1 de julio de 2017. Cines Renoir Plaza de España, Madrid. V.O.S.
¿Puede el verano protagonizar una película? ¿Puede el cine reflejar los miedos adultos y las culpas infantiles? Estiu 1993 demuestra que sí. Este retrato impecable de un tiempo crucial en la vida de esta familia (por la dedicatoria final parece claro que está inspirado en la propia infancia de la directora) es mucho más que una película magnífica protagonizada por dos niñas deliciosas. Carla Simón sabe sacar oro de sus gestos y sus palabras, pero su película tiene mucho más mérito que ese. Es una historia cautivadora sobre la ternura y la memoria, sobre las dificultad con que se tejen los lazos que con el tiempo construirán los afectos. La fascinación que producen las dos niñas puede hacer pensar que la historia solo trata de ellas. Pero no. Aunque podría hacerlo, Carla Simón no quiere aprovecharse del magnetismo que tienen esas niñas cuando una cámara con tan buen pulso narrativo como el suyo es capaz de enamorarnos de ellas. Estiu 1993 no es una de esas películas tramposas que se sostienen solo en los niños. En esto su cine se parece al de Kore-eda. Y es que en su película, tan importantes como las vivencias de los niños son también los sentimientos de los adultos. Esos padres cuyos temores uno entiende perfectamente. Esa familia barcelonesa que enmarca una red de relaciones que nos hacen atisbar el lugar que en ellas debió ocupar esa madre por cuya muerte la niña pregunta a su tía en la conmovedora escena del final. Como tantas otras magníficas películas barcelonesas, Estiu 1993 seguramente se verá poco fuera de Cataluña. Doblar a las niñas sería un crimen y en este país subtitular las películas se considera tan raro como oír hablar en catalán. Y será una lástima porque es una de las películas más conmovedoras e interesantes que ha dado el cine español en los últimos tiempos.