16 de octubre de 2013. Centro Niemeyer, Avilés. V.O.S.

Basada en hechos reales. Pero elegidos por Haneke. Planos cortos de una cotidianidad aparentemente neutra en escenas separadas por larguísimos fundidos a negro. Los objetos próximos definen los espacios de esas vidas. Los sonidos de la radio (como en Amor) las enmarcan en un tiempo concreto de la historia de Europa. Y luego el cataclismo. La decisión de renunciar a todo. De destruirlo todo. Solo en la mucho más que mayúscula Vegas: Based on a True Story de Amir Naderi o en la inquietante Take Shelter de Jeff Nichols, he visto historias de autodestrucción familiar tan radicales como esta. Pero la de Haneke es más desoladora. Porque aquellos padres americanos querían encontrar un gran bien o salvar de un gran mal a sus familias. Estos padres europeos no quieren nada. Si acaso llegar a esa isla de los bienaventurados que aparece en sus sueños. Un séptimo continente tan nihilista como la forma en que Haneke parece entender el séptimo arte en algunas de sus obras.