27 de febrero de 2018. Centro de Cultura Antiguo Instituto, Gijón. V.O.S.
Ludovic Vieuille ayuda a su hijo a hacer los deberes. Por lo menos una hora cada día. Y lo filma durante cuatro años. Para los dos es una tortura. Y una magnífica lección que retrata en solo una hora ese castigo cotidiano que son los deberes escolares para tantas familias.
Todos los profesores deberían ver este documental. También leer Mal de escuela, el libro de Pennac que impulsó a ese padre a filmar todos los días la hora de los deberes con su hijo y convertirla en película. Marc Bray habla de educación en la sombra para referirse a lo que aqui vemos (en realidad en su variante compensatoria, existe otra que busca el enriquecimiento y la excelencia). Sobre ese tema y con ese título he escrito algunas cosas en mi blog de educación. También sobre la ceguera que la escuela mantiene ante todo esto y lo útil que le sería ver en este espejo cinematográfico los efectos alienantes que algunas veces provoca. También he hablado allí de los ojos de la escuela. Creo que para abrirlos, además de ese libro de Pennac, podrían resultar muy útiles películas como Hoy empieza todo de Bertrand Tabernier, La lengua de las mariposas de José Luis Cuerda, Conducta de Ernesto Daranas, Piratas o Libélulas de Isabel de Ocampo. Y también La hora de los deberes, este magnífico documental de Ludovic Vieuille que vale por muchos cursos de teoría de la educación. Solo dura una hora, pero a algunos deberían verlo una y otra vez. Sobre todo esos que entienden que el tiempo escolar es principalmente el de la enseñanza y que el aprendizaje requiere un uso abundante del tiempo extraescolar. Además de su notable interés educativo, La hora de los deberes también tiene bastante valor cinematográfico. Es cine de dispositivo sencillo (cámara discreta frontal que acompaña a un padre paciente y un hijo sufridor de gestualidad impagable), pero también contiene comentarios oportunos e imágenes animadas muy pertinentes que van apostillando esta extraordinaria lección filmada que debería llenar de docentes las salas donde se proyecte. De hecho, no estaría nada mal hacerlo en reuniones de las Comisiones de Coordinación Pedagógica, de los Claustros o de los mismísimos Consejos de Dirección de las Consejerías y del Ministerio de Educación.