de Zar Amir-Ebrahimi y Guy Nattiv. Georgia, 2023. 105’.
22 de octubre de 2024. Casa de la Cultura, Avilés. V.O.S.
Un thriller deportivo y político trepidante y bien contado. El blanco y negro le viene muy bien a una historia que puede ser vista como un alegato contra las formas despóticas con que el gobierno islamista trata a los iraníes que se atreven a ejercer su libertad. Pero que también suscita otros dilemas como el de hasta dónde se debe arriesgar la vida de otros por defender la propia libertad o si las decisiones individuales de los deportistas deben estar por encima de las políticas de sus países. Si fuera así, los deportistas estadounidenses habrían tenido libertad para decidir si querían participar o no en las olimpiadas de 1980 en Moscú. En fuera de campo queda en esta película (y no solo en ella) ese Estado brutal llamado Israel. La escena inicial tan amistosa entre las judokas de los dos países muestra las intenciones de la película y dónde quiere situar el bien y el mal entre Irán e Israel. Conviene recordar que, en la época del apartheid, a Sudáfrica se le declaró el boicot deportivo internacional. Hoy ese país decente lidera las acciones judiciales contra Israel. Los indecentes lo siguen acogiendo con cariño en eurovisiones, campeonatos deportivos y mercados internacionales (también de armas y tecnologías de vigilancia). Los deportistas, los artistas y en general los ciudadanos y ciudadanas iraníes (sobre todo ellas) deben contar siempre con el afecto y el apoyo de todas las instituciones decentes (desde las asociaciones de judo a los festivales de cine) que, por los mismos motivos, deberían repudiar a un Estado cuyas prácticas genocidas están redefiniendo el significado del apartheid.