viernes, 2 de abril de 2021

Los traductores

de Régis Roinsard. Francia, 2019. 104.
2 de abril de 2021. Cines Parqueastur, Corvera.

Nueve traductores prepararán las versiones del último libro de la trilogía Dedalus, un superventas mundial escrito por un autor llamado Oscar Brach cuya verdadera identidad nadie conoce. Para garantizar que no habrá filtraciones y que la presentación del libro se podrá hacer simultáneamente en varios países, los traductores han firmado un contrato por el que trabajarán encerrados en un búnker sin ningún contacto con el exterior. Cada día reciben veinte páginas que deben traducir en una misma sala con grandes medidas de seguridad. Sin embargo, al poco de comenzar el editor recibe un mensaje comunicándole que ya están en internet las primeras páginas del libro y que muy pronto se liberarán las siguientes si no paga una gran cantidad de dinero. Convencido de que la filtración ha salido de uno de los traductores, intentará averiguar por todos los medios quien lo ha hecho. Y efectivamente ha salido de ellos, pero no de allí. Todos son buenos traductores pero alguno es algo más.

De Régis Roisard vi hace ocho años Populaire, el único largometraje que había filmado hasta ahora. La agilidad con que armó aquella bonita historia sobre una mecanógrafa prodigiosa me hacía suponer que Los traductores no me iba a defraudar. Y así ha sido. Es una película con mucha intriga y varias capas, no solo las del suspense por el descubrimiento del origen de la filtración y la identidad del autor de ese libro que es un bombazo comercial a la vez que alta literatura, aunque el editor no lo sepa.  También hay otros subtextos con interesantes reflexiones sobre la autoría y el mercado, sobre la traducción y el público y sobre la relación entre las lenguas. Y no solo entre el francés (la lengua de la película y del libro) y el inglés (la de ese traductor que será también el traidor más fiel). También hay, de pasada, una estupenda lección dirigida al espectador español que minusvalora y posterga su propia lengua a pesar de que la hablan más de quinientos millones de personas en el mundo. Y no lo digo yo. Se lo dice uno de sus compañeros al acomplejado traductor español que interpreta Eduardo Noriega.