de María Pérez Sanz. España, 2020. 65’.
10 de junio de 2021. Centro Niemeyer, Avilés.
El paisaje es extremeño. El de Monfragüe y las dehesas de Trujillo, esos lugares en los que tanto disfrutamos desde hace tantos años (la última vez, el pasado fin de semana). Las figuras son las de una mujer europea y un hombre africano que se quieren y se respetan. Los vemos en entornos prístinos con luces cenitales y crepusculares y también en espacios interiores iluminados solo por las velas. El poder evocador de las imágenes es aún mayor con ese contrapunto final en el presente, en la casa africana de la escritora danesa. María Pérez Sanz ha sabido hilvanar magníficamente la luz, en sonido, el tiempo y las palabras en una película que dura lo justo para que cada una de sus escenas sea una delicia. Pero no lo habría conseguido sin la evidente sintonía con esos paisajes extremeños y con esas figuras tan contrastadas que han interpretado con la mayor contención y la máxima expresividad Christina Rosenvinge y Alito Rodgers. Los dos (y también Isabelle Stoffel) están soberbios dando vida a sus personajes con intensidad minimalista.