de David Ilundain. España, 2020. 94’.
18 de septiembre de 2020. Cines Ocimax, Gijón.
Prefiero mil veces a Merlí (el profe de filosofía de esa serie que tanto gustó a muchos alumnos) que al protagonista de La clase (la película de Laurent Cantet que tanto gustó a muchos profesores). Con el primero apetece ir al aula, aunque solo sea para ver qué pasa cada día. Con el segundo apetece cerrar los institutos, aunque ese de París sea más bien una caricatura. Por fortuna, David Ilundain toma el modelo del primero trasladando al final de la primaria el tipo de cuitas cotidianas de aquella serie. Así que los alumnos son aquí más jovencitos y el profesor también. Lo interpreta David Verdaguer que la da una pinta menos convencional que la del estupendo personaje de Francesc Orella en esa serie que desgraciadamente teníamos que ver en versión doblada. Y es precisamente el personaje del profe el que me resulta menos verosímil de esta película. Y no porque, como Merlí, tenga líos personales pero sepa llevar muy bien a los chicos, sino porque lo encuentro demasiado guapo y demasiado gestual y me parece que en lugar de un profesor real lo que veo es a un actor muy apto para películas sobre otros temas. Supongo que eso es más un inconveniente para mi que para muchos otros espectadores (incluidos los adolescentes), pero en todo caso me quedo con lo bien dirigidos que están los actores juveniles de esta historia y con el acierto de David Ilundain (que ya lo tuvo, y grande, cuando llevó al cine las declaraciones de Bárcenas ante el juez Ruz en B, la película basada en el texto teatral de Ruz-Bárcenas) al defender que lo importante en el aula no es esa tensa frontalidad entarimada y curricularizada que muestra tramposamente la dramática y pesimista película de Cantet, sino las relaciones humanas, con sus dificultades y sus posibilidades, que siempre (visibles o no) se dan cita en un aula. Por lo demás, aunque tiene su punto melodramático y moralizante, me parece bien que el desenlace de la película reivindique el perdón y la empatía. En todo caso, si se quiere realismo y sutileza en la presentación de dilemas propios de la profesión docente, recomiendo leer Apenas unos milímetros, el magnífico relato de Sara Mesa en su libro Mala letra. Además de literatura excelente contiene una historia nada complaciente que debería dar mucho que pensar a cualquiera que tenga interés en la educación.