28 de septiembre de 2019. Teatro Principal, 67º Festival de San Sebastián (Premio Zabaltegui-Tabacalera). V.O.S.
Un adolescente ha pasado (como poco) una noche fuera de casa. Tiene una hermana pequeña, unos profesores rarísimos y una madre que le compra a buen precio una bicicleta a un tipo laringotomizado y luego se la devuelve.
La sección Zabaltegui es la más abierta del festival. Y el jurado parece que sabe lo que pienso sobre los premios del público y quisiera demostrar lo alejado que está de él. Tras la proyección, la mayor parte de los espectadores han pateado ruidosamente. Y yo, que no voy a la ópera de Oviedo, me he quedado con las ganas de hacerlo. De patear digo, porque lo que ha perpretado Angela Schanelec no tiene nombre (de hecho, no se lo ponen en español). Me ha recordado un poco, aunque aún me parece peor, a lo que hizo Eugène Green con En attendant les barbares, aquella cosa filmada como el que no quiere la cosa durante un curso de verano que recibió hace dos años sin ningún pudor el premio a la mejor película en el festival de Gijón. Y es que algunos jurados deben pensar que cuanto más desaliñada e improvisada es una película más cinéfilos parecerán ellos si la premian. Visto el tostón del Hamlet escolar que nos depara Angela Schanelec desde un aula alemana cuando ya parece que se ha quedado sin improvisaciones, empiezo a sospechar que en nuestras aulas de teatro de la ESO tenemos una verdadera mina que merecería ser descubierta en los festivales. Solo hay que poner allí una cámara y encontrar aquí un jurado dispuesto a parecer muy cinéfilo.