27 de septiembre de 2019. Teatro Victoria Eugenia, 67º Festival de San Sebastián (sección: Perlas). V.O.S.
23 de diciembre de 2019. Cines Los Prados, Oviedo.
Al terminar la guerra Iya trabaja de enfermera en un hospital de Leningrado. También cuida del bebé de Masha, la amiga con la que sufrió lo indecible en el frente. Seguramente por eso tiene de vez en cuando momentos en que se queda como congelada. Uno de ellos tendrá consecuencias dramáticas. Y cambiará las vidas de las dos.
Tras la extraordinaria Demasiado cerca, no quería perderme en este festival la segunda película de Kantemir Balagov. Se programa en la sección Perlas y estoy seguro que habrá pocas (no solo este año) tan extraordinarias como la de este director que sabe mostrar como nadie las periferias existenciales de las guerras. Y no solo de las guerras, también de las maternidades dramáticas, de las eutanasias terribles y de los amores desfallecidos con personajes y tramas paralelas que darían para otras magníficas películas (la del médico abnegado, la del vecino enamorado o la del hijo pánfilo de la jerarca comunista). Lo que aquí nos cuenta Balagov tiene la urdimbre y la complejidad de las tragedias clásicas. Una tremenda mirada ética que hace aún más relevante la estética sublime de las imágenes que en cada escena y en cada plano nos ofrecen un material depurado y cautivador. Recuerda Peter Brook que la mejor lección que recibió sobre estética se la debe a un maestro que le desveló que lo que tienen en común todas las artes es el ritmo. La materia del cine es el tiempo así que la tesis de Brook parece en él incuestionable. Pero la extraordinaria cadencia con que Balagov usa el rojo y el verde en esta película (y también el naranja y el amarillo de los cabellos pelirrojos y pajizos de las protagonistas) demuestra que la perfección rítmica también puede hallarse en las cadencias cromáticas. Y todo eso contando con unas interpretaciones singulares y portentosas a cargo de Viktoria Miroshnichenko y Vasilisa Perelygina, dos actrices que, para pasmo del espectador, es la primera vez que hacen una película. Y esto no es la primera vez que lo hace Balagov: imposible olvidar la interpretación de Darya Zhovner en Demasiado cerca, la anterior perla de este director. Una gran mujer solo tiene un defecto: el título que le han puesto aquí. Pero de eso no tiene ninguna culpa Balagov. Él solo nos ofrece (nada menos) una experiencia estética y ética tan áspera como fascinante. Sin duda, comparable a las que nos deparan algunas pinturas en los mejores museos. Así que seguiremos atentos a su cine.