12 de agosto de 2020. Cines Van Dyck, Salamanca.
Un maquinista que lleva un tren de mercancías por las vías de una zona rural del Cáucaso atraviesa cada día las casas de un poblado. Un niño va apartando a los vecinos que echan partidas o tienden sus ropas cruzando la vía. Un día el maquinista ve a través una ventana el escorzo de una mujer que se está quitando un sostén. Es el mismo que poco después se quedará enganchado en su máquina. Con la ayuda del niño, intentará localizar a esa mujer para devolverle el sujetador.
Una delicia sin palabras. Un combinado entre el Playtime de Jacques Tati (en versión rural), la Amelie de Jean-Pierre Jeunet (con menos aceleración y sin narrador) y The artist de Michel Hazanavicius (con más modestia y con colores deliciosos). Así es esta sencilla y originalísima película de Veit Helmer que tiene el aire de un cuento simplísimo y bondadoso y que, más allá de la excusa de la devolución del sostén, consigue armar una historia con imágenes bellísimas, tono siempre tierno y una estructura mucho mejor articulada de lo que en principio podría parecer. De hecho, el protagonismo de ese conductor maduro no es menor que el de las mujeres del pueblo ni el de esos otros secundarios deliciosos: el niño con maneras de perrillo bueno o el ayudante del maquinista con vocación de mecánico musical. Así que es una lástima que también en esta película que no tiene ni una sola palabra se tenga que colar como siempre el inglés. The bra no solo es un título malo porque esté en ese idioma monopólico (aunque no creo que suene mejor que El sostén o El sujetador) sino porque nos hurta el contenido del título original de la película: Vom Lokführer, Der die Liebe suchte... (Del conductor del tren que buscaba el amor...) De eso va esta película. No de un maquinista que portaba un sostén.