viernes, 10 de enero de 2020

1917

de Sam Mendes. Reino Unido, 2019. 119.
10 de enero de 2020. Cines Los Prados, Oviedo.

En la primavera de 1917 dos soldados tienen una misión muy arriesgada. Deben cruzar una zona de la que los alemanes se están retirando para llevar un mensaje que evitará la muerte de casi dos mil soldados británicos si consiguen llegar a tiempo. Entre ellos está el hermano de uno de los soldados que intentarán culminar esa difícil misión.

Senderos de Gloria, Apocalypse Now, La chaqueta metálica, Salvar al soldado Ryan, Dunkerque y ahora 1917. Sam Mendes une la suya a la lista de obras maestras que hacen de la guerra un escenario inmersivo. Y, tras American Beauty y Revolutionary Road, confirma su capacidad como director de propuestas variadísimas pero siempre de gran calidad (en Avilés sabemos también de su buen trabajo como director teatral con sus montajes de La tempestad y de  Ricardo III para The Bridge Project que trajo al Palacio Valdés de la mano del Centro Niemeyer). 1917 comienza con un homenaje al Kubrick de Senderos de gloria con ese recorrido por la trinchera que marca desde el comienzo el tono de una película construida prácticamente como un único plano continuo en el que acompañamos a esos dos héroes (luego solo a uno) en una jornada agónica. Sin regodeos en la truculencia pero sin ahorrarnos tampoco la dureza de los escenarios bélicos (y hasta su belleza tétrica con las llamas y las luces del recorrido nocturno por las ruinas de un pueblo), Sam Mendes mantiene un equilibrio impecable en el ritmo de una historia que tiene momentos emocionalmente intensísimos pero entre los que sabe intercalar otros más sosegados en los qua hay tiempo para la reflexión, la emoción y el temor de lo que vendrá después. Como las que citaba antes (olvidé incluir también la menos conocida Ciudad de vida y muerte de Lu Chuan, una película extraordinaria que hizo minúsculo el intento de Zhang Yimou por contarnos en Las flores de la guerra el genocidio en la ciudad de Nankin), 1917 es un alegato contra la guerra pero sobre todo es una gran película que consigue que quien la vea en la pantalla de un cine salga conmovido tras esas dos horas de cine mayúsculo. Nada que ver con quienes hagan de ella un producto más en esa dieta audiovisual para "consumo doméstico" que está convirtiedo en monádicas las vidas de las gentes y en clónicos los centros de las ciudades.