad y por un tremendo drama. En un día de los años ochenta sus hijos discrepaban al borde de un pantano sobre si debían bañarse. Uno presionó al otro para que lo hiciera y este se ahogó. Aquella tragedia marcó las vidas de sus padres durante casi cuatro décadas. Un tiempo en el que China pasó de las herencias de la Revolución Cultural y la política del hijo único a esa extraña variante del capitalismo que ha convertido al país en un mastodonte completamente irreconocible.

Una larguísima epopeya familiar con tragedia al comienzo y ternura al final. Quizá sea que hoy estaba algo espeso, pero no se me ha hecho fácil reconocer el puzle de personajes que se nos muestran en distintos tiempos. No soy buen fisonomista (y menos para los chinos) así que este embarajamiendo de edades y escenas me ha hecho difícil seguir una historia que, contada de otra manera, seguramente me resultaría muy sugerente. Así que hecho de menos que este melodrama con pinta de estupendo no tenga la textura y la claridad de otro con el que tiene cierto parentesco. Me refiero a La vida invisible de Eurídice Gusmão de Karim Aïnouz que vimos en octubre en la Seminci. Seguramente la película china es tan estupenda como la brasileña pero yo seguí mucho mejor la historia de aquellas hermanas que la de estos matrimonios.