martes, 12 de agosto de 2014

Shirley: Visiones de una realidad

de Gustav Deutsch. Austria, 2013. 92’.
12 de agosto de 2014. Cines Van Dyck, Salamanca. V.O.S.

Trece escenas breves inspiradas en trece cuadros que Edward Hopper pintó entre 1931 y 1963. Entre cada una de ellas un parte de radio sobre un fondo negro con noticias del mundo. En todas aparece la misma mujer. A veces también un hombre. Él podría ser fotógrafo. Ella actriz de cine y teatro. Podrían ser una pareja. Pero nunca hablan. Solo oímos sus pensamientos. Los de Shirley.

Los cuadros de Hopper captan un instante del que quisiéramos saber más. ¿Qué miran esos personajes? ¿Qué les une (o les separa)? ¿Qué (no) se dicen? Ponerlos en movimiento e imaginar unos minutos de la escena detenida en cada pintura es una tentación para quien la contempla. Y es lo que hace Gustav Deutsch en esta bellísima película. Esos minutos del director austriaco son tan hopperianos que casi no se reconoce el momento preciso que reflejó en el lienzo el pintor americano. Cualquier instante de esos minutos podría haberle servido para captar esa atmósfera a la vez calma y desasosegante que caracteriza su pintura. Los movimientos son parsimoniosos, manteniendo siempre el enigma que reúne o distancia a esos personajes iluminados por la luz intensa de una ventana o la luz mortecina de un interior. Deutsch imagina cierta continuidad entre las escenas. La que aporta una Shirley reflexiva de la que, en todo caso, no sabremos mucho. Por eso la película se hace exigente. Tanto, que seguramente reduce su público potencial a quienes disfrutan con la obra del pintor. Y para serle fiel no es menos elusiva que los cuadros. La hermosísima y sorprendente fotografía consigue que, como en las pinturas de Hopper, la luz sea protagonista. Pero también el sonido. Y ambos parecen proceder de lugares que están fuera de nuestra vista. Como para los prisioneros del mito de Platón que esa pareja lee en silencio en una de las escenas. No todos aceptaron la propuesta. Algunos se fueron de la sala antes del final. No lo hizo un veterano (y venerable) director salmantino que esta tarde estaba entre el público de los Van Dyck.