26 de febrero de 2018. Cines Los Prados, Oviedo.
Christine se hace llamar Lady Bird. Va a un colegio católico de Sacramento y está en el último curso antes de empezar en la universidad. Sus padres no tienen muchos medios, pero ella quiere estudiar en la Costa Este. Entre una relación dubitativa con su amiga de siempre, unos novios sucesivos bien diferentes, una complicidad deliciosa con su padre y una tensión permanente con su madre, Lady Bird se va preparando para abandonar ese entorno e irse a Nueva York.
Una estupenda película (no solo) sobre y para la adolescencia. En la senda de otras historias que retratan tan bien ese momento crucial de la juventud como Las ventajas de ser un marginado de Stephen Chbosky o las del primer y ultimo Linklater (Daced and confused y Todos queremos algo), Greta Gerwig consigue que un tema bastante convencional como ese resulte muy singular por la forma de tratarlo. Estamos a la vez de parte de la protagonista y de su madre. Queremos y también compadecemos a su padre. Comprendemos a su primer novio y también a ella por dejarlo. Estamos de parte de esa amiga franca que liderará pocas cosas y nos parece postureo la actitud de ese segundo novio que seguramente será muy exitoso. Así que, con un guión bien armado capaz de retomar todos los tópicos americanos sobre el tiempo preuniversitario sin dejar por ello de ser original ni un instante, resulta fácil estar de parte en todo momento de Lady Bird. De la película y de la chica. Las dos tienen algo que ver con Frances Ha y Mistress América (no en vano Greta Gerwig es la actriz y guionista de esas dos películas de Noah Baumbach). Pero comprendemos y queremos más a Christine. Y deseamos que le vaya mejor que a aquellos personajes que también eran muy singulares.