11 de agosto de 2015. Cines Los Prados, Oviedo.
Mathias llega a Paris desde Nueva York buscando la casa que ha heredado de su padre. Es una hermosa vivienda con un bonito jardín en Le Marais. Su intención es venderla y comenzar una nueva vida. Pero allí vive Mathilde, la mujer a la que su padre se la compró como viager, un tipo de contrato francés que permite la venta aplazada de un inmueble a cambio de una renta vitalicia para el vendedor, que sigue habitando en él hasta que muere. Mathilde tiene noventa y dos años y una hija con la que Mathias descubrirá que comparte muchas cosas. Como el dolor de unas infancias marcadas por el amor adúltero entre sus padres.
"El hoy es la sombra del mañana". Cuando llega a París Mathias ve esta frase escrita en una pared. Y también podría ser el título de esta película que comienza como una comedia ligera sobre el conflicto entre un maduro americano y una nonagenaria anglofrancesa, pero pronto se revela como un drama introspectivo sobre un pasado que les vincula mucho más que la propiedad de una casa. A sus setenta y cinco años Israel Horotitz se estrena como director con esta historia que tiene el delicado aire teatral que corresponde a un autor con una larga experiencia en ese campo. Y también un dominio de la sintaxis de la cámara derivado seguramente de su trabajo como guionista de cine. Por el título, por el escenario, por la calidad de los actores y por el tono de introspección humana con la excusa de un espacio urbano, Mi casa en París me ha recordado a En un patio de París de Pierre Salvadori. Un tipo de películas sobre el corazón de las personas y las ciudades que antes veíamos en cines como los Marta o los Centro. Y que seguimos extrañando tanto.