sábado, 10 de enero de 2015

Birdman

de Alejandro González Iñárritu. EE.UU., 2014. 118’.
10 de enero de 2015. Parqueastur, Corvera.

Riggan Thomson está a punto de estrenar una obra en Broadway. Antes ha sido Birdman, el superhéroe que le ha dado fama en el cine, pero ahora quiere dar un giro a su carrera y demostrar su valía en el teatro adaptando, dirigiendo e interpretando una obra de Raymond Carver, el autor que le animó a ser actor cuando era adolescente. Pero la voz de aquel personaje le acompaña y le agobia en los días del preestreno.  

Seis días intensísimos en un plano secuencia que dura dos horas. Solo se notan las costuras en los hermosos cambios de la luz que aceleran el tiempo. Cuando el pasado febrero vi La venus de las pieles creí que tardaría muchos años en presenciar un diálogo tan memorable entre el cine y el teatro. Polanski metía el segundo en el primero llevando al tiempo real de un escenario solitario una cámara que entraba y luego salía de un viejo teatro para dejarnos boquiabiertos tras presenciar aquel encuentro revelador entre un director y una actriz inesperada. No ha pasado un año y el asombro se multiplica con esta bellísima imagen continua que dura toda la película (como el alegato de Cristóbal Arteaga Rozas en El triste olor de la carne) y que construye un prodigioso relato (y metarrelato) en torno a la trama (y la urdimbre) de esas artes con las que tanto disfruto. La interpretación, la dirección, el texto, la familia, el éxito, la crítica, los riesgos, el público, la fama, el arte, los sueños, la felicidad... De todo eso trata Birdman, una historia desbordante en la que Iñárritu consigue armonizar magistralmente un dispositivo narrativo naturalista y fantástico a la vez, volando tan alto como su personaje y asumiento tantos riesgos como él. Hay guiños a otros directores (a Scorsese y su inolvidable plano secuencia de Good Fellas, a Wim Wenders y su ángel que mira a la calle desde El cielo sobre Berlín...) Hay un guión magnífico, unos actores perfectos, un juego impresionante en las fronteras entre la ficción, la reflexión, la fantasía y la locura. Así que no puede empezar mejor un año de cine que se abre con lo que pudiera ser una obra maestra.