lunes, 17 de julio de 2017

La guerra del planeta de los simios

de Matt Reeves. EE.UU., 2017. 142.
17 de julio de 2017. Cines Parqueastur, Corvera.

Los humanos quieren acabar con los simios en una guerra total. Así que estos necesitan salir de su reducto boscoso y encontrar alguna tierra prometida. César pretende guiarlos, pero antes quiere vengar la muerte de su mujer y de su hijo a manos de un pérfido líder estadounidense. Cuando lo encuentra está preparando una fortificación para defender a sus tropas de otros ejercitos humanos. Para ello ha creado un campo de trabajos forzados en el que los simios se ven obligados a construir un gran muro. Pero la astucia de César hará que finalmente triunfen los buenos y el planeta acabe siendo simio.

Imágenes impresionantes de paisajes y paisanajes.  Chimpancés, orangutanes y gorilas con gestos más sentidos que los de los humanos deberán luchar contra estos. Y lo harán en la arcadia boscosa de la que acabarán siendo expulsados y en el campo de concentración nevado en el que tendrán que rebelarse para merecer finalmente ese paraíso prometido con vistas a un lago al que los conducirá un Moisés simio llamado César. Pero más allá de eso, la película no me parece tan atractiva como la primera de la trilogía que se cierra justo cuando está a punto de cumplirse el medio siglo de la historia original. La guerra del planeta de los simios está hecha con muchos guiños y retales: el Kurt de Apocalypse Now, los capos de los campos de concentración nazis, los lideres negros de la causa por los derechos civiles, el comienzo de 2001 Una odisea del espacio y hasta el final de Los Croods. Pero, al margen de estos homenajes y referencias más o menos cinéfilas, la película que este verano expolia nuestras carteleras y secuestra tantas salas de proyección (igual que hacen cada diciembre las sucesivas guerras de las galaxias) es una historia tópica con un protagonista algo cargante en la que no encuentro motivos para las buenas críticas que ha recibido. Unos elogios que, desde luego, no necesita para que las empresas mayoritarias de distribución y exhibición sigan tenazmente con su labor habitual de desencefalización y uniformización de los públicos.