viernes, 8 de enero de 2016

Pasaporte a Pimlico

de Henry Cornelius. Reino Unido, 1949. 84’.
8 de enero de 2016. Centro Galego de Artes da Imaxe, La Coruña. V.O.S.

Durante un caluroso verano de posguerra el hallazgo de una bomba sin explotar en el centro de Londres hace que se descubra en el subsuelo de una plaza una estancia con un valioso tesoro que contiene un documento sorprendente. El que declara el lugar como perteneciente a Borgoña. Lo que significa que Pimlico es un estado independiente. Las peripecias de los ciudadanos del nuevo país y sus relaciones con Inglaterra son la base de esta divertida historia en la que tomarse en serio las patrias acaba dando bastante risa.

La extraordinaria exposición sobre la obra de Juan Genovés que hemos visto esta mañana en ese magnífico espacio para el arte contemporáneo que es el MAC (el Museo de Arte Contemporáneo de la Fundación Gas Natural Fenosa) ya ha justificado esta escapada de ida y vuelta en el día a La Coruña. Por la tarde nos apetecía conocer el CGAI, el Centro Galego de Artes da Imaxe, que desarrolla en su sala de cine una interesante programación mensual con dos pases diarios de martes a sábados (y al sorprendente precio de 1,20 euros). Hoy se proyecta esta estupenda película de Cornelius dentro del ciclo que le dedican a las comedias de los estudios Ealing. Y el momento para verla no ha podido ser más pertinente, con las tensiones independentistas haciendo tan difícil la formación de nuevos gobiernos tanto en Cataluña como en España. Es una película en la que la independencia de Pimlico es estival y alegre, en la que hay acuerdo sobre los hechos históricos que la motivan, en la que las cuestiones económicas parecen importar más que las sentimentales, en la que los ciudadanos independentistas se llevan de maravilla con sus vecinos (y sus vecinos con ellos) y en la que al final todo se resuelve de buena manera con un aguacero que acaba con esa sofocante crisis. Ya podrían ser nuestras tensiones tan estivales como las de Pimlico. Y sus protagonistas (por ambos lados) tan flemáticos como aquellos londinenses. Entonces un buen chaparrón lo resolvería todo. Ojalá llueva pronto. Aunque sea café. Y a cántaros.